"El gran Maurice"
La web oficial.
El argumento: La verdadera historia de Maurice Flitcroft, un padre de familia y operador de grúa en un pequeño pueblo inglés, que ve peligrar su puesto de trabajo debido a la inestabilidad económica del país. Tras ver un partido de golf televisado, Maurice se enamora del juego y decide participar en el torneo más importante del mundo, el Open Británico. Un plan maestro que tiene un único problema: Maurice no ha jugado al golf en su vida.
Conviene ver: "El gran Maurice" se centra en el golfista Maurice Flitcroft y en su participación en el campeonato británico de 1976 que le convirtió en una leyenda (a su manera) de este deporte. Lo particular del caso es que estamos ante un padre de familia y operador de grúa desaliñado de 46 años en un pequeño pueblo inglés que decidió participar en el Open Británico tras sentir una revelación viendo un partido de golf por televisión y con la salvedad de que nunca había jugado al mismo. Eso sí su baza era el firme propósito de cumplir por fin sus propios sueños tras una vida rutinaria y justo cuando su trabajo en los astilleros pendía de un hilo ante los inminentes recortes propios de la reconversión industrial que le empujaron también a adaptarse por él mismo. Una película amable, tierna e inspiradora rodada con el oficio propio de estas cintas británicas ideales para una tarde de lluvia. Tiene humor empático y crítica social sobre lo mediático del éxito y el fracaso a través del papel de los medios de comunicación, siempre deseosos de carnaza y de encumbrar héroes anónimos y derrocar villanos malcarados, a la hora de enfocar a uno de esos tipos que suenan como personajes de ficción, por lo estrambótico de algunos pasajes de la trama, pero que demuestran las caprichosas vicisitudes de pequeñas historias reales como ésta que terminan asombrando al mundo. Un tipo que no es nada más y nada menos que un hombre que cuida a su familia y busca potenciar sus sueños, máxima que le enseñaron cuando por la guerra tuvo que pasar tiempo con una familia de acogida que le abrió los ojos a otro mundo fuera de su pequeño pueblo, y que fue objeto de burla por sus nefastos registros en el golf pero que supo con su frescura, ingenuidad y bastante jeta meterse al público en el bolsillo frente a los snobs de turno acercando a una clase obrera y que se siente abandonada la posibilidad de cumplir los sueños por muy estrambóticos que puedan parecer. Además de ese humor picaresco y quijotesco hay que destacar el encanto que tiene la cinta a la hora de retratar la relación de este hombre con su mujer (una abnegada e incondicional relación de respeto y complicidad casi concebida como una fábula) pero también con sus hijos, especialmente aquel que asumió como propio (aunque no era de sangre) y que ha seguido laboralmente la tradición familiar pero que se enfrenta a la diatriba de quedar avergonzado por su padre frente a sus compañeros de trabajo en un momento en el que está prosperando en la empresa (jugando con la antena de la tele del pub para que no se ate cabos de que él y ese golfista ridículo comparten apellido). También mención, por supuesto, a esos otros hijos, gemelos bailongos de música disco que son improvisados caddys y cómplices, o el amigo jeta amante de lo ajeno. Con sus seis terrones de azúcar la película es un tierno retrato deportivo, familiar y social de un perdedor que nunca cejó en la fe que tenía en sí mismo y que compartió césped con mitos emergentes como Severiano Ballesteros llegando a asentar su propio hueco en la Historia y que presenta pasajes realmente deliciosos y reparadores gracias al trabajo de Mark Rylance (dándole inocencia y fuerza de voluntad a un personaje que en la vida real por los vídeos de los títulos de créditos finales pinta más ser un caradura) pero también de Sally Hawkins y la panoplia de secundarios entre familiares, amigos y burócratas elitistas del Open que encontraron en este Maurice no sólo un fantasma sino también un revulsivo a la hora de demostrar que el empeño lo es todo. Hay historias reales que, incluso presentadas como si fueran un cuento, parecen inimaginables gracias a esa máxima defendida por Maurice de que la práctica es el camino a la perfección y de que no hay que avergonzarse nunca de los sueños que uno tiene, no pudiendo nunca decir que no se ha intentado, ya que la ilusión y la constancia es la mejor arma frente a la falta de recursos y frente al desprecio del "establishment" y de los demás (directivos, periodistas, jugadores, etc...) que consideran que nunca serás capaz de lograrlo. Toda una sorpresa como cine edificante y humanista que está bastante por encima de las películas británicas del corte "feel good movie" y a la que no se le puede achacar absolutamente nada en contra ofreciendo un rato enormemente agradable a lo que contribuye su tono ligero y una luminosa fotografía siendo capaz de extraer tanto la risa (casi siempre) como la lágrima (sembrando emocionalmente con tino para cosechar ese resultado) cuando, a su manera, este hombre que quiso construir su propio destino consigue el reconocimiento merecido aunque sólo sea por su valentía, persistencia y ejemplo para los demás a la hora de no ponerse límites.
Conviene saber: Craig Roberts dirige la adaptación del libro de Simon Farnaby y Scott Murray.
La crítica le da un SEIS