Historias de Tinseltown: El guantazo de realidad de los Oscar

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Querido primo Teo:

A nivel cinematográfico el año 1927 fue extraordinario. Probablemente uno de los más apabullantes de la Historia del cine porque a dicha cosecha pertenecen "Metrópolis", "Amanecer", "El enemigo de las rubias", "Napoleón", "Garras humanas" y también se estrenó "El canto de jazz" que puso patas arriba al mundo del cine al ser la primera película sonora. En 1927 también sucedió algo que ha sido determinante para Hollywood y por extensión para el mundo del entretenimiento y también para la élite cultural que ve cualquier concesión al capitalismo de la industria como una herejía y que luego pierde el trasero por acudir al Festival de Cannes, se creó la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas.

En la segunda década del siglo XX la siempre pacífica comunidad de Tinseltown estaba sufriendo los efectos de su propia existencia. Hollywood se había convertido en sinónimo de escándalo. "Fatty" Arbuckle fue acusado de haberle provocado la muerte a una aspirante a luminaria llamada Virginia Rappe, fue sometido a tres juicios y aunque fuera absuelto, e incluso el Jurado le pidiera disculpas por el tormento, fue condenado por la sociedad moralista y la industria. El caso del pobre "Fatty" fue paradigmático aunque no el único ya que también eran habituales las muertes por sobredosis de heroína (o el eufemismo de la peritonitis), los ingresos en algún centro de desintoxicación, las maratonianas jornadas de piernas abiertas en casa de Clara Bow o los crímenes como el del director William Desmond que salpicó a la estrella del cine mudo Mabel Normand. La sociedad protestante, mucho más que la católica, condenó a la comunidad fílmica por sus pecados e instaba al boicot e incluso al sabotaje en los cines.

El otro problema que tenía Hollywood era el auge del sindicalismo. Los fundadores de la industria cinematográfica eran de origen europeo y exhibían su patriotismo estadounidense por miedo a ser calificados de malos ciudadanos. El ascenso de las ideas comunistas entre los trabajadores les hizo temer una intervención por parte del gobierno, perder el control del negocio, en definitiva. Louis B. Mayer, jefe y cofundador de la Metro-Goldwyn-Mayer, un emigrante ruso cuyo nombre real era Lazar Meir, ideó crear una organización para que mediara en los conflictos laborales sin la intervención de los sindicatos y para mejorar la imagen de la industria cinematográfica cuya cotización estaba por los suelos, no a nivel artístico sino mediático.

La mejor herramienta para promover la excelencia de Hollywood fueron los premios que luego se llamaron Oscar, cuya primera ceremonia tuvo lugar el 16 de mayo de 1929. El otro mecanismo para erradicar el escándalo fue la autocensura con la implantación del Código Hays. Paulatinamente se fue consiguiendo aquello que los fundadores de Hollywood querían, mejorar su imagen de cara a la audiencia moralista y atar en corto a los disidentes aunque no por mucho tiempo ya que no se pudieron frenar a los grupos gremiales.

Es curioso que lo único que ha logrado trascender de la 94ª edición de los Oscar sea precisamente la abochornante secuencia de la bofetada propinada por Will Smith al humorista Chris Rock después de un chiste sobre el aspecto de Jada Pinkett Smith, una broma obviamente de mal gusto pero que no lo era más que otras lindezas soltadas durante ésta u otras ceremonias y que también va en el sueldo de una estrella nominada a un Oscar que está en oferta de simpatía mientras traga sapos y culebras escupidos por la gentuza de Hollywood. Smith, diez minutos después de defender el honor de su señora, ganó el Oscar al mejor actor por “El método Williams”, cuya campaña de promoción tuvo la inversión más fuerte de todas las candidatas.

Will Smith ha podido perder una estatuilla que le ha costado una fortuna ganar, invirtió prácticamente todo su salario de 40 millones de dólares en su promoción, y prefirió renunciar a su condición de miembro de la Academia, por otro lado la junta de Gobernadores de la institución acordó el veto de la presencia del actor en los Oscar o en cualquier evento organizado por la Academia durante una década. Probablemente Smith, cuyos últimos años se han caracterizado por sus intentos para recuperar su estrellato y por convertir la vida de su familia en un culebrón explotado en las redes sociales, no consiga aguantar en Hollywood en los próximos 10 años y es bastante posible que el concepto que tenemos de los Oscar deje de existir en ese plazo. Lo que sí es seguro es que los fundadores de la Academia estarán bramando desde otra dimensión.

