Conexión Oscar 2017: Andrew Garfield ante su doble oportunidad como jesuita y objetor de conciencia
Querido Teo:
Al igual que Sally Field por “Forrest Gump”, Shailene Woodley por “Los descendientes” o Mila Kunis por “Cisne negro”, Andrew Garfield protagonizó por "La red social" una de esas “nominaciones fantasma”, expresión en la jerga oscaril que sirve para definir aquellos nombres que pasado el tiempo nos creemos que estuvieron nominados pero que finalmente no fue así a pesar de tener mucha presencia en la carrera. Este año puede desquitarse ya que no tiene una, sino dos opciones por las que aspira a entrar en la categoría de mejor actor. El jesuita de "Silencio" de Martin Scorsese y el objetor de conciencia de "Hasta el último hombre" de Mel Gibson.
El actor de 33 años ya es más que una realidad después de que en 2007 sorprendiera con dos interpretaciones con las que debutaba en el cine. Fue el alumno díscolo de Robert Redford en “Leones por corderos” y, sobre todo, el joven que salía de la cárcel tras pasar buena parte de su vida en la misma por matar a un niño cuando era menor de edad en “Boy A”. Por este papel para la producción televisiva de John Crowley ganó el Bafta, premio para el que volvió a ser candidato (al igual que en los Globos de Oro y en los Critics´Choice) con “La red social” por ser Eduardo Saverin, el socio de Facebook y amigo traicionado por el ambicioso Mark Zuckerberg. Finalmente no fue candidato a la estatuilla por este trabajo pero sí que fue valorado como uno de los mejores trabajos de una película acusada de fría y que en los Oscar de 2011 pasó de ser favorita a ganar únicamente las estatuillas de guión adaptado, música y montaje.
Eso sí, el nombre de Garfield ya estaba en el candelero y, además de seguir demostrando su talento en la televisión británica (con la trilogía “Red Riding”), formó parte de “El imaginario del Doctor Parnassus” y "Nunca me abandones" para luego cumplir un sueño de infancia, ponerse las mallas de Spider-Man. Aunque se planteaba trilogía, la mecha sólo dio para dos películas (en 2012 y 2014) ante los malos resultados de crítica y taquilla propiciando que en poco más de una década se fichara a Tom Holland para volver a reiniciar al personaje. Aunque en unas declaraciones recientes el actor ha afirmado que se le rompió el corazón con todo lo relacionado con su Spider-Man, se puede decir que salir de esa hipoteca de superhéroes que tanto tiempo quita para otros proyectos (véase Robert Downey Jr.) es lo mejor que le ha podido pasar. Tras el drama inmobiliario "99 homes", tanto él como Michael Shannon se merecían tener más presencia en los premios, se ha marcado un hiato de dos años desaparecido en pantalla para volver con dos películas que él protagoniza y que le ponen en la órbita del Oscar.
En “Hasta el último hombre” la presencia de Garfield recuerda a la del joven Mel Gibson en “El año que vivimos peligrosamente” aunque en realidad estemos ante una historia real, la del primer objetor de conciencia del ejército USA que salvó muchas vidas a pesar de no tener la necesidad (ni la conciencia) de coger un arma. El personaje de Desmond Doss tiene esa vulnerabilidad, fiereza e ingenuidad en un mundo deshumanizado y de belicosidad reinante en la II Guerra Mundial dando vida a un joven médico que demostró como la fuerza de voluntad y el compañerismo puede ser el más valioso de los intrumentos. El buen funcionamiento que está teniendo la película de Gibson ante los críticos (parece más cerca que nunca de una expiación por parte de la Academia) está provocando que Garfield esté muy presente en las nominaciones actorales que se llevan anunciadas por el momento aunque, en verdad, también hay críticas que hablan de que el papel viene grande al actor.
Lo mismo está ocurriendo con “Silencio”, la esperadísima película de Martin Scorsese que le da alas a Garfield para conseguir una candidatura al Oscar a mejor actor si nos atenemos al oscarómetro. Y es que ahora mismo (en el oscarómetro nº 14) el actor sigue siendo la tercera vía en una categoría comandada con comodidad por Casey Affleck (“Manchester by the sea”) y Denzel Washington (“Fences”). Al igual que otros años, en los que hay un mismo actor presente en la carrera por dos trabajos, siempre suele prevalecer el de la película con más aspiraciones en la carrera y esa sigue siendo “Silencio”, la cinta en la que Garfield inicia junto a otro compañero la búsqueda de su mentor en un Japón más que peligroso para el catolicismo. Las primeras críticas de la película no han podido ser más divergentes en lo referente al trabajo de Garfield (así como para una película en la que se respira mucha reverencia al oficio del director) ya que unos hablan de que es un error de casting (y que el personaje de Adam Driver tendría que haber sido el verdadero protagonista) y otros que ningún otro actor podía haber interpretado esa mezcla de aura infantil y determinación y obsesión ante el reto que les impone su fe como fruto de sus diatribas interiores.
En todo caso (y salvo sorpresa) el esfuerzo de Garfield por sacar adelante la complejidad de su personaje en “Silencio” parece que le pondrá en bandeja su primera nominación al Oscar en una categoría en la que, salvo los mencionados Affleck y Washington, las demás plazas siguen en el aire al ser un año en el que hay escasez de nombres con posibilidades reales de candidatura seguramente ante la falta de interpretaciones incontestables (que sí notables) en ese apartado. Eso cimentará el estatus de uno de los actores treintañeros más eficaces de la actualidad a pesar de esa continua expresión de imberbe desvalido que hasta ahora no ha terminado de dar el puñetazo de garra interpretativa que le haga crecer como intérprete. Lo que ofrezca su carrera futura está por ver pero su recorrido en los Oscar este año vendrá también muy definido por lo que pase esta próxima semana en las nominaciones de los Globos (donde podría conseguir la doble candidatura en el apartado de actor de drama) y en las del SAG, premios que ya fueron premonitorios de lo que pasaría en los Oscar dejándole fuera de sus nominaciones el año de “La red social”.
Nacho Gonzalo