Gena Rowlands, 90 años de verdad y elegancia
Querido Teo:
Gena Rowlands cumple 90 años en una apacible retirada tras una brillante carrera que fue refrendada con el Oscar honorífico en la edición de 2016 y siendo siempre recordada como una de las máximas exponentes del cine independiente usamericano de la década de los 70 y una legítima heredera del concepto renovado de la "femme fatale", más terrenal y humana pero manteniendo sus rasgos característicos de enigma, erotismo y determinación. Casada con John Cassavetes desde 1954 y hasta su muerte en 1989, realizó para él sus mejores trabajos, pero las nuevas generaciones también la recordarán por dar vida a esa mujer enferma de Alzheimer en "El diario de Noa" (2004) y cuyo marido no se resignaba a que su gran historia de amor quedara engullida por la enfermedad.
Gena Rowlands nació en Madison (Wisconsin) el 19 de Junio de 1930, criándose en la ciudad de Cambria junto a un padre banquero y una madre pintora. Durante su infancia se trasladó primero a Washington y después a Milwaukee ante los ascensos laborales de su padre hasta que en 1947 volvió a Wisconsin para llevar a cabo sus estudios universitarios. Tres años después se matricular en Arte Dramático en Nueva York fascinada por el trabajo de una pareja de la que siempre fue rendida admiradora como lo fue la formada por Spencer Tracy y Katharine Hepburn. Allí conocería a John Cassavetes que fascinado con ella no dudó en que se convertiría en su mujer y en la madre de sus hijos. Pero para Gena Rowlands la actuación lo era todo y su máximo objetivo vital hacia la felicidad, algo que no impidió construir una familia siguiendo la moral establecida por la época, formando con su marido una asociación inquebrantable marcada por su pasión por la improvisación.
Tanto para Cassavetes como Rowlands el concepto de interpretación se alejaba del perfeccionismo técnico para abrazar las tripas de cada personaje construyendo algo que es tan popular entre los actores de nueva hornada como es el intentar descubrir y potenciar “la verdad” del personaje. Con esa máxima llevaron a cabo un cine teatral, atmosférico y caótico en el que lo que más brillaba era precisamente el trabajo actoral con la fuerza, brío y nervio que ya se plasmó en “Sombras” (1959) donde Rowlands tiene un papel sin acreditar. Quedaba por exprimir el talento de una actriz que alcanzaría un magisterio sublime tanto en la coral “Faces” (1968) como dando vida a una actriz borracha y con miedo escénico en el camerino de “Opening night” (1977), interpretación con la que fue premiada en el Festival de Berlín.
Por si esto fuera poco, y en pleno auge de la colaboración entre marido y mujer, director y actriz, Gena Rowlands consiguió 2 nominaciones al Oscar como mejor actriz protagonista, ambas por cintas de Cassavetes y es que fue a él al que dedicó sus mejores años y sus más lúcidos y vibrantes trabajos. En “Una mujer bajo la influencia” (1974) dando vida a una ama de casa desquiciada y auténtica a la que su marido es incapaz de controlar y comprender asfixiada ésta por la rutina y las convenciones sociales. Un retrato descarnado sobre la deriva de una pareja en la que, despojada de todo filtro cosmético, sobresale la violencia íntima y la bajeza primaria fruto del desquicie de una vida marcada por la insatisfacción. Un trabajo que le valió el premio a la mejor actriz en el Festival de San Sebastián, el Globo de Oro y el reconocimiento de la Junta Nacional de Críticos (NBR).
Más tarde llegaría su segunda candidatura al Oscar por “Gloria” (1980) dando vida a la volcánica y despegada ex novia de un gangster que tiene que hacerse cargo del hijo de sus vecinos, asesinados a sangre fría por la mafia, y poseyendo éste una valiosa información que hará que sean perseguidos por las calles de Nueva York. Rowlands en ya una espléndida madurez demostraba que la edad no está exenta de buenos papeles femeninos siempre que éstos sean bien escritos. Una interpretación que le valió el premio de la Asociación de Críticos de Boston (BSFC) y que daría lugar a un remake poco recordado y protagonizado por Sharon Stone en 1999.
Cassavetes era un director que no se preocupaba por el acabado formal de la película o por dejar fuera de foco a un personaje pero todo eso no era más que una manera de mostrar con manera documental la intimidad de la propia vida sea en un desvencijado camerino o en un concurrido vestíbulo, poco dada a esteticismos para la galería. Gena Rowlands pertenece a ese grupo de personas (más que intérpretes) que gracias a la familiaridad, complicidad y estabilidad con la que trabajaban con Cassavetes lograron formar parte de su particular compañía teatral, en este caso en el cine, y de la que también formaban parte, entre otros, los recordados Peter Falk, Ben Gazzara o Seymour Cassel. Todo sin olvidar que no era inhabitual que el director incluso contara con otros miembros de su familia de sangre, como fue el caso su propia madre para hacer, como en la vida real, de la suegra de Mabel, el personaje bordado por Rowlands en “Una mujer bajo la influencia”.
Gena Rowlands es un icono de elegancia en el que el sufrimiento de sus personajes no era plañidero sino torrencial y arrebatador, todo sin necesidad de ser estridente o sobreactuado. Una rebeldía bañada de locura que transitó por una filmografía cuya última colaboración junto a Cassavetes fue “Corrientes de amor” (1984) antes de que éste falleciera por una cirrosis en 1989 dejando tres hijos en común, Zoe R., Alexandre y Nick, convirtiéndose éste último en director y dirigiendo a su madre dos décadas después en “Volver a vivir” (1996), que le valió una nominación al Gremio de Actores (SAG), y en la crepuscular y romántica “El diario de Noa” (2004).
A finales de los 80 y primeros 90 Gena Rowlands siguió trabajando, mayoritariamente en papeles de matriarca, que la actriz resolvía de una manera natural y creíble ya que, si bien con Cassavetes representó a mujeres entradas en los 40 hastiadas de su vida, continuó luciéndose con mujeres bien entradas en los 60. Estuvo en “Otra mujer” (1988) de Woody Allen, “Noche en la Tierra” (1991) de Jim Jarmusch, o dos tiernos dramas familiares de Lasse Hallström como “Querido intruso” (1991) y “Algo de qué hablar” (1995).
Después vendrían “Siempre queda el amor” (1998), “Un mundo a su medida” (1998) o “Jugando con el corazón” (1998), propuesta coral en la que era esposa de Sean Connery. En los últimos años estuvo en la cinta de terror “La llave del mal” (2005), en el segmento más otoñal de “Paris je t´aime” (2007) y siendo la voz de la abuela en el doblaje usameriano de “Persépolis” (2007).
Ha declarado ser admiradora del trabajo de otras actrices como Bette Davis, Simone Signoret o Jeanne Moreau, todas ellas marcadas por su independencia y personalidad y de las que durante su carrera ha sido heredera.
Por sus trabajos en televisión tanto en miniseries como telefilms recibió 3 Emmys de 8 nominaciones; como protagonista por “La historia de Betty Ford” en 1987 (ganando también su segundo y último Globo de Oro) y “El rostro de una extraña” en 1992 y como secundaria por “Ciegas de amor” en 2003.
Nacho Gonzalo