Conexión Oscar 2024: Robert Downey Jr., auge, caída, resurrección y gloria
Querido Teo:
Si ha habido una narrativa fuerte que nos ha acompañado durante toda la carrera al Oscar no ha sido otra que la de Robert Downey Jr. como potencial ganador del Oscar. Es verdad que el destino le ha hecho llegar como favorito a lomos de la potencial ganadora del Oscar a mejor película pero tenemos cero pruebas y ninguna duda de que Hollywood no iba a desaprovechar la primera oportunidad que tuviera para darle el Oscar a una de esas figuras que son unos de los ejemplos de resurrección artística más abrumadores que se han podido ver en la industria. De ser uno de los actores más prometedores y carismáticos de su generación a finales de los 80 y primeros 90, a caer en el abismo de las adicciones, para luego resucitar como mascarón de proa del nuevo cine de acción representado por Marvel y ahora, por fin, llegar a ese Oscar que su mala cabeza primero y la hipoteca con Marvel después no ha hecho más que retrasar a pesar de que todos supiéramos que tenía que llegar algún día.
Robert Downey Jr. es el claro exponente de neoyorquino hijo de la escena underground. Nacido en Manhattan el 4 de abril de 1965, hijo de un director y actor ocasional y de una actriz, el pequeño pasó su infancia en Greenwich Village pasando esos primeros años rodeado de drogas, su padre era adicto, y de ínfulas sobre él ya que su padre no dudó en hacerlo debutar con sólo cinco años en una de sus películas, “Pound” (1970), a la que sucederían “Greaser’s palace” (1972) o “Moment to moment” (1975). La conexión entre padre e hijo se sustentaba desde los 6 años en compartir noches ingiriendo sustancias construyendo la carne de cañón de un futuro adicto cuyo destino se abocaba al abismo y que en su momento declaró haber probado 70 sustancias químicas diferentes.
A los 10 años, sus padres lo enviaron a Inglaterra para estudiar ballet clásico y así potenciar su imagen corporal. Al volver a Estados Unidos, estudió en su adolescencia en el Stagedoor Manor Performing Arts Training Center, un centro de artes escénicas. En 1978, sus padres se divorciaron y Downey se mudó con su padre al estado de California, donde estudió en la Santa Mónica High School hasta 1982, momento en el que decidió que lo suyo era la interpretación.
De esa primera época llegarían “Un extraño en casa” (1984), “La mujer explosiva” (1985) o “A toda marcha” (1985), coincidiendo con una nueva generación de intérpretes que intentaba conectar con las inquietudes de la generación de la época combinando ese toque naif de la década pero también con su rebeldía característica. Teri Garr, Anthony Michael Hall, James Spader o Sarah Jessica Parker fueron los primeros compañeros y cómplices de un Downey Jr. que destilaba carisma y energía lo que le llevó a ser reclutado por el “Saturday Night Live” en un momento de renovación del espacio.
A pesar de la sangre nueva el formato experimentó sus peores índices de audiencia y fue sumamente criticado por la prensa. La revista Rolling Stone nombró a Downey “el peor actor de la historia de Saturday Night Live”. Por ello, fue despedido tras aparecer en 16 episodios entre 1985 y 1986. No sería la primera vez que tendría esa sensación pero Downey Jr. siempre ha sabido levantarse y supo convencer como el militar Bruno Mussolini en la miniserie “Mussolini: La historia desconocida” (1985) para mayor gloria de un George C. Scott que interpretaba al dictador italiano.
La presencia de Robert Downey Jr. en el cine era cada vez menos anecdótica y fue encadenando títulos como “Regreso a la escuela” (1986), “América” (1986), “Labios de alquiler” (1987) o “El cazachicas” (1987), su primer protagonista como un seductor tan crápula como ingenuo demostrando su capacidad para conectar con el público. Molly Ringwald le acompañaba en esta propuesta ligera pero efectiva.
Pero el talento de Robert Downey Jr. se quedaba pequeño en comedias juveniles alimenticias y demostró todo lo que era capaz en “Golpe al sueño americano” (1987), descarnada adaptación de la novela de Bret Easton Ellis explorando algo demasiado oculto bajo la alfombra, la desenfrenada juventud estadounidense de la clase alta a través de un joven de Beverly Hills, rico y encantador, que a pesar de tenerlo todo cae en la droga amenazando con arrasar todo a su paso, incluso los amigos que intentan ayudarle.
