"Están tocando nuestra canción"

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Audrey Hepburn, Marlene Dietrich, Julie Andrews, Deborah Kerr, Lauren Bacall, Sophia Loren Loren. Seis grandes actrices en el plantel de un libro que relaciona vidas y música. Todos tenemos una lista de reproducción que se combina con momentos memorables y ese es el propósito de este libro relleno de anécdotas, curiosidades e Historia.

Título: "Están tocando nuestra canción"

Autor: Máximo Pradera

Editorial: Libros del Kultrum

En contra de lo que podríamos pensar, Moon River no es la canción favorita de Audrey Hepburn sino un tema instrumental llamado Audrey, que Paul Desmond, el mítico saxofonista de Take Five, compuso en su honor. Y eso que Moon River, a la Hepburn, le gustaba más que el pan frito, igual que al 99,9 % de los admiradores de esta actriz, que se cuentan por millones. Es un hecho que entre sus "honores" está la actuación menos creíble que se ha hecho de una prostituta, es muy posible que la mayoría de los espectadores de "Desayuno con diamantes" (1961) ni siquiera recuerden que ese era su oficio, aunque no se pueda olvidar el minuto y medio de la canción interpretada con poca voz y mucho encanto.

Marlene Dietrich acudió a un programa popular y veterano de la BBC en el que se elegían diez canciones que cada entrevistado se llevaría a una isla desierta en 1965. Al igual que Julie Andrews, también confesó ser una enamorada de Ravel. Pero lo sorprendente es que se declarara fan total de La consagración de la primavera de Stravinski, cuya versión, dirigida por el propio compositor, afirmó que se llevaba a todas partes.

 

Marlene, escribe Pradera, "que siempre ha sido muy distinguida, se refiere todo el rato a este balé por su nombre original en francés: Sacre du printemps. Y le quita el artículo, como suelen hacer los asiduos a la ópera, para restregarnos lo familiarizados que están con el repertorio. Verbigracia: «El año pasado vi una Fanciulla sublime». Si uno no sabe que Puccini escribió una ópera titulada La fanciulla del West, se queda en la inopia. La Consagración es una obra durita, muy rompedora y disonante incluso hoy en día. No es música para ponerse de fondo mientras una se relaja en el camerino. Para entender la elección de la Dietrich, que no creo que sea postureo, es preciso tener presentes dos cosas: 1) Marlene estudió duramente para ser concertista de violín, y solo una lesión (de la que ahora hablaremos) la apartó de su propósito. 2) La Dietrich conoció personalmente a Ígor Stravinski, con el que mantuvo un delirante diálogo. Tras confesarle, como haría hoy una grupi de C. Tangana, que él era su ídolo absoluto, Stravinski le preguntó qué parte del balé le gustaba más:

 –Cuando la chica huye del hombre hacia el bosque –respondió Marlene. Ígor la miró estupefacto: –Yo jamás he escrito tal cosa. –Pues a mí la música me suena a eso. –Bien, si a eso le suena me parece fantástico –dijo Ígor–, pero no es para nada lo que yo quise decir".

Deborah Kerr, la cristianísima que engatusó al pagano Robert Taylor en "Quo vadis?" (1951); la adúltera que se dio el revolcón playero más histórico con Burt Lancaster en "De aquí a la eternidad" (1953), es una de las actrices que más veces ha sido nominada al Oscar sin llegar a ganarlo nunca. Cuando le concedieron el Oscar honorífico en 1994, la Academia, tal vez para que la consolara otra de las grandes perjudicadas, decidió que fuera precisamente Glenn Close, ocho veces nominada sin éxito, la que le hiciera entrega de la estatuilla.

"En la última etapa de su vida (falleció en 2007) hizo gala de buen perder y solía decir en las entrevistas: ¿Al final, ¿quién se acuerda de la oscarizada de hace dos años? En cambio, mis besos en la arena con Burt Lancaster se han convertido en un icono de la historia del cine y del erotismo del siglo XX"... También es la actriz que más veces ha oído mal pronunciado su apellido: se dice kar y rima con star. Todos la seguimos llamando Deborah Quer.

"Las canciones de isla desierta de esta deslumbrante actriz escocesa son clásicas, pero a la que no habría renunciado jamás es la Sinfonía del Nuevo Mundo del compositor checo Antonín Dvorak. Nadie puede reprochárselo, ya que se trata de una de las sinfonías más aclamadas de todos los tiempos, desde el día mismo de su estreno en el Carnegie Hall de Nueva York, en diciembre de 1893. "Aunque es público y notorio que el público de clásica considera una catetada aplaudir antes del chimpón final (el fundamento de la música –dicen estos fanáticos– es el silencio y hay que mantenerlo a toda costa con el fin de paladear, como en una cata de vinos, lo que se acaba de escuchar y de mantener la tensión expectante del siguiente movimiento), lo cierto es que el público americano ovacionó la Novena de Dvorak tras cada movimiento, hasta prácticamente hacerse sangre en las manos. El checo no dirigía la orquesta, pero estaba presente en el auditorio y tuvo que ponerse en pie y hacer reverencias al público en cada ocasión, como un prestidigitador cada vez que le sale bien un truco".

Además de contar historias sobre estas actrices y otros 16 personajes históricos muy conocidos, el libro incluye códigos QR para saltar a la Red y poder escuchar varios de los temas elegidos, que también son desmenuzados en ocasiones con humor y conocimiento musical e histórico.

Carlos López-Tapia

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