Como bien ha dicho José Luis Garci hay algo que está podrido en la Academia y no solamente por un escándalo que de un golpe, nunca mejor dicho, se ha cargado la esencia de unos premios cuyo objetivo es fomentar la excelencia sino por las decisiones tomadas desde el año 2009 para tratar de adaptarse a las exigencias de la masa enfurecida con un teclado en la mano y la cadena de televisión ABC que ve que su Super Bowl para marujas y mariquitas blancas (esto último son palabras de Chris Rock cuando debutó como presentador en 2005) interesa cada vez menos a la audiencia y con esto me refiero a la señora de Wisconsin no al grupo de autoproclamados gurús de los Oscar que desde su habitación con olor a pizza rancia se consideran expertos en estos premios porque leen tweets y se apuntan a las modas demandando casito.

La ampliación del número de candidatas de cinco a las diez actuales, la eliminación de la ceremonia de los Oscar honoríficos y la imposición de la satisfacción de cuotas para no molestar a las minorías han abaratado la marca y nos han proporcionado imágenes tan humillantes como el Oscar al mejor actor ganado por Anthony Hopkins por "El padre" tirado por el suelo porque ese momento estaba reservado para rendirle un tributo al afroamericano Chadwick Boseman nominado a título póstumo por "La madre del blues".

La situación que están viviendo los Oscar es una de las consecuencias de ese activismo buenista llevado a cabo por un grupo de privilegiados que desde su torre de marfil contemplan y tratan de dominar el mundo. El estado de California beneficia con exenciones fiscales a aquellas producciones que se adapten a las cláusulas de inclusión y que fomenten la justicia social. Una película no podrá optar a los Oscar si no se ajusta a estos imperativos. En la actualidad las obras audiovisuales se conciben para contentar a la prensa, crítica y redes sociales pero no por sus valores artísticos sino ideológicos. "El poder del perro" de Jane Campion iba a ser el “monstruo que arrasa” de esta última carrera al Oscar pero no por acercarse a la excelencia cinematográfica sino porque es un western dirigido por una mujer en el que se deconstruye al macho alfa.

A la señora de Wisconsin no le interesa meterse entre pecho y espalda una entrega de premios en la que un grupo de snobs imparten lecciones de moralidad a la audiencia. La señora de Wisconsin quiere disfrutar de un espectáculo ameno y buscar luego los trabajos premiados para verlos. A mí que no soy una señora de Wisconsin, que llevo siguiendo los Oscar desde antes de mi adolescencia y que incluso me he pasado demasiados años escribiendo sobre aspirantes, nominados y ganadores, tampoco me interesan unos premios en donde la identidad y no el trabajo se ha convertido en un mérito, y me niego a ajustarme al canon ideológico porque eso no es fomentar la afición al cine y sus premios sino adoctrinar, también es verdad que no pretendo medrar, ni que una plataforma me monte un podcast, ya estoy vetada en alguno, y sexualmente no soy del género que se demanda en el que ha sido mi sector.

Tras las últimas ceremonias siento una profunda tristeza por asistir al declive de algo que de alguna manera ha formado parte de mí, no quiero recordar los Oscar por el bofetón de Will Smith a Chris Rock, ni por el premio de Anthony Hopkins en el suelo, ni por el sobre equivocado que dio la victoria a "La la land" sino por Shirley MacLaine diciendo «Me lo merezco» cuando recogió el Oscar por "La fuerza del cariño" pero eso sucedió en 1984 y leyendas como ella escasean en este 2022.

Este artículo se publicó en el blog "Historias de Tinseltown" el 11 de abril de 2022 

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Fernando
Fernando
2 años atrás

No podría estar más de acuerdo contigo. Soy amante del cine y fan de los Oscar, y es triste ver la gran decadencia de unos premios que han sido parte de nuestras vidas. Pero es la realidad que vivimos a nivel mundial, los progres con su asquerosa ideología de género y su falso concepto de igualdad han arruinado todo. Arruinaron la economía, la educación, la cultura, el fútbol y nuestro amado cine.

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