Una juventud autodestructiva corrompida por el dinero y la droga que era el reverso de esa generación sana y distendida que se mostraba en otro tipo de películas siendo un golpe de atención sobre uno de los males de la época de los que el propio Downey Jr. era víctima.
Seguirían más títulos como la deportiva y estudiantil “Johnny Superstar” (1988), la antimilitar “1969” (1988), el idealismo judicial del thriller “Sólo ante la ley” (1989), el falso documental sobre el mundo del cine “That’s adequate” (1989) o “El cielo se equivocó” (1989), una comedia romántica y de enredo con Ryan O’Neal reencarnándose en un joven con el rostro de Downey Jr. para volver a conquistar a su mujer, una estupenda Cybill Shepherd.
Volvería a rodar bajo las órdenes de su padre en “Locuras de familia” (1990) y en “Air America” (1990) conocería al que sería posteriormente uno de sus grandes defensores en la industria en sus peores momentos, un Mel Gibson en la cresta de la ola. Pero la que siempre merece recomendación es la estupenda “Escándalo en el plató” (1991), una parodia de las entretelas de los culebrones televisivos llenos de prisas, egos y ambición con un reparto en estado de gracia conformado por Sally Field, Kevin Kline y Whoopi Goldberg también en un momento dulce de sus carreras.
La carrera de Robert Downey Jr. no podía ir más “in crescendo”, aunando simpatía del público y de la industria por un carácter desbordante que generaba gran empatía ante el dominio ante la cámara del actor. Todo ello logrando superar el reto de interpretar nada más y nada menos que a “Chaplin” (1992) en el biopic de Richard Attenborough en el que demostraba no sólo su enorme versatilidad sino el que estaba llamado a grandes cotas.
Una cinta que costó en levantar en busca de financiación y que fue infravalorada por su carácter formulario pero que encerraba grandes momentos (como aquel en que Chaplin se encuentra con la indumentaria que hará realidad su alter-ego) y que era capaz de adentrarse en las luces y sombras del genio visionario que tocó el cielo pero que después terminaría con causas judiciales, exiliado y con la amargura de ser definidor de un cine que ya quedaba en el pasado.
Downey Jr., que aprendió a tocar el violín y jugar al tenis, estuvo nominado al Oscar y al Globo de Oro haciéndose con el premio Bafta al mejor actor sabiendo no sólo captar la esencia del genio y de la persona detrás del mito sino en ser también convincente caracterizado como un anciano.
Quizá era demasiado pronto para encumbrar a un actor en el que se depositaban todas las esperanzas de la industria (tampoco sabemos como lo hubiera asimilado alguien tan inestable en la juventud) recayendo el Oscar en el eterno nominado Al Pacino por "Esencia de mujer" en uno de los mejores quintetos a la estatuilla de mejor actor que se recuerdan.
Formaría parte del reparto coral de “Vidas cruzadas” (1993) de Robert Altman (llevándose todos ellos un Globo de Oro especial) y volvería a brillar en “Corazones y almas” (1993), una cinta claramente heredera de la década anterior con cuatro personas, dos hombres y dos mujeres, que mueren en un accidente de autobús y cuyas almas se convierten en los amigos invisibles de un niño que nace en el mismo momento en que ellos mueren acompañándole durante treinta años buscando resolver sus asuntos pendientes antes de dejar atrás ese limbo. Tierna, divertida y con buenos sentimientos.
Los grandes directores ya se fijaban en él y encadenó el drama de época “Restauración” (1994) de Michael Hoffman, la mordaz “Asesinos natos” (1994) de Oliver Stone y esa delicia romántica “Sólo tú” (1994) de Norman Jewison en la que el amor, el destino y los paisajes de la Toscana jugaban un papel fundamental formando con Marisa Tomei una pareja romántica a reivindicar en el cine de los 90.
