Conexión Oscar 2025: "Anora", la nueva vida de una favorita agazapada que siempre estuvo ahí

Conexión Oscar 2025: "Anora", la nueva vida de una favorita agazapada que siempre estuvo ahí

1 Sarcofago2 Sarcofagos3 Sarcofagos4 Sarcofagos5 Sarcofagos (2 votos, media: 5,00 de 5)
Cargando...

Deja tu comentario >>

Querido Teo:

Los Oscar 2025 han dictado sentencia pero es el tiempo el que dirá el papel que jugará "Anora" en la historia de los Oscar. De momento todo el mundo tiene claro que estamos ante el triunfo del cine independiente (como el propio Sean Baker se encargó de reivindicar) siendo una película que costó seis millones de dólares y que con su mezcla de géneros ha sabido conectar allá donde ha ido dando valor a unos personajes abandonados por el sistema y rotos emocionalmente que sólo se tienen a ellos para salir adelante. A pesar de todo el cine de Sean Baker no renuncia a la luminosidad gracias a la fuerza de unos perdedores que tiran de personalidad y carácter ganándose el respeto ellos mismos a base de su dignidad frente a la explotación y el desprecio de los demás.

"Anora" se prepara para un nuevo tiempo. Después de ser una favorita agazapada que pocos quisieron ver (se dio demasiada importancia a su derrota en los Globos de Oro) ahora ya es una ganadora del Oscar que supo coger fuerza en el momento definitivo justo cuando el ruido mediático se perdía entre las polémicas que minaron al resto de candidatas que en algún momento pudieron sonar como alternativas.

El centro de la diana se lo llevó "Emilia Pérez" pero no hay que olvidar el cuestionamiento de la Inteligencia Artificial en "The brutalist", los memes de "Cónclave" o el hecho de que auténticos artefactos taquilleros como "Wicked" o "Dune. Parte 2" quedaran como ejercicios lustrosos pero vacíos frente a historias más complejas, humanas y que saben conectar con el público que está dispuesto a descubrirlas siendo más allá de una mera evasión.

Jacques Audiard pecó de arrogancia e hipocresía, siendo la gota que colmó el vaso sus vaivenes ante la polémica de "Emilia Pérez", y Brady Corbet evidenció cierta aspereza rocosa con la que no ha sabido vender (al final los Oscar tienen mucho de marketing y de simpatías) su recital detrás de las cámaras en "The brutalist" más allá de una campaña que ha estado más centrada en lo bien que se ha amortizado en pantalla los seis millones de dólares de presupuesto de una película ambiciosa y épica desde su concepción.

Frente a eso hemos tenido a un Sean Baker que ha sabido hacerse a sí mismo como cineasta viniendo desde abajo y que se ha situado como un claro exponente de una forma de hacer cine en Estados Unidos adentrándose en la miseria pero dotándola de luz sin romantizarla ni frivolizarla. Un cine suburbial y de conciencia de clase que ha ido cogiendo poso en el panorama cinematográfico hasta convertirse en un imprescindible que ya se estaba mereciendo un reconocimiento como el conseguido.

Su ópera prima, "Starlet" (2012), partió de un presupuesto de 235.000 dólares y hace diez años rodaba con un iPhone "Tangerine" (2015). El circuito festivalero le aupó y le dio visibilidad con “The Florida project” (2017) y “Red rocket” (2021), películas honestas en una amalgama de descaro y desazón en las que nunca se juzgan las decisiones de sus personajes, gente de dudosa moralidad que intentan sobrevivir como pueden frente a las adversidades del día a día en un país que les da la espalda, y que saben hacer que el espectador empatice de una manera natural para, casi sin aparente esfuerzo, lograr entenderlos y después terminar volteado.

Transexuales, críos desamparados que contrastan su realidad con el parque Disney que divisan desde el horizonte, madres solteras al borde de la exclusión social, actores porno con síndrome de Peter Pan y crisis existencial o trabajadoras sexuales que muestran su afecto a los demás a través de su cuerpo, forman parte de una galería de personajes coronados por el que le ha valido la estatuilla a Mikey Madison.

Su Ani es ahora un emblema de la filmografía de Sean Baker por toda la complejidad física y psicológica que desborda en un recital que los Oscar no han dudado en abrazar siendo la portada de The Hollywood Reporter que vivió con ella el día después de la resaca de emociones

Si el año pasado hablábamos de ese abrazo que implicaba pasar el testigo entre Steven Spielberg y Christopher Nolan la Academia ha sabido ser inteligente recreando un momento similar entre Quentin Tarantino y Sean Baker. Tarantino revolucionó el cine de los 90 a través de unos personajes auténticos y llenos de imperfecciones pero con capacidad para conectar con el espectador frente al aborregamiento de un Hollywood de carril.

La industria de Hollywood terminaría apropiándose de ese "enfant terrible" por una cuestión de supervivencia ya que la misma necesita adoptar esas voces que refresquen el panorama cinematográfico ante el peligro que tiene Hollywood de anclarse en una jaula de oro entre secuelas, remakes y algoritmos perdiendo el sentido de un público que evoluciona con el tiempo y que puede terminar agotado ante una oferta tan apabullante como rutinaria. Baker habla de condenados a la marginación que buscan mantener su integridad frente al cruel capitalismo.

