Cannes 2023: Un infalible Hirokazu Kore-eda se adentra en el bullying y el western artístico, romántico y vengativo de Pedro Almodóvar
Querido Teo:
Muchos se han preguntado si "Jeanne du Barry" es una cinta para inaugurar todo un certamen como Cannes teniendo en cuenta que recibe un eco mediático superior al de su calidad volviendo a entroncar con esa ristra de películas inaugurales intrascendentes y hasta bochornosas. Sin llegar a tanto desde luego todo parece indicar que cuando se repase esta edición estará en la zona baja de la clasificación. Al igual que el gesto de Jonny Depp (que antes daba enigma a las estrellas y que ahora no es más que una falta de respeto cuando los profesionales han sustituido a los mitos) de acudir tarde a la sala de prensa y entrar en la misma cuando ésta ya había empezado (27 minutos después) achacándolo a problemas con el tráfico. A preguntas de los periodistas ha dejado claro que no se siente boicoteado por Hollywood porque ya no piensa en él considerando que ha sido protagonista durante estos años de una historia desvirtuada por los medios en relación al juicio contra su ex pareja Amber Heard.
Johnny Depp finally arrives to his #Cannes press conference after being stuck in traffic and forcing a 27-minute delay: https://t.co/G8fcXZEYcN pic.twitter.com/LZmOoCrxvW
— Variety (@Variety) May 17, 2023
"Monstruo" (Hirokazu Kore-eda) // Sección Oficial
Hirokazu Kore-eda compite en Cannes por séptima vez y no ha tardado en aparecer la primera aspirante real a Palma de Oro aunque a veces la grandilocuencia festivalera lleve a esos términos. Sería la segunda para el director japonés (que ya ganó por "Un asunto de familia" en 2018) y que ahora ha vuelto a conmover volviendo a sus orígenes tras sus incursiones (no tan brillantes como nos tiene acostumbrados) en el cine francés con "La verdad" (2019) y en Corea del Sur con "Broker" (2022). Curiosamente con la primera película de la que no escribe el guión desde hace casi tres décadas confiando para ello en Yuji Sakamoto.
"Monstruo" es una cinta compleja, sólida y madura que con un montaje y un guión quirúrgico conmueve y gana en contundencia ante la riqueza de sus capas a la hora de abordar el bullying y la masculinidad en un mundo de inseguridad y de represión en el que la infancia vuelve a ser protagonista y víctima de sus mayores obligándose a tomar responsabilidades antes de tiempo, uno de los leitmotivs más reconocibles de su filmografía.
Una cinta que muchos ya comparan con la sensibilidad que encerraba "Close" (2022), ganadora el año pasado del Gran Premio del Jurado, y la intriga escalofriante por lo cotidiana del cine de Asghar Farhadi, partiendo del comportamiento de un crío llamado Minato en la escuela y el vértice de interpretaciones, puntos de vista y posicionamientos ante esos mismos hechos del que forman parte ese niño, su madre y el profesor (lo que evoca a "Rashomon" de Akira Kurosawa) en una huida hacia adelante conformando una maraña de secretos, mentiras, amistad y sacrificio. Un juego de espejos que nos enfrenta a nuestros miedos, prejuicios y el hecho de diseñar una realidad propia y justificada aunque no sea la cierta por el hecho de creer conocer más de lo que en realidad es.
Una apuesta que, sin ser redonda y teniendo algunos baches en los que coinciden los que le han sacado defectos, sabe llevar al espectador manteniéndole con atención hasta el final pasando del terror gótico al drama cautivador por ese arrebatador viaje que desemboca en todo un torrente emocional elevado por la belleza de sus imágenes y la sensibilidad de la última partitura de Ryūichi Sakamoto que convierte a esta cinta en una de las destinadas a formar parte de la clasificación alta de la filmografía de Kore-eda siendo un incidente en el colegio a raíz de una acusación de bullying y la dosificación de la información que le rodea lo que mantiene el interés de una propuesta que deja como moraleja que las apariencias engañan.
