"Ema"
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El argumento: Ema, una joven bailarina, decide separarse de Gastón luego de entregar a Polo en adopción, el hijo que ambos habían adoptado y que fueron incapaces de criar. Desesperada por las calles del puerto de Valparaíso, Ema busca nuevos amores para aplacar la culpa. Sin embargo, ese no es su único objetivo, también tiene un plan secreto para recuperarlo todo.
Conviene ver: "Ema" es el regreso al cine chileno del director de “El club”, “Neruda” y “Jackie”. La mirada de Pablo Larraín y su agudeza visual para la puesta en escena nos ofrece un producto de una gran calidad teniendo en cuenta que trata con estética musical el tema de la adopción desde el punto de vista de unos padres, él coreógrafo y ella bailarina, que ven su vida conyugal y sus sueños en común dinamitados al tener que haber devuelto al niño que adoptaron tras unos episodios que se revelan en la película. La protagonista inicia una búsqueda desesperada por las calles de Valparaíso, buscando el amor para superar su culpa, con el baile como síntoma de rebeldía, y preparando un plan secreto para recuperar todo lo que ha perdido entre encuentros románticos y sexuales furtivos, diatribas sobre si vale la pena seguir adelante en ese matrimonio y reproches y frustraciones por todo lo vivido. Mariana Di Girolamo (magnética inundando la pantalla) y Gael García Bernal (brillante sacando su lado más desinhibido) están estupendos en una cinta irregular en su desarrollo pero en la que la puesta en escena plástica y con referencias simbólicas, en este caso representadas en el fuego que tan inspirador es para la protagonista, la elevan a un buen nivel dentro de la carrera de un realizador con indudable estilo, voz propia y capacidad de diseccionar la psicología de sus personajes con moralejas como la que arroja el cuerpo como símbolo de libertad y el orgasmo como pieza de baile. “Ema” es una genuina deconstrucción sobre fricciones de una pareja insatisfecha sostenida en un hijo adoptado y el hecho de que hayan tenido que separarse de él en un país marcado por la tradición y el convencionalismo familiar, en época de estallido social (representado en las llamas de un semáforo símbolo del orden), y en el que la mujer ha perdido el miedo y quiere marcar su destino. Un viaje a la deriva, argumental y físicamente, pero que es una puerta al derecho a la reafirmación de la mujer, desde la marginalidad y con espíritu kamikaze, y al encontrar la propia autonomía alejándose de los mandatos sociales que hablan de tener trabajo, casarse y tener un hijo. Con momentos especialmente destacados, como el discurso sobre el reggaeton de García Bernal que es memorable, la cinta, un ejercicio de rebeldía, sexo y liberación, es otro gran trabajo del director chileno a la hora de mostrar el alma humana ante el sentimiento de soledad y pérdida como el que vivían esos sacerdotes relegados de su profesión y apartados por sus culpas, el juego del gato y el ratón y la metáfora de un personaje en busca de autor entre un policía y el más afamado poeta chileno, o una primera dama en shock con su vestido rosa todavía manchado de sangre ante el asesinato de su marido.
Conviene saber: A competición en el Festival de Venecia 2019 y vista en el Festival de Toronto 2019.
La crítica le da un SEIS