Conexión Oscar 2021: Festival de Toronto: "La noche de los reyes" y "Shorta. El peso de la ley"
Querido Teo:
Seguimos en la edición virtual del Festival de Toronto que alumbra películas que en una edición normal habrían quedado eclipsadas ante los títulos con vocación de Oscar. Una oportunidad para descubrir apuestas interesantes desarrolladas en lugares tan distintos como una cárcel de Costa de Marfil o o las calles de Dinamarca teñidas de tensión racial.
“La noche de los reyes” (Philippe Lacôte)
El contador de historias enjaulado y sin destino
“La noche de los reyes” viene con la postulación por parte de Costa de Marfil para optar al Oscar 2021 a la mejor película internacional. La cinta de Philippe Lacôte lo merece seis años después de que presentara su anterior cinta, “Run”, en la sección Una cierta mirada del Festival de Cannes. Con un ritmo intenso, que no pierde en ningún momento, desmontando los tópicos de las películas desarrolladas en prisiones, que suelen ir entre la épica emocional usamericana y la truculencia verista de las propuestas europeas o asiáticas, la cinta nos lleva a una cárcel perdida en Costa de Marfil en la que son los presos los que han creado su ecosistema y jerarquías de poder siendo los funcionarios meros figurantes.
La llegada de un joven provoca que éste tenga que cumplir el ritual que consiste en que cuando hay noche de luna rojiza, el nuevo es rebautizado como Roman y recibe la misión de tener que contar una historia al resto de los presos. Una tradición no exenta de letra pequeña y que provocará que Roman intente cumplir el cometido, creerse el papel y, sobre todo, extender el relato del cuento hasta que llegue el amanecer.
Recordando al nervio de “Un profeta” (2009) o la propuesta de teatro representado de los hermanos Taviani en “César debe morir” (2012), en “La noche de los reyes” asistimos a un país fraccionado y receloso del que esa prisión es bien ejemplo en el que más que presos hay gente que ha visto como su vida se ha ido por el sumidero y que son sólo meros peones del tablero que marca ese Barbanegra que lleva los hilos. Se sustenta en la tradición oral africana tan propia de tribus alrededor de una hoguera siendo aquí este reto un jaque continuo en el que Roman pasa tanto a despertar admiración como a ser el que más recelos provoca si osa a salirse de las normas allí marcadas. Algo meritorio en una cinta realmente atrayente entre ese ambiente de velas, sudor y trapicheos para un género del que parece que ya se ha contado tanto como es el carcelario. La cinta ha sido adquirida por Neon para su distribución en USA y en el reparto nos encontramos a Denis Lavant en un pequeño papel, con gallina al hombro y continuando con su galería de excéntricos personajes, y la imponente figura de Steve Tientcheu (el Idris Elba francófono) al que pudimos ver en “Los miserables” (2019).
El viaje a La Maca es tan oscuro y mugroso como atrayente en una historia que permite combinar el poder evocador de los relatos, como es el caso de la historia del rebelde Zama King que Roman desarrolla entre falsos finales y saltos en el tiempo, y la del día a día en una prisión que vive al margen de lo que hay fuera aunque no pueda evitar ser un fiel reflejo social y que, en realidad, no es más que la vida que hay debajo de la alfombra, también con sus luchas de poder, y que muchos no quieren ver concibiendo centros como éste en meros acumuladores de despojos humanos, siempre tendentes a la violencia y bordeando los límites de la locura, más que centros que fomenten la reinserción incluso en países que parecen tan dejados a su suerte como Costa de Marfil. Un viaje rotundo y vibrante que sin llevarnos a la guerra hace que podamos oler no el napalm pero sí la desesperanza de que cada día más de vida parezca una prórroga del destino frente a un horizonte desolador.
“Shorta. El peso de la ley” (Anders Ølholm y Frederik Louis Hviid)
La tensión racial que impide respirar
“Shorta. El peso de la ley” es un potente thriller de nacionalidad danesa que sigue a dos policías por las calles de una ciudad en la que, muy lejos de esa apariencia de tranquilidad nórdica con la que solemos asociar estos países, éstas no distan mucho de ese polvorín a punto de estallar que vimos en la reciente “Los miserables” (2019) y en la que choca el abuso policial de unos tipos desbordados y que fueron entrenados más como máquinas para actuar que como personas empáticas que favorecieran la comunicación y la integración.
Una pareja que tiene que patrullar las calles en un momento de gran tensión racial debido al caso del joven de 19 años Talib Ben Hassi que, debido a las actuaciones sufridas mientras estaba en disposición policial, se debate entre la vida y la muerte en un hospital, siendo una causa como la de cualquier otro de los muchos que ha habido en esa situación sin necesidad de llegar a tal extremo. La eterna lucha entre esos inmigrantes desarraigados que ya no tienen nada que perder y unos policías demasiados tendentes al uso de la fuerza como respuesta al miedo y a la impotencia que sienten, así como debido al hecho de creerse por encima del bien y del mal cuando reciben placa, porra y pistola.
Es una cinta que da la impresión de que llega tarde y a rebufo de la cinta de Ladj Ly pero esa falta de novedad no le pide continuar de plena actualidad, más que por lo que sucede en Europa por el conocido caso de George Floyd que convirtió en mensaje de protesta ese “I can´t breathe” que también pronuncia el propio Ben Hassi al inicio de la película. Un thriller rotundo e intenso con el recurso sonoro y atmosférico del Gaspar Noé más psicotrópico y que aquí termina derivando en una pesadilla física y psicológica para unos policías que se verán obligados tanto a sacar lo peor de sí mismos como huir a la desesperada siendo víctimas de una encrucijada que les hace quedar a merced de las circunstancias y de la irracionalidad fruto de la rabia y la venganza, abandonados a su suerte por unos efectivos mucho más limitados de lo que debieran.
Una cinta que juega con los espacios cerrados con una tensión en todo lo alto y que demuestran lo descarnado de una cinta que no escatima en ello como se muestra en la escena de la pelea en el baño o la del ataque del perro en el ascensor. Estupendos los actores Jakob Ulrik Lohmann (“Cuando el polvo se asienta”) y Simon Sears (“Algo en que creer”) en este viaje hacia los infiernos que convierte a todos en víctimas del sistema y la sinrazón y que hace concluir que a lo mejor que pueden aspirar es a volver vivos a casa para reunirse con los suyos, sin dejar daños irreparables a su paso y habiendo mantenido la dignidad en una zona de conflicto en las calles que ya se ha instaurado como triste rutina de nuestro tiempo como reflejo de las diferencias económicas y de oportunidades cada vez más insalvables entre unos y otros.
Nacho Gonzalo