"Ellas hablan"
La web oficial.
El argumento: Un grupo de mujeres, en una colonia religiosa aislada en medio de Bolivia, luchan por reconciliarse con su fe tras una serie de agresiones sexuales cometidas por los hombres de la colonia.
Conviene ver: “Ellas hablan” es el cuarto largometraje de Sarah Polley y la adaptación del libro de Mirian Toew considerada mejor novela de 2018 para medios tan respetados como The New York Times. La cinta se ambienta en 2010 centrándose en el caso real de un grupo de ocho mujeres en una colonia religiosa aislada que lucharon por reconciliar su fe teniendo en cuenta las consecuencias de una serie de agresiones sexuales cometidas por los hombres de la colonia. Una cinta que se aprovecha de cómo resuena su mensaje en una época de #MeToo y en el que las relaciones entre hombres y mujeres están en redefinición con el fin de evitar abusos de poder y machismos perpetuados en el sistema. Una cinta que no esconde un halo poético con ecos a Terrence Malick y una fotografía pretendidamente tosca, apagada y mortecina para fomentar esa sensación de angustia y opresión, la que viven unas mujeres recluidas componentes de una comunidad religiosa menonita que han sufrido, ante la complicidad de los miembros de la misma, continuas violaciones mientras eran sedadas por las noches. Un hecho real que parece una distopia (recordando por momentos a “The handmaid’s tale”) desarrollándose en un tiempo indeterminado pero que parte de los los sucesos reales acaecidos hace algo más de una década aunque su estética atemporal todavía quiere hacer ahondar más en el mensaje de una atemporalidad de la que muchos se aprovechan para condicionar a las mujeres a que vivan como antaño y no con los cánones de la sociedad de hoy en día. “Ellas hablan” plantea temas interesantes como la sororidad femenina pero también las distintas formas que tienen estas mujeres a la hora de encarar psicológicamente estos hechos y cómo reaccionar, o bien alzando la voz, huyendo abandonando el modo de vida en el que creen, o bien perpetuando esta situación alimentada por el miedo y el silencio. Temas como la fe, el perdón, la culpa, el odio o la venganza se dan cita en ese granero que sirve como escenario de asamblea que fomenta su aire teatral con estas mujeres tomando consciencia de lo que suponen las magulladuras con las que se despiertan cada día. Unas mujeres que hablan, debaten y votan pero que saben que de su reacción dependerá el futuro de ellas sino también de las nuevas generaciones de hombres que crecen en un entorno tóxico que contamina y favorece que esas prácticas continúen repitiéndose. Una cinta que favorece el debate a la hora de construir un futuro mejor defendiendo la voz frente al silencio y la lucha frente a la resignación en un momento de enorme pertinencia en el que el último lustro sólo ha sido una muestra de lo mucho que todavía queda por avanzar. A pesar de su temática y de un buen reparto con unas actrices que lo dicen todo con cada mirada y gesto (que podría invitar a valorarla de mejor manera de lo que merece) es una pena que cinematográficamente sea esquemática, subrayada y reiterativa regodeándose en una sensación de tedio que afecta un conjunto menos revolucionario, provocador e intenso de lo que pretende ahogado en una fotografía grisácea y mortecina que retrata esa sensación de falsa irrealidad sobre las mentes confusas de unas mujeres que aprenden a decir bastar y a tener que levantarse por ellas y por las que vengan.
Conviene saber: 2 nominaciones a los Oscar 2023 (película y guión adaptado).
La crítica le da un SEIS