Un estatus que le permitiría combinar el proyecto personal de un viejo amigo, “Ave Cesar” (1994) de Anthony Michael Hall, y también formar parte de “Ricardo III” (1995) de Richard Loncraine, o la familiar “A casa por vacaciones” (1995) de Jodie Foster en esa sátira costumbrista de la disección de una familia usamericana y las miserias que guarda bajo la alfombra en plena celebración de Acción de Gracias con reproches y confesiones con el pavo de por medio.
En 1996 Downey comenzó a acumular episodios en su leyenda negra. En abril de ese año, fue arrestado en la ciudad de Los Ángeles por conducir su coche a gran velocidad y por posesión de cocaína, heroína y un Magnum 357 en la guantera. Un mes después, mientras estaba en libertad condicional, fue nuevamente arrestado por irrumpir en la casa de uno de sus vecinos mientras estaba bajo los efectos de narcóticos y quedarse dormido en la cama del hijo de los mismos. Su estado era tal que se había equivocado de casa. Se le impusieron tres años de libertad condicional y exámenes de drogas regulares.
Libertades condicionales, entradas y salidas de prisión e ingresos en centros de desintoxicación fueron los escenarios en los que el prometedor Downey Jr. dilapidaba su recién estatus conseguido. En 1997 se negó a recibir una de las pruebas y pasó seis meses en la prisión de Los Ángeles. Tras ser liberado, Downey fue nuevamente arrestado en 1999 por haberse negado a otra prueba de drogas. En esta ocasión, fue sentenciado a tres años en prisión.
Downey Jr. no sólo llenaba la prensa esos años por sus problemas judiciales sino que hizo perder a los Estudios importantes sumas de dinero siendo despedido de varias producciones. Durante ese tiempo se fueron estrenando “Zona peligrosa” (1996), “Un hombre para dos” (1997), “Después de una noche” (1997), “Hugo Pool” (1997), “U.S. Marshals” (1998), “Conflicto de intereses” (1998), “Dentro de mis sueños” (1999), “Amigos y amantes” (1999), “Bowfinger, el pícaro” (1999), “Blanco y negro” (1999) o “Jóvenes prodigiosos” (2000) pero, sobre todo, se convirtió en una presencia incómoda y no pocos apostaban de que acabaría en alguna cuneta más pronto que tarde por lo que Hollywood, no sin lamento, tenía claro que no podía hacer más por él. Era la definición de un caso perdido.
No obstante, aunque tenía más relación con policías y más de un delincuente con el que hizo amistad en prisión, el destino parece que siempre ha estado esperándole para relanzar de nuevo su carrera como si el mundo no pudiera permitirse perder a un actor de tal magnitud. Tras estar un año encarcelado, a Downey Jr. se le concedió libertad condicional pagando una fianza de 5.000 dólares siendo liberado en el año 2000. David E. Kelley, uno de los tótems de la ficción televisiva esos años, decidió contratarlo como un golpe de efecto que revitalizara la serie “Ally McBeal” uniéndose en la cuarta temporada de la serie.
Robert Downey Jr. dio lo mejor de sí, además de demostrar sus buenas dotes para la canción, encajando como un guante en una serie en la que se convirtió en el interés amoroso de la protagonista dando vida a Larry Paul, un padre soltero tan perdido como la abogada a la que daba vida Calista Flockhart pero con la que la atribulada protagonista parecía por fin haber encontrado su alma gemela. La química entre ambos hizo el resto y pocas veces se ha visto una serie que fuera capaz de encontrar un nuevo sentido a la misma en una tanda de capítulos especialmente memorable.
La serie fue capaz de dar su mejor temporada con un Downey Jr. que brilló en la misma a pesar de estar hasta arriba de sustancias y de que puso en jaque a la producción teniendo que abandonar a mitad de temporada ya que Downey fue arrestado el Día de Acción de Gracias del 2000 mientras se hospedaba en un hotel en Palm Springs, luego de que la policía encontrara cocaína y diazepam en su habitación. Estuvo tres meses en prisión, saliendo en libertad bajo fianza en marzo de 2001, volviendo a la serie pero incapaz de aprovechar la oportunidad que se le estaba dando.
