Escalofríos de cine: "El exorcista", o ¿has visto lo que ha hecho la cochina de tu hija?
Querido Teo:
Pensemos por un momento… ¿Cuál ha sido la película más terrorífica de la historia del cine?. Seamos sinceros, esta pregunta es imposible de responder, pues para gustos siempre estuvieron los colores, y en la amplia gama que presenta el rojo sanguinolento caben todos ellos. Pero si alguna cinta, además de terrorífica, resultó tan impactante como para ganarse un hueco entre ellas, esa fue, seguro, "El exorcista". Empezando por su magistral banda sonora, sin duda, una de las más reconocibles de la historia del cine, obra de Mike Oldfield; y es que... ¿a quién no se le eriza aún el vello cuando escucha ese intranquilizador soniquete proveniente de aquellas campanas tubulares?... Sencillamente acoj… ¡¡¡acongojante!!!.
Nunca olvidaré el reestreno del montaje del director allá por el año 2000. La primera versión dirigida por William Friedkin se estrenó en 1973 y quien más y quien menos habíamos tenido la oportunidad de verla en video o televisión. Sin embargo, en aquella desierta sala de cine descubrí al clásico imperecedero que ahora nos ocupa, y no porque fuera una versión muy distinta de la original, incluía alguna escena nueva, pero la mayor parte estaba intacta. ¡Qué impacto visual!. ¡Jamás había sentido tanto miedo!... ¿Cómo no quererla ver otras mil veces más aun sabiendo lo que me esperaba?. Al fin y al cabo de eso se trataba, ¿no?.
La película fue escrita por William Peter Blatty, basándose en su propia novela, que había resultado un éxito tan atronador como finalmente lo sería la propia obra cinematográfica. Blatty siempre reconoció que se había inspirado en hechos reales acontecidos en su época universitaria y que tuvieron como protagonista un adolescente víctima de extraños problemas de conducta que desembocaron en varios exorcismos. Sea como fuere, y como digo, la película tuvo una aceptación sin parangón, entre público y crítica, que no dudaron en exaltarla y rápidamente convertirla en mito. Ayudada por una impresionante campaña de marketing que iba desde publicitar a bombo y platillo los múltiples y demoniacos avatares que durante el rodaje tuvieron lugar, como lo fueron inexplicables incendios en el set, muerte de familiares del equipo, etc. (hasta un sacerdote bendijo las instalaciones y a todo el que por allí andaba para acabar con tanta “maldición”), pasando por los “inesperados” ataques de histeria durante las proyecciones en las salas, lo que llevó a contratar a enfermeras a modo de acomodadoras, para atender a los espectadores que, víctimas del pánico, se desmayaban o entraban en trance, hasta recurrir a ambulancias apostadas a las entradas de los cines. Impresionante.
En el archiconocidísimo argumento de la película, que le valió a Blatty el Oscar al mejor guión adaptado (obtuvo otro a mejor sonido, aquellas voces de ultratumba sin duda lo merecieron, entre un total de diez nominaciones, incluidas mejor película y director) destacaron la infinidad de matices que se usaron para tratar una historia tan delicada como la relacionada con posesiones demoníacas y exorcismos, y aunque la trama no era del todo original, pues el tema ya se había abordado en algunas ocasiones, destacando principalmente la imprescindible y fabulosa “La semilla del diablo” de Polanski, logró mantener al espectador tan asido a su butaca, como a sus ojos alejados de la pantalla; Reagan, la joven hija de una popular actriz empieza a presentar graves trastornos en su comportamiento, algo más alejados de los que son propios entre los adolescentes en la actualidad, de ahí la sospecha. Tras ser sometida a innumerables pruebas y diagnósticos médicos, su madre es aconsejada sobre la posibilidad de acudir a un exorcismo como último extremo para encontrar el origen de tanto desaguisado emocional. Dicho y hecho, recurrió a un atormentado sacerdote, el mítico padre Karras, quien inmerso en plena crisis de fe acude a un experto en la materia el padre Merrin, encarnado por Max Von Sydow, para juntos meterse en harina… y aquí empezará una vorágine de vómitos, levitaciones, esguinces cervicales, sangre, sudor y lágrimas que acabarán con nuestro amigo Belcebú… volando por los aires.
