Conexión Oscar 2018: "Mudbound", la gran baza de Netflix
Querido Teo:
Desde este pasado viernes ha llegado Netflix (en USA también en algunos pocos cines) "Mudbound", la película con la que la plataforma aspira a conseguir su primera nominación al Oscar en la categoría reina. Tras su presencia en los Emmy con series como "House of cards" o "The crown", algo que ya se ve como habitual en estos premios en los tiempos actuales, los Oscar están siendo algo más recelosos en albergar entre sus nominados a producciones que, en el mejor de los casos, se pueden ver simultaneamente tanto en cine como en el sofá de casa. Netflix ha sido una de las palabras del año, con momentos en la cresta de la actualidad como con todo lo que rodeó a la presencia de "Okja" y “The Meyerowitz stories” en la sección oficial del Festival de Cannes, y la película de Dee Rees podría llevarse el honor de ser la primera bajo el manto de Ted Sarandos con presencia en las principales categorías.
Tampoco es que Netflix haya contado hasta ahora con una película incontestable en materia de premios por lo que se entiende, por otro lado, que todavía no haya llegado su momento. “Beasts of no nation” podría haber sumado una nominación para Idris Elba como mejor actor de reparto pero, a pesar de que ganó el SAG y estuvo nominado tanto en los Globos de Oro como en los Bafta, quedó al final fuera de los nominados en la edición de 2016. En cambio, Netflix ya ha tenido presencia en los Oscar en la categoría de documental con “The square” en 2014, “What happened, Miss Simone?” en 2016 y “The 13th” en 2017 por lo que se supone que ese es el primer paso de lo que está por llegar. Amazon, en cambio, ha adelantado a Netflix (debido a un sistema de distribución que apuesta más por la proyección en salas de cine) en su particular carrera de premios con los 2 Oscar que consiguió en la pasada edición “Manchester frente al mar” (actor y guión original).
“Mudbound” es el segundo trabajo de la directora Dee Rees, tras conseguir parabienes en los circuitos “indies” con “Pariah” en 2011, y aunque parece en un primer momento que va a coger el testigo de las películas recientes con temática de reivindicación racial, no se queda en la superficie del problema sino que se adentra en el drama familiar y social de una familia en un pueblo del Mississippi en la década de los 40; con el trauma de la Segunda Guerra Mundial y sus coletazos de fondo, la miseria de esos años y la dependencia de los recursos agrícolas y ganaderos, con dos familias, una blanca y otra negra, enfrentadas por la jerarquía social arraigada en la tradición e idiosincrasia del país lo que impide la amistad de dos de sus hijos; a la postre supervivientes que vuelven a casa noqueados por lo vivido en la guerra. Todo adaptando la novela de Hillary Jordan y habiendo sido la cinta adquirida por Netflix tras sus buenas críticas en el Festival de Sundance.
Una película potente que crea un drama atmosférico “in crescendo” y en permanente desasosiego ante la aparente calma que amenaza con dinamitarse en cualquier momento debido a la tensión de rencor latente que aflora en este entorno y que explota cuando se hacen amigos dos de los jóvenes de esas familias; uno blanco y otro negro unidos por una experiencia vivida que nadie de sus allegados puede entender y que padecen de diferente manera al volver a unas casas en las que las vitolas de héroes de la nación les duran bien poco. Jason Clarke y Carey Mulligan hacen de un matrimonio que queda en segundo plano ante los buenos trabajos de Garret Hedlund, perfecto como el típico soldado que llega desnortado de la guerra, sin rumbo y abrazándose a una botella, y Jason Mitchell, que de llevar el orgullo a su familia negra de haber servido para su país sufre como la perdición del racismo le hace vivir una nueva guerra, mucho más cotidiana, pero igual de irracional y violenta. Atención al escalofriante papel de patriarca racista Jonathan Banks, más curtido en las series de AMC que en el cine por el momento.
Rees logra conmover y golpear con una película que, si bien se adentra en terrenos ya explorados, equilibra la parte narrativa con la emocional no renunciando a la crudeza de las imágenes (con la aparición del Ku Kux Klan) pero sin pretender ser tan enciclopédica o trascendental como “12 años de esclavitud” o “El nacimiento de una nación”. Con menos aspiraciones, la película llega a donde quiere que no es a otra cosa que dar voz tanto a blancos como a negros (el cine reciente suele tomar partido por uno de los dos bandos) no fomentando sus diferencias sino compartiendo y transmitiendo desde ambas familias el mismo dolor humano auspiciado por un racismo congénito que, a pesar de los avances, sigue costando de erradicar generación tras generación.
De la película hay que destacar una envolvente fotografía que pasa de lo poético a lo angustioso y que recuerda mucho a la del cine de Terrence Malick, concretamente a películas como “Días del cielo”. Pero la película de Dee Rees, que ya supo manejar un gran reparto en el telefilm “Bessie”, luce por un conjuntado grupo de actores que serán promocionados todos de cara a los Oscar en las categorías de reparto al no destacar ninguno como protagonista. Los que más posibilidades parecen tener a priori son los del bando de los sufridores del racismo como son el hijo que vuelve de la guerra (Jason Mitchell) y una madre tan rota por el dolor como resignada y a la que encarna una sorprendente Mary J. Blige, artista musical que ya ha asomado por el cine en alguna ocasión en cintas como “Rock of ages” además de conseguir una nominación al Globo de Oro por la canción de “Criadas y señoras”. Los premios tampoco deberían de olvidarse de Garrett Hedlund, que conmueve con su interpretación de joven cuya vida ha sido truncada por la botella y por los sueños que quedaron rotos por la guerra en algún lugar de sus tierras, y de un mefistofélico y patriarcal Jonathan Banks.
Netflix tiene una gran oportunidad para dar un paso más dentro de su progresión dentro no sólo del panorama audiovisual sino de unos hábitos de consumo que ya han integrado el binomio “sofá y Netflix” como plan idóneo para el fin de semana. Los Oscar tienen la palabra con una película que, esté bajo el manto de quién esté, no reinventa la rueda pero es uno de los frescos sobre el dolor humano y reflejos de su tiempo más impactantes que veremos este año en la carrera.
Nacho Gonzalo