En ella también brilla un reparto conformado por la determinación y la fragilidad de la madre sobreprotectora (Sakura Ando), el conformismo de un profesor que prefiere mantener la estabilidad y el prestigio del sistema educativo y burocrático que de depurar sus defectos (Eita Nagayama) y la confirmación de lo bien que rueda Kore-eda con los niños (Soya Kurokawa y Hiiragi Hinata) aportando tanteo frescura como incertidumbre y vulnerabilidad ante esas identidades por conformar y los sentimientos que nacen entre ellos, víctimas tanto de sus propios miedos como de la presión social, unos monstruos que precisamente por no verse y estar tan arraigados son tan dañinos y peligrosos.
"Regreso a Córcega" (Catherine Corsini) // Sección Oficial
Catherine Corsini es una directora combativa y una de las escasas presencias del cine francés en la competición de este año lo que no deja de ser una rareza. Es la tercera ocasión en que lucha por la Palma de Oro tras la perturbadora relación de deseo y celos en "El ensayo" (2001) y la radiografía social de la crispación en las calles francesas en "La fractura" (2021). En "Regreso a Córcega" ofrece una mirada al colonialismo y al privilegio de clase cuando la trabajadora de una familia adinera vuelve a Córcega durante un verano tras dejar atrás el país con sus hijas 15 años atrás.
Una cinta correcta pero calificada de formularia en su retrato sobre la identidad y los orígenes familiares debido a un guión correcto pero poco trascendente (a cargo de la propia directora y Naïla Guiguet emergiendo el trabajo de las actrices Aïssatou Diallo Sagna, Esther Gohourou y Suzy Bemba que dan vida a esas dos hermanas y su madre que se enfrentan a la realidad en la que viven y también de la que huyeron pero con la que se reencuentran.
Una mirada a la raza y al deseo a través de la vida de esa madre que ha visto pasar el tiempo como arena entre los dedos y que tiene el pesar de si en su momento tomó la decisión correcta y hasta que punto el peso de su origen y su color de piel le va a condicionar a ella y a las suyas para siempre cuando vuelven a toparse con esa Córcega de residencias de lujo en la que a pesar de ser originarias de allí tampoco se sienten bienvenidas dándose la mano la responsabilidad de ella cuidando a los niños pijos de la familia para la que trabaja frente el espíritu hedonista de sus propias hijas en un verano de regresos pero también de liberaciones.
Una película que no carga tintas ni lleva a sus personajes al extremo pero que sí peca de esquemática e intrascendente no sacando partido a los conflictos de clase que propone volviendo Corsini a partir de una historia concreta para radiografiar toda una sociedad que se mueve en el prejuicio disfrazado de condescendencia por parte de una progresía que por un lado defiende unos ideales pero que por otro lado se aprovecha del sistema del que forman parte lo que se evidencia en secuencias como la de la fiesta en el chalet en el que cada uno asume un rol que parece predefinido. "Regreso a Córcega" ha llegado a Cannes entre acusaciones de haber rodado una escena sexual con menores de edad que no forma parte de la película y que para la directora ha pretendido únicamente manchar la imagen del nuevo trabajo de una directora irregular y poco sutil pero también crítica y lúcida.
"Extraña forma de vida" (Pedro Almodóvar) // Fuera de concurso
"Extraña forma de vida" podría ser una apertura oficiosa, habiendo dejado mucho mejor sabor de boca aunque con la amargura de que más de un acreditado (con entrada para la proyección) se haya quedado fuera ante una organización cuestionable para un Festival que tendría que ser una referencia a todos los niveles y que ha permitido entrar en el pase a gente sin entrada. Pedro Almodóvar retrata el deseo masculino en un western que es el género clásico y testosterónico por excelencia en el que se encuadra un cortometraje rodado en Almería y con Ethan Hawke y Pedro Pascal como protagonistas junto a una "troupe" de jóvenes actores masculinos que ha arropado al director en una nueva visita a Cannes del eterno candidato español a Palma de Oro.
