Conexión Oscar 2021: Festival de Toronto: "El hombre agua" y "The truffle hunters"
Querido Teo:
El debut en la dirección de David Oyelowo como director y un original documental sobre unos ancianos recolectores de trufas en una zona de norte de Italia son otros dos títulos que hemos podido ver este año en el Festival de Toronto.
“El hombre agua” (David Oyelowo)
Una fantasía para sobreponerse a la enfermedad de un ser querido
El eficaz actor británico David Oyelowo ha debutado en la dirección con “El hombre agua”, una cinta que explora el drama de una familia afectada por la enfermedad de cáncer que padece la madre lo que lleva a su hijo pequeño, activo, generoso, y con grandes dotes para el dibujo, a ir en búsqueda de la leyenda de un ser mitológico que dicen que posee facultades curativas emprendiendo una aventura con una joven que le llevará hasta él.
Una película que bebe del espíritu del cine de los 80 para todos los públicos, poniéndose siempre a “Los Goonies” (1985) como referencia, y que tiene las dosis justa de sentimentalismo en una emoción natural y nada forzada narrando de manera efectiva y tierna los vínculos que se establecen entre los padres y este pequeño estupendamente interpretado por Lonnie Chavis, al que muchos pondrán cara por la serie “This is us” en la versión infantil del personaje de Randall. David Oyelowo y Rosario Dawson llevan a cabo el papel de los padres secundados por Alfred Molina y Maria Bello.
El guión de Emma Needell es claro y directo, clásico y efectivo sin perderse en vaguedades o pretendiendo abarcar más de lo que es, combinando ese equilibrio entre humanidad y aventura que tan bien favorece a la película y que le hace ser una experiencia tan evasiva como llevadera ya que no se mete en los terrenos más dramáticos y lacrimógenos de la, por otra parte muy superior, “Un monstruo viene a verme” (2016).
Esta es una hermana menor que pierde trascendencia y hondura emocional pero que, por otra parte, cumple sobradamente en su propósito de entretener a un público amplio de una manera sencilla y agradable narrando una fantasía como las de antes y de las que los niños con espíritu explorador siempre sueñan.
Una manera orgánica y real de ver la enfermedad, quizás de manera embellecida pero tampoco ocultada, hablando de dolor, pérdida y miedo así como del refuerzo de relaciones paternofiliales y el surgimiento de nuevas amistades que surgen en el camino. Cine familiar del que no suele abundar y que trata temas serios de una manera necesaria, catártica y ejemplarizante de una manera auténtica, honesta, emocional y bien armada e interpretada.
“The truffle hunters” (Michael Dweck y Gregory Kershaw)
Un estilo de vida en comunión con la naturaleza
Lo primero que sorprende de este sencillo pero original documental es tener a Luca Guadagnino como uno de los productores llevándonos en apenas hora y media al modo de vida rural que podría encuadrarse perfectamente con la nueva oleada del cine gallego con olor a tierra y tradición. Una historia que se baña de leyenda pero que supone ser tan enigmático como cierto y que es el hecho del cultivo de la llamada trufa blanca de Alba que aparece en las profundidades de los bosques del norte de Italia.
Un manjar exquisito por el que se pelean mecenas y gente pudiente pero que sigue inundada de romanticismo a día de hoy ya que los únicos que le pueden sacar partido son unos modestos ancianos de pueblo que llevan toda la vida dedicándose a ello recolectando estas trufas por las noches junto a sus perros rastreadores entre bastones y una forma tan curiosa como propia a la hora de ver la vida. Unos emblemas en sus pequeños pueblos recibiendo incluso la bendición del cura para que Dios les de muchos años para seguir disfrutando de su labor.
Un documental elaborado de manera primorosa en el detalle rindiendo culto al rito pero también al carisma natural de unos tipos que viven por y para ese modo de vida, el cual es todo lo que saben hacer. Unos personajes solitarios y algo excéntricos que aman a sus perros fieles y que ni mucho menos se plantean la jubilación y bajar el ritmo a pesar de su edad e, incluso, no tienen echando la vista atrás la insatisfacción tan propia de los tiempos modernos de no haber prosperado de otra manera o haber formado una familia. Mientras, y como sucede en estos casos, vemos a los ladinos interesados que giran a su alrededor para que la rueda no pare, sus clientes estén contentos, y entre palmada en la espada y chascarrillo puedan lograr la tan preciada fórmula del secreto para hacerse con esta trufa que corre el peligro de que se vaya con ellos a la tumba.
Un trabajo que en ningún momento cae en el tedio y que sobresale por su interés, valor didáctico y la entrañable figura de estos recolectores truferos, reivindicando el trabajo ritual del campo, la riqueza de la naturaleza y una manera de ver la vida más tranquila valorando las cosas importantes en esta comunión entre las personas y la tierra de la que las personas de ciudad, la mayoría, cada vez son más ajenas y para los que documentales como éste invitan a descubrir un mundo mucho más atractivo y merecedor de atención del que se le está dispuesto a dar y que para muchos se ve como un vestigio del pasado a erradicar en vez de potenciarlo de nuevo ante las posibilidades del sector agrario para una generación con precariedad laboral y que podría encontrar aquí nuevas posibilidades.
Nacho Gonzalo