Uno de los secretos de la película podría estar en que la tensión iba in crescendo; arropada por multitud de situaciones hasta entonces nunca vistas, o por lo menos mucho mejor contadas y enseñadas. Aquí el montaje de Friedkin fue algo más visual que el original, pues aportó una serie de escenas que en su día fueron cortadas por “excesivas”, como el descenso de Reagan, no el presidente americano, sino la niña poseída, por las escaleras, su mirada impertérrita mientas se orinaba en la alfombra al tiempo que aventuraba la muerte de uno de los invitados en la fiesta que tenía lugar, y como no, la masturbación crucifijo en mano mientras invitaba al sacerdote a poseerla, pero no cómo lo estaba haciendo el maligno, sino en una vertiente más erótica, ¿doble posesión por tanto?... ¡¡¡Insaciable!!!.
Friedkin utilizó todos los trucos que a su alcance estuvieron para jugar con los propios actores y dotar así del máximo realismo posible a los diversos escenarios, y así no dudó en lesionar a Ellen Burstyn, que hacía de madre atormentada, lanzándole un armarito encima, o incluso en superponer al sonido de un teléfono, que debía asustar y de qué forma al padre Karras, con el disparo de una escopeta a escasos centímetros de la cabeza de este. Las imágenes subliminales del demonio que insertó en el montaje, tan sólo “visibles” unas pocas milésimas de segundo contribuyeron, y de qué forma, a crear una sensación en el espectador clave para mantenerle tan alerta como desconcertado.
Resultado: una obra maestra, se mire por donde se mire; con unas interpretaciones tan fabulosas como creíbles (destaca especialmente la de Linda Blair, a la que le birlaron a última hora su Oscar tan merecido como incuestionable, al salir a la luz que había sido sustituida por otra actriz en las escenas más subidas de tono. De hecho así fue, pero no en tantas ocasiones como para dudar de su interpretación), un guión tan rico, en cuanto a la amplia gama de obscenidades, exabruptos y nuevos tacos de los que hizo gala, como convincente, y apoyada en una dirección magistral, que cómo ya se ha comentado supo “sacar” lo mejor de todo el que pasara por allí. Volviendo a recordar su banda sonora que pasó al recuerdo forever and ever.
Todo éxito que se precie, llevará consigo sus inevitables secuelas, y “El exorcista” no iba a ser menos. Así, a esta le siguieron, con dispar suerte, “El exorcista: El hereje” en 1977, con la propia Linda Blair de nuevo en el papel de Reagan, en una vuelta de tuerca al tema tan infumable como retorcida; “El exorcista III” en algo más parecido a un thriller policíaco que a otra cosa, pero que sin embargo consiguió salvar los muebles allá por 1990; y ya en 2004 “El exorcista: El comienzo” que tuvo hasta su propia versión que no llegó a las pantallas, aunque sí al DVD bajo el auspicio de “La versión prohibida”, me imagino que la prohibieron por lo mala que era, aunque me temo que lo que se persiguiera fuera algún otro fin más comercial.
“El exorcista”, por tanto, estará siempre y por méritos propios, en el selecto grupo de clásicos imperecederos de la historia del cine, y lo hizo desde un género desde el que lo es mucho más difícil acceder. Se ha convertido en un referente para todo lo que se intentó hacer después con mayor o menor éxito, claro ejemplo de lo primero sería sin duda la sobrecogedora “La profecía” de Richard Donner de 1976, película imprescindible para los amantes del asunto. Todavía hoy se intenta escarbar, ya no sólo en la posesión demoníaca como argumento para buscar el éxito, sino en la propia cinta de Friedkin como fuente de inspiración, y así las recientes “El exorcismo de Emily Rose”, “Exorcismo en Connecticut” o “El rito” le deben tanto que seguramente jamás se hubieran hecho de no existir aquella fantástica película.
Y es que cuando Blatty dio forma a la idea seguro que no pronosticó que aquel día iba a ser clave en la historia del cine o cómo decía la joven Reagan en un “…magnífico día para un exorcismo…”.
César Bela
impresionante... no puedo dejar de sentir admiración por alguien a quién le encanta no solo el cine, sino que se enriquece de él.Sólo espero que tus comentarios y por supuesto tu manera de ver y sentir el séptimo arte nos siga emocionando con cada artículo.