David Bowie, el artista libre, creativo y versátil
Querido Teo:
“Moonage daydream” es una odisea cinematográfica a través de la obra creativa y musical de David Bowie. El documental, que saca a la luz imágenes inéditas, ha sido dirigido por Brett Morgen, y ha requerido cinco años de trabajo, con el respaldo y la complicidad de la familia y los colaboradores de Bowie. Tras pasar este año por la sección oficial fuera de concurso de Cannes y por las Perlas de San Sebastián todo este tributo y derroche visual y musical dirigido a la figura de David Bowie llega este fin de semana en salas. Un nombre, un icono, un lienzo en blanco sobre el que el artista plasmó su creatividad y espíritu libre y rebelde y del que es buen momento repasar su relación con el cine.
David Bowie siempre cultivó el arte de la pantomima asistiendo a las clases de Lindsay Kemp durante la década de los 60, una vía de manifestación que contribuyó a cimentar la figura que le servía para dominar los escenarios y con la que Bowie se expresaba a la vez que se ocultaba dentro de la pose y la vistosidad de sus caracterizaciones. Un hombre tan renacentista e interesado en las artes en general no podía dejar de probar el gusanillo del cine y lo hizo en más de una ocasión a pesar de confesar en alguna entrevista que, en realidad, era una profesión que le aburría.
La primera incursión en el cine de Bowie fue muy apropiada para la imagen que se tenía de él en aquellos años. En “El hombre que cayó a la tierra” (1976) de Nicolas Roeg daba vida a un extraterrestre inexpresivo que busca agua para salvar a su planeta y que, para llegar a ese objetivo, no duda en subir los escalafones necesarios para ello en la sociedad a la que llega.
Después se convertiría en un objeto de placer en “Gigolo” (1978), concretamente un héroe de la I Guerra Mundial que, tras un tiempo en coma, descubre como ha cambiado el Berlín de la época y que pasaría por las camas y faldas de Kim Novak, Maria Schell, Sydne Rome o Marlene Dietrich en una ciudad asolada por el conflicto bélico. Sus ademanes aristocráticos y gusto en el vestir cimentaban con su personaje precisamente el sello del David Bowie que triunfaba en aquellos años como ídolo musical.
En los 80 vimos sus mejores trabajos en cine tal fue el caso de “El ansia” (1983), romance vampírico-lésbico de Tony Scott junto a Catherine Deneuve y Susan Sarandon en el que interpreta a un vampiro que envejece cuando pierde el favor de su amada, o “Feliz Navidad, Mr. Lawrence” (1983), siendo un prisionero británico en un campo de concentración japonés seducido por el oficial al que daba vida Ryuichi Sakamoto. Todo un acierto en forma de reclamo el de Nagisa Ōshima juntando a estos dos músicos. Era para Bowie su mejor trabajo.
Le veríamos en el universo de John Landis en “Cuando llega la noche” (1985), retratando la vida del Londres de finales de los 50 movido por nuevas corrientes musicales, sociales y raciales en “Principiantes” (1986), y también como el rey de los duendes en la imaginativa "Dentro del laberinto" (1986) de Julien Temple siendo a la postre el personaje que más ha trascendido de su vida cinematográfica reuniendo en forma y fondo la esencia del Bowie más puro.
Sería Poncio Pilatos en “La última tentación de Cristo” (1988) de Martin Scorsese y, a partir de ahí, iría espaciando sus apariciones en cine alejado ya de cualquier veleidad de protagonista. Estuvo en la película de “Twin Peaks” (1992), dio vida con bastante acierto a su amigo Andy Warhol en “Basquiat” (1996), hizo de sí mismo arbitrando en “Zoolander” (2001) o en la serie “Extras” (2006). Además fue el sobrio e intrigante de un Nikola Tesla obsesionado por la clonación en “El truco final (El prestigio)” (2006).
En cambio fracasó en un enredo romántico de poca monta junto a Rosanne Arquette en “Encadenadamente tuya” (1991) o en el pseudowestern “Il mio West” (1998) con Harvey Keitel, construyéndose un vehículo para él en la fantasiosa y elegiaca “El secreto del señor Rice” (2000).
Una inquietud actoral que le llevó incluso a protagonizar en las tablas una adaptación de "El hombre elefante" y que fuera tentado para ser el Gandalf de "El señor de los anillos" siendo su apretada agenda lo que impidió que se comprometiera para las tres películas de la saga de Peter Jackson.
Eso sí, el cine no ha dudado en utilizar sus temas en más de 500 películas suponiendo toda una garantía de éxito en cualquier banda sonora. David Bowie, todo un artista que en sus múltiples formas y variantes siempre enseño y defendió a través de su arte y su capacidad de transformación y reinvención, así como su faceta eléctrica y sensorial sustentada en el sonido y el color, uno de los mayores tesoros de los que se puede poseer, la capacidad de ser libre.
Nacho Gonzalo