Cine en serie: "Feud: Capote vs. The Swans", el bufón desterrado de la corte
Querido primo Teo:
Ryan Murphy es uno de los creadores más notorios de este siglo XXI. Aunque no goce del prestigio de David Simon o Aaron Sorkin sí que ha conseguido dejar su huella en la producción televisiva de estas últimas décadas. A él le debemos “American horror story”, “Nip/Tuck”, “Glee”, “American crime story” o "Monstruo: La historia de Jeffrey Dahmer". En el año 2018 llegó a un acuerdo multimillonario con Netflix, 300 millones de dólares nada menos, para producir con la compañía en streaming pero la cosecha no fue tan provechosa como la obtenida con la Fox, a través de su canal FX, lo que ha propiciado la ruptura entre Murphy y Netflix y que el productor haya vuelto a la que era su antigua casa que ahora se encuentra ubicada en Disney.
En 2017, cuando se encontraba en su mejor momento creativo, estrenó para FX “Feud”, una antología cuyo objetivo era recrear enfrentamientos que han terminado calando en la cultura popular. La primera entrega, "Feud: Bette and Joan", estuvo dedicada a la rivalidad entre las actrices Joan Crawford y Bette Davis, que fue un regalo para quienes amamos adentrarnos en las miserias de la siempre pacífica comunidad de Tinseltown. La segunda tiene como protagonista al escritor Truman Capote que fue repudiado por la alta sociedad neoyorquina tras airear sus miserias.
El 28 de noviembre de 1966 el escritor Truman Capote organizó el baile en blanco y negro que congregó a 540 invitados, entre lo más selecto de la sociedad mundial, en el exclusivo Hotel Plaza de Nueva York. Cuando celebró la considerada mayor fiesta del siglo XX él estaba en la cima de su popularidad. Había revolucionado el mundo literario con “A sangre fría”, la novela de no ficción con la que recreó el suceso que hizo perder la inocencia a la sociedad estadounidense, el asesinato de la familia Clutter en Kansas el año 1959.
Se había convertido en el escritor más venerado de los Estados Unidos con una obra a la que le había dedicado seis años de su vida y que le marcó profundamente, de hecho fue incapaz de igualarla, pero gracias la popularidad consiguió aquello para lo que llevaba preparándose desde su niñez, ser abrazado por la alta sociedad.
Truman Capote era el hijo de Lillie Mae Faulk, en ella se encontraba el origen de sus traumas, una arribista que había aprendido a utilizar su belleza para sobrevivir y que nunca llegó a escalar socialmente porque siempre fue vista como una humilde sureña con delirios de grandeza. Capote, apellido que adoptó de su padrastro que era un militar originario de la isla canaria de La Palma, logró superar a su progenitora gracias a su creciente fama como escritor y sobre todo por una personalidad que le permitió convertirse en el bufón de la corte.
La alta burguesía neoyorquina acogió en su seno a aquel escritor que hacía alardes de su orientación sexual porque les entretenía con sus relatos plagados de chismes de la comunidad. Una muestra más de la hipocresía de la élite se manifiesta en el rechazo en público a todo aquello que resulte mundano, como es el cotilleo que está considerado el opio del pueblo, mientras en privado se está deseando fiscalizar las intimidades de uno de los suyos.
Eso explica el éxito que sigue teniendo la prensa del corazón, pese a la crisis de los medios, y que el programa de radio más escuchado de las mañanas haga crónica social desde el desprecio conferido por su situación de superioridad moral e intelectual.
Truman Capote se convirtió en alguien de confianza para las señoras bien. Era esa persona divertida que siempre sabía lo que tenía que decir y hacer para agradar y que servía de confesor. La élite no desconfiaba de Capote, pese a su verborrea, porque desde su vientre materno estaba deseando acceder a la alta sociedad y no iba a estropearlo todo por una traición. Un error propio de la prepotencia.
“A sangre fría” llevó a Truman Capote a lo más alto pero también acabó con él. El proceso creativo le dejó tan devastado a nivel emocional que no logró darle continuidad. Por otro lado, Capote se vio devorado por un personaje cada vez más excesivo que se había creado. No pasaron muchos años para que Truman Capote se convirtiera en una autoparodia y arrastrara su declive por programas de televisión, producciones cinematográficas y fiestas cada vez más decadentes para poder pagar sus facturas, sus chulos y sus carísimos tratamientos de rehabilitación.
Truman Capote estaba sumido en un bloqueo creativo y quiso superarlo escribiendo algo que estuviera a la altura de su título más celebrado. Comenzó a concebir “Plegarias atendidas”, publicada tras su muerte, en la que iba a plasmar ese mundo de fiestas, excesos, confidencias y desdichas de la alta sociedad neoyorquina, dando por hecho que las aludidas no se iban enterar porque eran tan superficiales que no iban a perder su tiempo en leer. Se equivocó.
En noviembre de 1975 la revista Esquire publicó “La costa vasca 1965” que servía de anticipo de su novela “Plegarias atendidas” con la que era incapaz de avanzar, de hecho falleció en 1984 sin llegar a terminarla y algunos de sus capítulos fueron destruidos.
Los personajes descritos en aquel relato eran completamente reconocibles, ahí estaban sus cisnes, las damas de la alta sociedad que convirtieron a Truman Capote en su Juanito El Golosina, con la esperanza de que su mariquita de cabecera les resultase tan leal como el de las folclóricas de nuestra piel de toro. La publicación de aquel relato supuso el suicidio social de Truman Capote. El bufón fue expulsado de la corte y fue condenado a pasar los últimos años de su vida siendo la sombra de lo que fue.
