Festival Cineuropa 2022: "Decision to leave", una proeza de Park Chan-wook

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Querido Teo:

Es realmente complicado sentarse a pensar, recapacitar, y sacar conclusiones sobre “Decision to leave”, la nueva película del director surcoreano Park Chan-wook. Desde que dinamitara a nivel internacional la presencia y percepción del cine surcoreano con “Old boy” (2003), el cineasta pasó a ser uno de los grandes referentes a nivel internacional que se terminó consagrando con otros grandes títulos como “Sympathy for Lady Vengeance" (2005) o “Thirst” (2009). Algo que definía bien a Chan-wook era que todas sus películas, hasta aquel entonces, tenían cierto elemento sorpresivo y crudo en todos sus guiones que hablaba mucho del tipo del cine al que te enfrentabas, un cine que subvertía tus expectativas y cruzaba líneas insondables que otros cineastas no se atrevían a cruzar.

Pero no fue hasta “Stoker” (2013) cuando no sólo dio su salto a dirigir fuera de su Corea del Sur, sino que fue cuando dio el salto a nivel visual que, aún ya estando muchas de sus ideas (y resultados) en sus anteriores películas, le erigió como un cineasta que había pulido y sintetizado una cantidad de recursos visuales que casaban de forma asombrosa a nivel narrativo que le convertían no sólo en un cineasta único, si no en uno de los mejores directores del mundo entero. Esto se multiplicó en la increíble “La doncella” (2016), un thriller retorcido y que jugaba con un uso de múltiples lecturas, capas y puntos de vista que se unen perfectamente a todo lo que supone la nueva película del director.

A partir de los ojos de un inspector de policía que investiga un asesinato, seguimos sus pasos hasta que conoce a la viuda de la víctima, una persona que parece esconder más de lo que muestra. Y hasta aquí donde se debería de llegar, porque lo consecuente se convierte en una introspección de ambos personajes, sobre todo desde los ojos de él, y cómo todo se termina realizando en una historia de amor difícil, retorcida, complicada, maldita incluso pero inevitable. Dos almas que irremediablemente parecen estar destinadas a encontrarse y reencontrarse, con todo el desvarío y ruido de fondo de thriller y policíaco que Chan-wook les echa encima pero que aún así no consigue evitar que ambos dejen de atraerse.

Lo que es probablemente la película más divertida de Park Chan-wook, con ese humor tan característico del cine surcoreano que llega en los momentos más inesperados de las formas más surrealistas y ridículas pero que nunca se sale fuera del tono, es también otra gran historia de amor, como ya lo fueron en su momento “Thirst” o “La doncella”. Y es que esta narrativa se apoya de una simbología muy marcada pero también a veces críptica, que refuerza los arcos y que vuelve a ser pieza fundamental de la forma de narrar del surcoreano.

Pero como antes mencionaba, es en lo visual donde vuelve a marcar diferencia. Es realmente delirante como la película no para de arrollarte con transiciones que juegan con todos los elementos físicos del plano, como mueve la cámara con paneos, travellings, zooms y diferentes usos casi imposibles, que no paran de rezumar ideas, que incluso dan por momentos de sensación teatral, jugando entre lo que es real y lo que no, perspectivas diferentes y situaciones de pasado y futuro en la misma escena y que todo está materializado con la propia pericia física, con las formas que han inspirado después a múltiples cineastas.

Todo esto, evidentemente, apoyado por las dos interpretaciones de Park Hae-il y Tang Wei, que dentro de la dinámica en la que les introduce Chan-wook, realizan ejercicios de contención pero de síntesis interpretativa, donde es ella la que se termina luciendo en un papel misterioso, al que hay que quitarle y descubrirle capas, y que da la mano a la propia construcción de la narrativa de la película.

Un ejercicio fílmico que da pie a volver a ver, a volver a descubrir, porque es una película que da pie a tanto análisis, a tanto detalle llevado hasta la obsesión que te puede arrollar por momentos pero que, como el amor de los protagonistas, es inevitable rendirte al mismo.

Iker González Urresti

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