"Doce Césares"

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Un busto del Museo Británico ha ocupado portadas, ha centrado exposiciones y hasta ha sido objeto de un par de documentales. Fue la imagen más famosa y reproducida de César desde mediados del siglo XIX hasta inicios del XX. Todos tenemos una silueta memorizada a través de las pantallas y decenas de películas y capítulos de series donde Julio César ha aparecido. Y ahora va Mary Beard y dice: "¿Qué pasaría si el busto del Museo Británico no fuese realmente César? ¿O ni siquiera de la época romana?". Este es el tipo de gancho, de juego, que emplea con constancia Mary en este y otros de sus estupendos ensayos sobre el mundo clásico. No deja de exponer certezas, muy pocas, y teorías, muchas; para poner la mayor parte en duda, y no dejar de suponer o imaginar el mundo de hace dos mil años. A menudo trata de encontrar personas detrás de los datos, como una escritora de novelas de misterio. Mary es inglesa, y disfruta de una cultura nacional que adora el misterio y al detective. Aquí ha decidido usar pipa y cachimba para enfocar la lupa sobre los Césares a los que el romano Suetonio dedicó uno de los pocos libros con salud universal de hierro: "Las vidas de los doce Césares".

Título: "Doce Césares"

Autor: Mary Beard

Editorial: Crítica

"Las dudas empezaron a aflorar poco después de 1846, cuando a la estatua le pusieron el nombre de César. Un manual del museo publicado en 1861 se encargó de refutar en absoluto la afirmación de que fuera César, sino uno de sus contemporáneos. Pero lo peor estaba aún por llegar...". Parece natural el que una gente que consideraba símbolo de nobleza y respeto hacer mascarillas de sus muertos, para luego coleccionar a sus antepasados y exponer sus máscaras, fueran quienes "inventaran" el busto retrato. Pero ¿ocurría eso con los emperadores?

Sean lo que sean las deducciones de Mary, son informadas y conscientes de que el cine, la novela, los videojuegos, toda la ficción sigue valorando el mundo dirigido por una docena de grandes personajes que, a la postre, todos menos uno de los doce murieron asesinados. Sus rostros verdaderos, si llegáramos a conocerlos, ¿nos dirían algo? o ¿usaban sus bustos para superponer el gesto a la fidelidad? Mary usa esos doce rostros para perseguir el rastro de las culturas en épocas diferentes. Va reconstruyendo el significado de la docena de Suetonio para los hombres del Renacimiento, del XVIII o para nosotros.

El libro muestra con fotos excelentes, las piezas más importantes de las que se mencionan, así que la obra propone también un duelo de miradas entre lectores y personajes en su mayor parte imaginados o desconocidos. Si no conocéis a Mary Beard de nada podéis comenzar con otros libros, tal vez el que tiene sobre Pompeya o "SPQR. Una historia de la Antigua Roma", pero si ya la habéis leído no es necesaria ninguna recomendación. Y sé que a ella no le gustaría que os dejara sin saber qué pasó con el famoso busto del británico, así que le cedo la palabra:

"En 1899, el historiador del arte Adolf Furtwängler proclamó que la cabeza no era antigua en absoluto («una obra moderna con corrosión artificial») y, aunque aquello no fue más que una bofetada pasajera, a partir de aquel momento incluso los más dispuestos a desecharlas tuvieron que reconocer que había dudas (con algo parecido a «La antigüedad de la cabeza del Museo Británico ha sido cuestionada, pero...»). A mediados de la década de 1930, estaba siendo trasladada de su puesto de honor en las galerías romanas a una ubicación también destacada, pero menos específica cronológicamente, a la entrada de la biblioteca del museo. El letrero no dejaba lugar a dudas: «Julio César. Retrato ideal del siglo XVIII. Roma, adquirido en 1818».

Este César nunca ha vuelto a recuperar su estatus de pieza antigua genuina y desde entonces ha pasado del cuidado y control del Departamento griego y romano del Museo al Departamento británico y medieval y de nuevo al primero, como si nadie pudiera decidir a qué lugar pertenecía aquel ejemplar incómodamente ilegítimo —una cosa sí es cierta: no es ni británico ni medieval—. Sin embargo, hasta 1961 no se presentó una argumentación técnica detallada contra la pieza: fue Bernard Ashmole, que había sido conservador de antigüedades griegas y romanas en el Museo Británico entre 1939 y 1956.

Ashmole argumentó con precisión sobre los golpes recibidos por el busto, distressing es el término técnico. "...Con la fraudulenta intención de hacer que parezca viejo. Es más, podían observarse zonas con restos de mármol pulido donde los golpes no habían alcanzado el nacimiento del pelo. Al parecer esta fue la prueba concluyente. La escultura ya no está expuesta en ninguna parte, aunque en ocasiones sale de su exilio en los sótanos para protagonizar exposiciones sobre importantes falsificaciones".

Durante más de dos milenios los retratos de los ricos, poderosos y famosos del mundo occidental han sido moldeados a partir de la imagen de los emperadores romanos, especialmente los doce Césares de Suetonio y Mary. Así que de nuevo Beard hace que Roma siga teniendo mucho que ver con nosotros.

Carlos López-Tapia

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