"Gladiator II"
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El argumento: Años después de presenciar la muerte del admirado héroe Máximo a manos de su tío, Lucio se ve forzado a entrar en el Coliseo tras ser testigo de la conquista de su hogar por parte de los tiránicos emperadores que dirigen Roma con puño de hierro. Con un corazón desbordante de furia y el futuro del imperio en juego, Lucio debe rememorar su pasado en busca de la fuerza y el honor que devuelvan al pueblo la gloria perdida de Roma.
Conviene ver: "Gladiator II" es una secuela tardía de una película que no sólo revitalizó el péplum sino que supone un título definitorio para una generación y también una de los puntos más altos de la carrera de Ridley Scott. Una secuela que quizás pocos esperaban a estas alturas pero que se había barajado en más de una ocasión planteando por el Estudio desde una precuela, o una historia alternativa con Máximo desde la otra vida, hasta poniendo el foco en el personaje de Lucio, tal y como ha sido el caso. La taquilla parece estar ganada pero no tanto la opinión crítica de un divertimento sin pretensiones (mejor cuanto menos en serio se toma) que propone un espectáculo gozoso para la pantalla pero con poco peso narrativo, sangrantes incongruencias históricas y un exceso de elementos que roza lo grotesco y lo paródico abrazando incluso lo “kitsch” con mucha excentricidad y dorado. “Gladiator II” funciona tanto como secuela como remake ya que, narrando hechos posteriores, vuelven a contar con escuadra y cartabón la misma historia pero ahora no sólo falla la frescura de todo lo original que suponía su predecesora (rescatando un género y dándole lustre tras el olvido) sino que el protagonista (un Paul Mescal sudoroso y musculado que tira de físico y potencia) tirando de forzada grandilocuencia heroica pierda ante la comparación con un Russell Crowe que tiró de carisma para construir un personaje icónico con su Máximo Décimo Meridio. Aquí nos encontramos ante un joven capturado por el ejército romano y que busca venganza tras perder al amor de su vida lidiando con el hecho de su verdadera identidad como hijo del recordado gladiador y nieto del asesinado emperador Marco Aurelio. La ira de un joven que con más impulso que cabeza busca la liberación de Roma frente trama de manipulación, traición y corrupción que busca mantener el poder del imperio. Se nota el vigor de un Ridley Scott que no ha perdido nada de fuerza detrás de las cámaras, con algunas escenas poderosas y fascinantes (la batalla naval en el Coliseo), pero no hay mucho donde sostener cuando el guión es rutinario y deslavazado con un conflicto argumental obvio y más cercano al culebrón entre los amasijos de una Roma grotesca y decadente que tira de violencia descarnada y crueldad megalómana sobre las cenizas de un pueblo bañado de ira y rabia. Una historia que, además de lo esperado, pretende ser salpicada con algo tan pertinente como el aire de indignación de una ciudadanía que se subleva contra el poder en las aguas revueltas removidas por populistas que se aprovechan de ello para implantar su mensaje y para alcanzar poder, siendo lo que permite que el personaje de un Denzel Washington burlón e imponente como Macrinus (el único que parece entender la película en la que está sacando todo el partido al rol más jugoso) sea el auténtico valor de la película más allá de una historia de venganza que hemos visto ya hasta la saciedad, aquí todavía más exagerada y paródica con la participación de monos digitales rabiosos y hasta tiburones anacrónicos que no se sabe como son capaces de llegar al Coliseo, y que no dista mucho de lo visto en la primera película. Un péplum hipervitaminado con frases hiperbólicas sin el impacto de las declamadas en su día y que refuerza el volumen de batallas, sangre, animales o efectos especiales y que queda más cercano a las concesiones del cine comercial derivado de la era Marvel que de abrazar clásicos como “Quo Vadis” (1951), “Ben-Hur” (1959), “Espartaco” (1960) o “La caída del imperio romano” (1964) a los que en cierta manera pretendía rendir homenaje la anterior. Tampoco quedan atrás momentos risibles (la estatua de un Marco Aurelio que dista mucho del Richard Harris de la anterior entrega con el fin de subrayar la relación con Lucio), momentos liristas que sonrojan o que alguien lea un periódico impreso cuando ello todavía tardaría más de un milenio. Eso sí, queda como un divertimento espectacular (en un sentido más literal que positivo) en un vehículo de acción con una puesta en escena imponente que apuesta decididamente por el exceso en forma de parque de atracciones cinematográfico al que no hay que pedirle más pero con muy pocos mimbres para perdurar e impactar en la cultura popular como sí que hiciera la cinta ganadora de 5 Oscar en el año 2000 y siendo ésta, más de la cuenta, su propio reverso en forma de sketch paródico. “Gladiator II” se queda corta en fuerza y honor y desde luego esta cinta no encontrará su eco en la eternidad.
Conviene saber: El guionista David Scarpa vuelve a colaborar con Ridley Scott (tras “Todo el dinero del mundo” y “Napoleón”) mientras que John Mathieson (el director de fotografía de la original) vuelve a formar parte de un equipo en el que también regresan el diseñador de producción Arthur Max y la diseñadora de vestuario Janty Yates. Sí que hay relevo en la banda sonora que corre a cargo de Harry Gregson-Williams cogiendo el testigo del mítico trabajo de Hans Zimmer y Lisa Gerrard mientras que el montaje recae en Sam Restivo y Claire Simpson.
La crítica le da un SEIS
El desconocimiento te está llevando a decir estupideces