Más que una carrera perfecta lo que ha hecho "Anora" es rubricar una carrera completa que ha abarcado 10 meses. En el pasado mes de mayo lograba la Palma de Oro del Festival de Cannes (quinta consecutiva para una película de NEON y asentando la cada vez mayor influencia del certamen francés en la temporada de premios) y ahora se corona con un Oscar que demuestra no sólo que siempre fue la opción de consenso sino que en verdad es una opción que ha terminado apasionando.

Sólo así se explican los 5 Oscar de 6 nominaciones que ha permitido que Sean Baker sea la primera persona en conseguir cuatro premios a título personal por una misma película (productor, director, guionista y montador) en una misma edición de los Oscar. NEON se confirma, sin hacer ruido, como una de las marcas claves en la distribución cinematográfica y que sabe manejar muy bien las inercias de las campañas habiendo invertido en la promoción el triple de lo que costó la película (18 millones de dólares).

El premio a dirección de Sean Baker es una muestra de que no siempre la puesta en escena más vistosa o apabullante tiene las de ganar. No es la primera vez y es que lo que se reconoce en esta ocasión es una propuesta muy medida y engrasada pero que se percibe fresca y espontánea revirtiendo las claves de la comedia romántica de los 90 restándole la banalidad propia de la inocencia de aquellos años para añadirle deslumbrantes dosis de realismo sin abandonar una profunda empatía y un encomiable respeto a sus personajes y a la libertad de la que son merecedores aunque sea para decidir qué hacer con su cuerpo.

Algo que no nace de la casualidad sino que partiendo de un sólido guión (con una mezcla de géneros magistral que cubre el amplio arco de un tono de comedia que va desde lo hilarante a lo amargo) y un estimulante montaje (que sabe equilibrar el terreno en el que se mueve la cinta en cada momento y hacer respirar de forma orgánica el caos aparente) ha dado vía libre para que emergiera el talento de unos actores que en ningún momento parece que lo sean. Vertebrar todo eso, como responsable de que la orquesta suene afinada, es lo que le ha dado la estatuilla.

Hemos dado tanto peso a las narrativas en la carrera al Oscar que cuando gana la mejor interpretación se pone en entredicho. No hay nada que indique la Academia no haya hecho otra cosa que votar a la interpretación que más le había gustado e incluso Demi Moore y Fernanda Torres no dan ni el más mínimo atisbo de cuestionamiento.

El Oscar de Mikey Madison ganará con el tiempo siendo una interpretación incontestable y sorprendente para una joven de 25 años que, hasta ahora, lucía una filmografía de poco más de una decena de títulos abordando con "Anora" su primer protagonista. Hasta ahora lo más reseñable era la serie "Better things" (2016-2022), ser una de las chicas de Charles Manson en "Érase una vez en... Hollywood" (2019) y formar parte del "reboot" de "Scream" (2022).

Mikey Madison pasa del descaro, el arrojo y la determinación a la vulnerabilidad, la frustración y la desilusión de ver como ha sido protagonista de un cuento de hadas creado por ella misma. Por una ilusión y una aspiración de tener una vida mejor que la sociedad no permite darle tanto por su origen como por su condición dándose de bruces con la realidad en un elemento tan simbólico para la comedia romántica (aquí revertida alejándose de todo idealismo cultivado por el cine) como es frente a un avión a punto de despegar con su corazón haciéndose añicos en las escalinatas. Una Cenicienta de extrarradio, una "Pretty woman" del siglo XXI, que se obnubila por una oportunidad que puede cambiar su suerte.

La muestra de una juventud que se deja llevar por la banalidad del desenfreno, el dinero, los vicios y la noche no siendo más que un espejismo idealizado y vacío que, en realidad, pretende hacer huir de una realidad más dolorosa pero también más necesaria porque, para bien o para mal, es la que nos da razón de ser, no nos lleva a engaño y, en verdad, nos hace tener los pies en el suelo haciéndonos conscientes de las complejidades de una vida muy distinta a los cuentos de hadas.

Una chica acostumbrada ser vista y valorada por los hombres desde la cosificación y desde el sexo (habiendo interiorizado que es lo que puede ofrecer y lo que se espera de ella) y que, cuando se quita la coraza dejándose llevar por la ilusión de un amor libre e inesperado, queda expuesta con toda su fragilidad. Es por ello que la construcción de su personaje, en un epílogo que culmina el viaje de manera magistral, a través de un derrumbe emocional necesario para depurar todo lo vivido, es la mejor vía para la aceptación y encontrar el respeto hacia uno mismo.

En la vida para aprender hay que perder y, en definitiva, es la manera para que desde las lágrimas emerja la fuerza que radica en el interior de cada uno; no para desengañarse con el mundo pero sí para concluir que la libertad nace en uno mismo. Es lo que siente una Ani que frente a su seguridad y desparpajo frente al mundo no es más que una joven que, pensando que ella sí que es capaz de escapar de esa espiral, todavía ha visto brotar en ella la posibilidad de un destino distinto antes de verse engullida por el desencanto y el hastío del paso de los años cuando se toma conciencia que los príncipes no existen ni tampoco aparecen pigmaliones galanes como el Richard Gere de la película de Garry Marshall.