Solo unas semanas más tarde, en abril, fue nuevamente arrestado tras haber estado paseando descalzo por Culver City bajo los efectos de la cocaína. Sin embargo, fue liberado horas después. Tras esto, los productores de "Ally McBeal" despidieron al actor y regrabaron los episodios de la serie que lo involucraran lo que dejó un final abrupto distinto al imaginado y aceleró el final de una serie que no pudo nunca volver a emular el momento álgido de ver a Robert Downey Jr. cantando con Sting. Ganó el Globo de Oro y el Gremio de Actores (SAG) pero, ya con el despido efectivo, perdió el Emmy meses más tarde en manos de su compañero de reparto Peter MacNicol.
En julio de 2001, Downey apeló a la “nolo contenderé” durante su juicio y evitó cumplir tiempo en prisión; por el contrario, fue enviado a un centro de rehabilitación y tres años en prueba, en parte apoyado por una nueva ley aprobada en el estado de California que daba ventaja a los acusados de adicción de apelar a rehabilitación en lugar de prisión.
A pesar de que había declarado años anteriores que su carrera ya le daba igual, Robert Downey Jr. estaba dispuesto a dejar todo esto atrás aunque se encontró con un Hollywood que le había cerrado las puertas y que no estaba dispuesto a financiar sus correrías y hacerse cargo de los seguros.
Aquí fue clave Mel Gibson que costeó el seguro del Estudio para que Downey Jr. protagonizará “El detective cantante” (2003), con el tiempo película de culto pero que fue un fiasco cuando se estrenó. A pesar de ello Mel Gibson volvió a costear el seguro en “Gothika” (2003), cinta de terror de bajo presupuesto junto a Halle Berry y Penélope Cruz que sí que funcionó mucho mejor.
La desvergonzada “Kiss Kiss Bang Bang” (2005) fue el punto de inflexión que iniciaría la inercia de resurrección de Robert Downey Jr. en una comedia negra dirigida por Shane Black y en la que el productor Joel Silver decidió apostar por él y por el tándem que formó con Val Kilmer. Todo ello lo alternó con la promoción del disco “The futurist” con el que colmó el gusanillo de lo canoro tras las buenas críticas en este aspecto recibidas en “Ally McBeal” en la que versionó a nombres como Bruce Springsteen, Joni Mitchell o Police.
Downey Jr. fue modélico y su puntualidad metódica así como buen hacer en los rodajes sustituía las ausencias y vaivenes de antaño lo que le hizo encadenar “Buenas noches y buena suerte” (2005), “Game 6” (2005), “Cariño, estoy hecho un perro” (2006), “Retrato de una obsesión” (2006), “A scanner darkly” (2006) o “Memorias de Queens” (2006), un proyecto en el que conectó con la propia historia de Dito Montiel y el Nueva York de las calles en las que el propio actor se había criado de joven suponiendo toda una catarsis personal.
Para entonces Robert Downey Jr. ya se había casado por segunda vez al divorciarse de la actriz Deborah Falconer con la que estuvo unido entre 1992 y 2004 iniciando una nueva vida con la productora televisiva Susan Levin a la que conoció durante el rodaje de “Gothika”, casándose con ella en 2005, teniendo un hijo y una hija (Downey ya tenía un hijo de su matrimonio anterior) y siendo responsable de centrar al actor a nivel personal y profesional canalizando esa desbordante personalidad que le llevó por terrenos oscuros a la pasión por el oficio y en una vida más zen y saludable de la que ahora hace gala.
“Zodiac” (2007) fue el pórtico de lo que estaba por venir dando vida a ese periodista tan desnortado y verso libre como apasionado de su oficio en la investigación llevada a cabo por el San Francisco Chronicle a raíz de las cartas con las que un asesino en serie atemorizó a la ciudad. Había vuelto el Downey Jr. talentoso capaz de introducirse en un personaje hasta su esencia y asentándose como lo que siempre había sido, un actor de carácter que daba lustre y calidad a cualquier reparto como lo era en la cinta de David Fincher.
“Tropic Thunder” (2008) le valió una sorprendente nominación al Oscar (sólo la segunda de su carrera) en el que había más de ganas de volverlo a ver jugar en las ligas grandes a pesar de lo desternillante de esa interpretación como un actor de método que interpreta a un negro interpretando a otro negro en lo que era una ingeniosa parodia del cine bélico traumatizado por lo vivido en Vietnam que se hizo popular en Hollywood durante la década de los 70 y 80. Una locura veraniega que todavía se recuerda por él y por los bailes de Tom Cruise.
