Cine en serie: "Mr. Inbetween", un nuevo caballero asesino
Querido Teo:
"Mr. Inbetween" es un sicario australiano, encargado de propinar palizas, liquidar gente y cobrar deudas. Al mismo tiempo es entrañable, adora a su hija pequeña, cuida de un hermano discapacitado y de su novia, una paramédico afectuosa.
El siglo XX trajo esta variante criminal imprevista al mundo de la ficción popular. Hasta entonces no se había sobrepasado la identificación con el buen ladrón, encarnado por Robin Hood con éxito. El sustituir la mala justicia por la propia mano quedaba muy bien representado a principios del siglo pasado con la creación de Maurice Leblanc, Arsène Lupin, que nunca llegaba al asesinato, en el peor de los casos tan solo lo propiciaba.
El cambio se inició en las pantallas en el periodo de entreguerras, con gánsteres justificados, aunque "debidamente" castigados para no chocar de frente con la moral tradicional. Pero el sentido del gusto se puede educar hacia sabores más fuertes aumentando suavemente la intensidad de éstos, y nuestra moral parece seguir un mismo patrón de acondicionamiento. Eso comenzó a ocurrir en la década de los 80, cuando el cine japonés y luego el norteamericano comenzó a acostumbrar al público a la violencia más explícita. Hoy la inmensa mayoría acepta con placer personajes como Tony Soprano, Walter White o Dexter Morgan, personajes moralmente ambivalentes que contravienen las normas éticas e infringen las leyes.
Los espectadores consideran a menudo este tipo de historias tan fascinantes como las que presentan héroes clásicos, a cambio de que los guionistas demuestren más talento al dibujarlos del que exige una historia maniquea con santos y diablos, para poder divertirse identificándose y justificando a unos malvados que también poseen una cara amable. Reflexionar sobre cómo actuaríamos en situaciones similares es ameno y excitante, aunque es complejo saber el efecto que tiene la sintonía con un personaje malvado en el espectador.
Desde los años 80 los psicólogos de los medios de comunicación analizan los mecanismos del entretenimiento. En esos años, Dolf Zillmann, con la colaboración de otros científicos de la Universidad de Indiana, desarrolló la Teoría de la Regulación Emocional, y experimentó con la influencia de la violencia y la pornografía. En esa misma década comenzaron los trabajos que conducirían a la investigación sobre los crímenes en serie y la creación de perfiles que hoy abundan en la ficción.
A "Mr. Inbetween" nada le identifica con los instintos malvados, os ayudaría a cruzar la calle y os cedería el asiento en un transporte público. Pero cuando se trata de cumplir con su trabajo es el mejor. Para él se trata de un trabajo que le une a personajes como el Señor Lobo de "Pulp fiction", con las contradicciones entre el hombre amable y compañero amantísimo, y el ejecutor despiadado e implacable que se convierte en humor negro de calidad.
Podemos disfrutar de las tres temporadas con capítulos que se hacen cortos, duran alrededor de media hora, y con buenos momentos de incompetencia mafiosa que se manejan con mucho tino, entre otras cosas porque "Mr. Inbetween" es un hombre tranquilo, que no pierde los nervios ni siquiera cuando le hacen cavar su propia tumba porque entiende que hasta eso no es algo personal, sino gajes del oficio. Al fin y al cabo, si te van a asesinar mejor un profesional que un sádico.
Carlos López-Tapia