Mikey Madison tendrá que superar la presión de un Oscar recibido a una edad tan temprana (es la novena más joven en lograrlo a sus 25 años y 342 días) pero poco se puede cuestionar un trabajo que ha partido de ser una de las revelaciones del año a ser una de esas interpretaciones que se recuerdan con el paso del tiempo gracias a todos los matices que imprime una Mikey Madison alejada de tics interpretativos o imposturas y afrontándolo con una desbordante autenticidad siendo testigos del empeño de esa joven por no dejar escapar el futuro de hedonismo y sin preocupaciones que se le brinda ante sus ojos.

Ser el mascarón de proa de la ganadora del Oscar y lo incontestable de su trabajo ha sido superior a la fuerte narrativa generada por una Demi Moore que, a pesar de todos los premios previos importantes, ha visto como en realidad había más ganas de premiarla a ella por ser quien es, y por su resurrección frente a años de travesía en el desierto combatiendo frente el desdén y el edadismo, que por su trabajo en sí.

El Bafta ya evidenció que su posible premio estaba en cuestión y que Mikey Madison también se impusiera a Demi Moore en los Independent Spirit Awards fue otro indicador. Una Academia más global y diversa (sin tanto peso del Hollywood más industrial) ha vuelto a dejar truncado un "comeback" a lo grande como los que tampoco fructificaron en su día de Lauren Bacall, Burt Reynolds, Bill Murray, Mickey Rourke, Michael Keaton o Sylvester Stallone.

"Anora", en verdad, siempre estuvo ahí como una opción de consenso que tuvo como principal acierto no sobreexponerse hasta que el Gremio de Directores (DGA) y el Gremio de Productores (PGA) marcó el que iba a ser el destino de esta carrera. Es mérito de NEON que no sólo ha asentado el espíritu de colectividad familiar entre los miembros del equipo (se demostró con el cariño que despertó el equipo de "Parásitos" en su momento) sino que ha sabido reivindicar la figura de un cineasta como Sean Baker, de esos que siguen moviéndose por la ilusión y la pasión por su oficio a pesar de que cada proyecto sea quimérico desde el punto de vista artístico y arriesgado desde el punto de vista económico.

Un cine que nace en festivales, se nutre del boca-oreja para un público que busca historias valientes, diferentes, genuinas y comprometidas y que encuentra su razón de ser en salas, siendo para Baker "un elemento de unión en tiempos de división".

Baker instó a los padres a que fomentan la asistencia de sus hijos a las salas y le agradeció a su madre, en el día de su cumpleaños, que ella lo hiciera cuando él tenía cinco años. "Estamos todos aquí esta noche y viendo esta transmisión porque amamos las películas. ¿Dónde nos enamoramos de las películas? En el cine. Ver una película en el cine con público es una experiencia. Podemos reír juntos, llorar juntos y, en una época en la que el mundo puede sentirse muy dividido, esto es más importante que nunca. Es una experiencia comunitaria que no se obtiene en casa. Y ahora mismo, la experiencia de ir al cine está amenazada. Sigan haciendo películas para la pantalla grande. Yo sé que lo haré". 

"Anora" no es una propuesta de las que dan réditos a una industria codiciosa y que busca estímulos para un espectador fagocitado por los tiempos de redes sociales y plataformas pero su triunfo en los Oscar da sentido a los festivales, a la experiencia de ir al cine y, sobre todo, a dignificar (con historias no exentas de desencanto y amargura pero sí con mucha honestidad y verdad) un tipo de cine que nos hace reafirmarnos en lo maravillosa que es esta pasión común creando momentos ya tan icónicos como en el que suena el Greatest day de Take That.

Un triunfo que va muy en la línea de lo que se está evidenciando en las últimas ganadoras. 4 de las últimas 5 películas merecedoras del Oscar están protagonizadas por mujeres. Entre 1928 y 2019 sólo 17 cintas contaban con una mujer protagonista.

Que los Oscar estén de acuerdo en ello no sólo encumbra a "Anora" sino que habla muy bien de una Academia que desde hace años explora nuevos caminos sorprendiéndonos edición tras edición, no dudando en reconocer en este caso a un cine independiente, comprometido, crítico y libre; de alto contenido sexual, con diálogos muy explícitos, habiendo dejado caduca e inservible (no hace falta más que ver a la mayoría de nominadas) esa etiqueta de "oscarizable" que desmonta cualquier predicción temprana previa al verano que se deje llevar sólo por el reclamo de los nombres.

Nacho Gonzalo

¿Compartes?:
  • email
  • PDF
  • Print
  • RSS
  • Meneame
  • del.icio.us
  • Facebook
  • Google Bookmarks
  • Twitter
  • FriendFeed
  • LinkedIn

Comentarios

Suscríbete
Notificar
guest
0 Comentarios
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
3
0
Me encantaría conocer tu opinión, comenta.x
()
x