"El lamento del mafioso"
El cine negro alcanzó su cenit en 1947; el mismo año en que se sembró gran parte de las semillas para películas de los siguientes cincuenta años porque empezó la Guerra Fría al tiempo que se fundaba la CIA. En 1947 es también cuando Elia Kazan inaugura el Actors Studio. Un año considerado por muchos historiadores como el del comienzo de la posguerra. Fue en ese año cuando se definiría buena parte de la segunda mitad del siglo XX, comenzando con la redacción del Plan Marshall. India consiguió la independencia y en la ONU, recién formada, se debatió por primera vez un plan para crear un estado judío en Palestina. Nueva York, la ciudad menos dañada por el conflicto, se convierte en el centro de la economía mundial. El cuartel general de la mafia estaba en Nueva York viviendo su época dorada, corrompiendo y enriqueciendo a políticos y autoridades; mafiosos nombrarían al alcalde de Nueva York, dirigirían la carrera del cantante más popular de Estados Unidos o fundarían Las Vegas. Aquella Nueva York es la ciudad elegida por Ray Celestin como tercera ciudad para continuar su saga de cuatro libros, que comenzó con "El asesino del hacha" en Nueva Orleans, continuó en Chicago con "El blues del hombre muerto" y terminará en Los Angeles cuando acabe el cuarto libro.
Título: "El lamento del mafioso"
Autor: Ray Celestin
Editorial: Alianza Editorial
En la isla de Manhattan entran a diario tres millones de personas en aquellos años, no hay ciudad en el mundo con semejante tráfico; tampoco tal nivel de delincuencia y posibilidades de desaparecer entre sus calles. La protagonista femenina de la serie, Ida, homenaje a las primeras mujeres detectives reales que comenzaron a trabajar para la agencia Pinkerton a principios del siglo XX, llega a la Estación Central de Nueva York desde Chicago, donde transcurre el segundo libro de la saga y donde tiene su propia agencia. Su condición de mujer negra de piel casi blanca le ofrece posibilidades de moverse en dos mundos condicionados por el racismo imperante.
El motivo es la llamada de Michael, su compañero de aventuras, también detective desde que se conocieron en el primer libro. El hijo de Michael ha sido acusado de un asesinato múltiple en un hotelucho de Harlem, y las pruebas encontradas parecen condenarlo. El tercer personaje constante de Celestin no es otro que Louis Amstrong, amigo también de Ida, junto a la que estuvo a punto de perder la vida y cuyo padre le enseñó música cuando no era más que un huérfano en Nueva Orleans. Amstrong llega también a la Gran Manzana tras una gira con su banda, consciente de que su tiempo parece haber terminado cuando todavía tiene mucha música dentro. Los tres personajes se moverán con el telón de fondo mafioso que ocupa la ciudad, entre ellos Gabriel, la mano derecha de Frank Costello, el Don de las familias, que aspira a salir indemne de su fuga de una vida que no le satisface.
Celestin es un escritor con muchas cualidades, la buena documentación ambiental es una de las mejores, y por el libro aparecen como coprotagonistas personajes reales, a veces fugazmente, como lo hace Stanley Kubrick, un veinteañero que colabora como fotógrafo para la revista Look por entonces, y prepara un reportaje fotográfico en el club del momento: el Copacabana.
Otra de las mejores cualidades de Celestin es como hace progresar en paralelo las tramas que nos presenta, y como acelera la tensión suavemente hasta llegar al vértigo de resolver los finales de cada uno de sus casos. En este Nueva York de 1947 hay locales reconocibles, el calor pegajoso de agosto y una de las nevadas del siglo que colapsó la ciudad; hay secuencias en el metro y en los mataderos, en Harlem y en La cocina del infierno (Hell's Kitchen); incluso nos lleva brevemente al Nápoles ocupado por el ejército de Patton. Desde luego si ya conocéis los dos primeros libros de Celestin no es necesaria mi recomendación para subiros al tercero, pero si no es así, y os gustan los thrillers de calidad, os espera un buen verano.
Carlos López-Tapia