En el 2001 tuvimos nuestra versión de “Plegarias atendidas” en España cuando Boris Izaguirre, en un desesperado intento de convertirse definitivamente en el heredero de Truman Capote, publicó el ensayo “Verdades alteradas: Rigurosa crónica social” con la que hizo su particular radiografía de la alta burguesía nacional que le había hecho la gran atracción de sus fiestas. Izaguirre fue repudiado por buena parte de las personalidades retratadas, dejó de acceder a los círculos más exclusivos pero Isabel Preysler fue de las pocas que optaron por darle cobijo que duró hasta que Boris criticó a Tamara Falcó en una de sus columnas. La reina del azulejo no lo pudo perdonar cuando vio herido su orgullo materno.
El grupo de cisnes retratados en “Plegarias atendidas” era más numeroso que el mostrado por Ryan Murphy en su colaboración con el director Gus Van Sant en la antología “Feud”. La serie obvia a Gloria Vanderbilt, Oona O’Neill, Peggy Guggenheim, las hermanas Astor y Carol Matthau para centrarse en Babe Paley, Slim Keith, C.Z. Guest, Lee Radziwill y Ann Woodward. Fuera del lago tenía a Joanne Carson que fue quien le brindó su amistad cuando se convirtió en un paria.
El reparto femenino está conformado por Naomi Watts, Diane Lane, Chloë Sevigny, Calista Flockhart, Demi Moore y Molly Ringwald. No podemos olvidar la presencia de Treat Williams que falleció debido a un accidente de tráfico durante el rodaje de esta producción.
El personaje que realmente interesa es el de Babe Paley porque ella fue la principal víctima de la traición de Capote. Perteneciente a la realeza de la costa Este de los Estados Unidos, hija de un prestigioso neurocirujano y nieta de un congresista, fue editora de la revista Vogue y se encontraba continuamente entre las mujeres más elegantes del mundo. Su nombre real era Barbara Cushing y tomó su apellido de su segundo marido, William Paley, que fue el jefe ejecutivo de la cadena CBS. Truman Capote decía de ella que solamente tenía el defecto de la perfección. Eso era lo que vendía.
Si hoy en día las redes sociales están llenas de niñas bien como las hermanas Pombo y Olivia Palermo, que venden un estilo de vida que es inalcanzable para sus millones de seguidores, hace un siglo existían las mujeres de la alta sociedad como Babe Paley que marcaban el curso de la moda y también de las buenas costumbres por el hecho de haber sido criada en una cuna de oro, ser una guapa con un exquisito gusto y quedar de fábula en las fotografías de la crónica social. A través de su belleza vendía una perfección que realmente no existía.
No mantenía la mejor relación con sus tres hijos, tampoco con su marido, las infidelidades eran continuas, por ambas partes, ni con su círculo de amistades que era un nido de víboras. Babe Paley fue la primera gran conquista de Truman Capote en ese mundo al que quería acceder. Ella encontró en Capote la diversión que necesitaba en su vida de revista de Condé Nast, en parte le consideró su tabla de salvación, y él halló en ella a su cómplice pero también a su fuente de inspiración en su momento de mayor desesperación. Cuando se publicó “La costa vasca 1965” Babe Paley ya estaba batallando contra un cáncer de pulmón que terminaría con ella en 1978.
La traición de Capote a Babe Paley deja en segundo lugar a las otras cisnes, incluida a Ann Woodward, el cisne negro, que fue quien tuvo la historia más trágica, la ex modelo se suicidó al saber que Capote iba a publicar que ella asesinó a su marido y no unos asaltantes que entraron en su casa, como contaba la versión oficial.
Lamentablemente las cisnes están muy desaprovechadas y eso es más evidente en el segundo tramo de la antología. Las actrices están magníficas en ese mundo en vías de extinción ante los avances sociales de las décadas de los 60 y los 70 y que no deja de ser un reflejo de lo que están viviendo las propias actrices en la vida real y en el actual Hollywood.
Lo mejor de “Feud: Capote vs. The Swans” es el reflejo de la crisis creativa de un escritor y las consecuencias de la maniobra de un autor que estaba buscando volver a la cima. Ver a Capote sumido en un bloqueo, enfrentándose al papel en blanco, en ocasiones un aliado pero en muchas otras un implacable enemigo, recurriendo al estímulo del alcohol u obligándose a estar sobrio para poder centrarse en lo que es realmente importante para él, resulta fascinante, al igual que contemplar a un personaje devorado por sus actos y dándose cuenta de que ha pasado de moda en un mundo en el que triunfan la modernidad de Andy Warhol y la fascinación por lo "underground".
Naomi Watts, que se reserva el papel de productora ejecutiva, está espléndida como Babe Paley pero la serie le pertenece completamente a Tom Hollander que logra convertirse en un Truman Capote lleno de matices. La serie es candidata a 10 premios en los Emmys 2024.
“Feud: Capote vs. The Swans” es una obra gourmet hecha en un momento en el que la producción audiovisual es la cocina de una empresa de comida rápida. Es una producción con una puesta en escena cuidada, una dirección exquisita y que cuenta con un reparto que sabe dar lo mejor de sí.
Desgraciadamente no logra estar a la altura de la primera antología de “Feud”, Jessica Lange aquí se reserva el papel de madre de Truman Capote que para eso es una de las productoras. Va de más a menos y sus últimos capítulos son decepcionantes, e incluso se hacen aburridos, pese a esos ingredientes que la convierten en un plato de autor.
Mary Carmen Rodríguez