"Despidiendo a Yang", duelo, tecnología, familia y soledad
Querido Teo:
"Despidiendo a Yang" es el segundo largometraje de Kogonada tras "Columbus" (2017) y una carrera especializada en el video musical. Un cineasta estadounidense nacido en Corea del Sur que no sólo revierte las concepciones formales de la imagen sino que muestra también en sus trabajos uno de los temas que más le preocupa, el desarraigo, algo que vuelve a emerger como idea en una cinta que ha llegado directamente a España a través de Amazon Prime tras pasar por certámenes como Cannes 2021 y Sitges 2022.
“Despidiendo a Yang” es una cinta que transcurre a fuego lento en una cadencia melancólica que nos pone frente al espejo de lo que somos a través de la proyección de nuestros recuerdos y de la huella que dejamos en la vida de los demás. La cinta nos lleva a un universo distópico en el que los coches son automáticos, se organizan competiciones de bailes virtuales y desenfrenados con familias conectadas frente a la pantalla y los robots (y hasta clones) viven integrados en la sociedad como remedio frente a la soledad, un escenario no muy alejado del que vivimos ahora entre avatares, asistentes virtuales y una tecnología de la que cada vez hay más dependencia.
La cinta nos lleva a una familia multiétnica y moderna en la que vemos a un cultivador de té (Colin Farrell) y a una ejecutiva (Jodie Turner-Smith). Él blanco, ella negra, teniendo además una hija adoptada china que es la alegría de la casa junto a Yang, su hermano mayor. Pero si bien la pequeña ha sido adoptada él ha sido comprado porque en realidad es un robot creado por una empresa llamada Segundos Hermanos que ofrece a los padres adoptantes la posibilidad de hacerse con un hermano que cubra las distancias culturales y sociales ente los progenitores y el adoptado o adoptada para así evitar que éstos queden privados de las raíces del país del que se procede.
Yang sufre un fogonazo que le lleva a que su batería interna se funda lo que le deja inactivo iniciando el padre de familia un recorrido con el fin de encontrar la solución para que Yang vuelva a estar con ellos no sólo en cuerpo sino también en fondo al haberse convertido en uno más de la familia. Un recorrido que le llevará a vendedores que proponen cambiárselo por otro sin mayor atisbo de compasión, mecánicos que intentan aprovecharse de la situación, o incluso una conservadora de arte y exposiciones interesada en los tecnohumanos. Todo el mundo tiene solución para Yang pero ninguna es la que quiere ese padre y esa hija, que Yang vuelva a la vida y regrese a casa.
“Despidiendo a Yang” va calando en su modo de drama futurista delicado y sin alharacas que con sencillez y discreción entra en el corazón ante la inevitabilidad de la pérdida y el hecho de tener uno mismo que volver a encontrarse después de ello. La resignación en un mundo posthumano en el que lo que queda es la familia y el sentido de pertenencia. Una loa sobre los recuerdos y su capacidad de generar emoción y quedar propagados en el tiempo para entender de dónde se viene y el legado que uno deja tras su paso, mucho más indestructible e influyente que el que puede parecer a primera vista por lo determinante que se es para los que nos rodean ya que las acciones de uno tienen un alcance expansivo que sólo el tiempo podrá apreciar en su justa medida.
La vida y la muerte, junto al bien y el mal la contraposición que mueve el mundo y que va más allá de la concepción biológica o tecnológica ya que frente a la pérdida está lo que uno deja, las personas a las que ayudó y para las que fue importante. Porque detrás de Yang no sólo hay un robot, o un hermano mayor carismático y comprometido, sino también alguien que ha satisfecho su cometido y al que también se añora más cuando no está que cuando no se le valoró lo suficiente en la rutina del día a día. Hombres y máquinas conectados por la finitud del tiempo y por el hecho de no haber dicho “te quiero” las veces suficientes.
Una apuesta reposada y sensorial que se aprovecha de recursos formales sobre una fotografía tan apagada como el ánimo de unos personajes que tienen más incertidumbres que respuestas a pesar de formar parte de una sociedad en la que parecen tenerlo todo. Un trabajo preciso, íntimo y personal que habla de la identidad y en el que hay mucho de evocación más que de narración con un padre enfrentado a ese chip de recuerdos, en definitiva una caja que hay temor por abrir en la que realmente reside el valor que lleva a Yang a ser mucho más más que un autómata que presta un servicio.
Minimalismo preciosista con impacto humanista que cuenta con Colin Farrell como protagonista en el mejor año de su carrera habiendo encadenado la miniserie “La sangre helada” y las películas “Instintos ocultos”, “The Batman” y “Trece vidas”. Todo sin olvidar la próxima “Almas en pena de Inisherin” que le ha hecho ganar la Copa Volpi en el Festival de Venecia 2022. Una madurez arraigada, sobria y empática, en la que el rebelde “destroyer” ha dado paso a un actor eficaz, polivalente y que sabe elegir sus proyectos.
“Después de Yang” no es apta para impacientes pudiendo llegar a desesperar esa cadencia de atmósfera anodina pero bajo su superficie austera encierra un tratado reflexivo sobre algunas de las preguntas que se ha hecho el ser humano desde el principio del tiempo. ¿Qué lugar jugamos en el mundo? ¿Qué queda después de ya no estar? ¿Embellece el recuerdo lo que una persona fue en realidad? Dilemas que enarbolan a la familia, que en su forma de ser retratada recuerda por momentos a la de "Minari. Historia de mi familia" (2020) tanto en su sentimiento de núcleo reparador como en su relación con la tierra y la naturaleza, y que también nos lleva al tierno humanismo existencial de Yasujirō Ozu.
En todo caso, hombre o robot, el contribuir en favor de la vida de los demás es uno de los grandes dones de la condición humana en el mundo y por eso Yang, un prototipo reciclado, es posible que precisamente por ello fuera más humano que muchos. “Después de Yang”, un retrato de las piezas que hay que recomponer a la hora de enfrentarse al duelo, asienta la personalidad de un director como Kogonada y puede verse en casa a través de Amazon Prime.
Nacho Gonzalo