"Extraña forma de vida" habla del deseo prohibido desde su vertiente clandestina y también de la idealizada en una estética entre lo íntimo del melodrama y el kitsch potenciando colores y pequeños detalles como símbolo de un erotismo ensoñador.
Un ejercicio que va de John Ford a Douglas Sirk, pero que también pasa por Anthony Mann, Sam Peckinpah o King Vidor, y que, a pesar de ser vendido como su respuesta a no haber dirigido "Brokeback Mountain" (2005) en su día, se erige como una nueva muesca del Almodóvar febril de arrebatada creatividad en los últimos años que aúna perfeccionismo visual y honda emoción (en un género que descubrió en su momento ya más de adulto) y que va más allá de esa ambigüedad que destilaba una referencia reciente que también está presente en el cortometraje y que no es otra que "El poder del perro" (2021) de Jane Campion. Todo ello sin olvidar nuevas voces que han permitido dotar al género de otras historias y simbologías tal es el caso de "The rider" (2017) de Chloé Zhao o "First cow" (2019) de Kelly Reichardt y en las que también se apoya el manchego.
En este caso a partir de la relación de un ranchero y un sheriff reencontrándose 25 años después de formar parte de una banda de atractivos forajidos y rememorando lo que les unió y lo que les separó en un ejercicio de estilo que supone una incursión en el inglés (de cara a su inminente largometraje en ese idioma que llegará más tarde o más temprano) y también al terreno del cortometraje que ha abordado de manera intermitente a lo largo de su carrera y que le ha impedido volver a competir por la Palma de Oro, uno de los handicaps de este proyecto por definición ya que todos los que lo han visto coinciden en que la historia tenía potencial para largometraje para así conocer algo más de la misma y de lo que llevó a los personajes hasta ahí a pesar de su muy aprovechada media hora de duración.
Personajes cansados golpeados por su destino pero que todavía sienten y no están dispuestas a olvidar en un canto nostálgico a ritmo de fado por lo que no pudo ser y cómo eso ha marcado la vida rota e insatisfecha de ambos personajes ante su fachada de seguridad mientras los besos robados del pasado derivan en los delicados cuidados en la habitación, el hacer la cama o el limpiar las heridas del presente tras una azarosa vida en la que la cultura de los pioneros y los bandoleros también está presente. Un encuentro en el que brota lo vivido en el pasado a través de miradas y gestos sabiendo la fatalidad que se cierne sobre ellos ante el hecho de que uno vaya en busca del hijo del otro por ser un asesino.
Todo sobre una característica vistosidad barroca propia de Almodóvar en el que el melodrama casa con el western sin estridencias a través del color de chaquetas o mantas, a lo que contribuye el vestuario de Anthony Vaccarello (director creativo de Saint Laurent), y guiños a la cultura de Nuevo México en una zona de crisol de culturas y de tierra erosionada por el sol y que vale más por lo que calla. Los infalibles José Luis Alcaine en la fotografía y Alberto Iglesias en la banda sonora redondean una historia de amor de bellas imágenes abordada con personalidad pero también con esa estética publicitaria (para algo produce Saint Laurent) dejando un poso sobrio y reflexivo sobre el paso del tiempo, el papel del destino, las oportunidades perdidas y los sentimientos que son incapaces de esquivar como balas directas a las entretelas del corazón.
Otros títulos
* "El reino animal" de Thomas Cailley es la cinta con la que se ha abierto la sección Una cierta mirada. Adèle Exarchopoulos, Romain Duris y Paul Kircher protagonizan una historia que ha despertado buenas sensaciones ambientándose en un entorno distópico en el que los humanos están mutando a otras especies de animales. Una locura creativa en un mundo hostil en el que un padre y un hijo se enfrentan a esta realidad mientras se enfrentan al duelo por la pérdida de la madre. El director ya ganó el FIPRESCI de la Quincena de Realizadores por "Les combattants" (2014).
* "Occupied city" de Steve McQueen ha sido una de las proyecciones especiales en un ambicioso y férreo documental de casi cuatro horas sobre sobre la ciudad de Ámsterdam bajo la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial entre los años 1940 y 1945.
Nacho Gonzalo