Una nominación apoyada también en el éxito paralelo, también durante ese verano, de “Iron Man” (2008) siendo uno de los castings más decisivos para un actor y más arriesgados para la industria en la que Hollywood dejaba las llaves de su pretendido imperio Marvel en un actor que hasta hace bien poco era el más firme representante de crónicas desde el trullo.
Tom Cruise, inicialmente pensado en un primer momento, se hizo a un lado (al igual que pasó con “Chaplin”) y dio a Robert Downey Jr. toda una carrera para el público del siglo XXI y una estabilidad envidiable con unas ganancias de más de 250 millones de dólares y diez películas (desde “Iron Man” en 2008 a “Los vengadores: Endgame” en 2019).
Todo en un universo de Marvel que a nivel cinematográfico no habría sido posible sin él pero que, por otro lado, también ha hipotecado su carrera durante este tiempo privándole de acceder a otro tipo de proyectos (se le tuvo en cuenta para protagonizar "Gravity" de Alfonso Cuarón o "Puro vicio" de Paul Thomas Anderson así como en la serie "Perry Mason" quedándose en tareas de producción).
Explotando el filón taquillero de Robert Downey Jr. Warner Bros. no dudó en contar con él para ser el Sherlock Holmes de versión más desmitificadora y gamberra a cargo de Guy Ritchie en las películas de 2009 y 2011 formando un tándem tan improbable como efectivo con Jude Law. Mejores datos en taquilla que ante la crítica lo que ha imposibilitado que se hayan decidido por la tercera entrega que más de una vez se ha rumoreado.
Este personaje salido de la pluma de Arthur Conan Doyle (que hubiera vuelto a la tumba al ver esta versión) le hizo ganar su segundo Globo de Oro a nivel individual, el primero en cine, en la categoría de mejor actor de comedia o musical.
Lo que ha hecho Robert Downey Jr. fuera de estos títulos en los últimos 15 años se cuenta con los dedos de la mano; el drama bienintencionado "El solista" (2009) de Joe Wright, la road movie “Salidos de cuentas” (2010) de Todd Phillips, “El juez” (2014) de David Dobkin, “Chef” (2014) de Jon Favreau y “Las aventuras del Doctor Dolittle” (2020), un fiasco en la taquilla prepandémica que fue la cinta más nominada en los Razzie demostrando que ese molonismo algo forzado del actor no es garantía de nada.
Por fortuna no se ha recuperado sólo a un actor magnífico sino que también ahora se abre una nueva etapa en una carrera en la que “Oppenheimer” ha supuesto su reconciliación con la actuación representando otro tipo de trabajos acordes a la veteranía que ya atesora Downey Jr. y el prestigio recuperado demostrando, entre otras cosas, que tanto el destino como la suerte, con un innegable talento como baza, se han encargado de rescatarlo del averno y llevarlo a la gloria de manera definitiva con un Oscar que refrenda una carrera llena de vaivenes y digna de película.
Un premio que Hollywood no puede esconder que estaba deseoso de dar a alguien que no sólo ha sido capaz de resucitar artísticamente sino de recuperar, con creces, todo el dinero que hizo perder en su día. Da la impresión de que sólo se estaba esperando que llegara el momento y será esta vez cerrando en cierta manera el círculo ya que la última vez en que Downey Jr. fue candidato a la estatuilla perdió frente al único intérprete de Nolan que hasta la fecha ha ganado el Oscar.
Un Downey Jr. que se ha mostrado durante esta carrera en todo momento seguro y confiado en sí mismo, sabedor de su triunfo y de ya no dejar escapar la gran oportunidad que la vida le ha brindado llegando a la gloria que muchos como él no pudieron tocar por quedarse en el camino o bien a nivel personal o profesional. Es por ello que él seguro que se sabe privilegiado, con su fachada de suficiencia característica y dominio de las tablas innato, pero ahora con un inminente Oscar que redondea una trayectoria que ahora abre una nueva etapa por descubrir que, como siempre en el caso de Downey Jr., seguro que valdrá la pena.
Nacho Gonzalo