Cannes 2023: Martin Scorsese y las miserias del imperialismo de Estados Unidos en una muestra de grandeza fílmica que eclipsa a Nuri Bilge Ceylan y Todd Haynes
Querido Teo:
El Festival de Cannes vivió este sábado una de sus jornadas más esperadas con la presentación de "Los asesinos de la luna", la esperada y ambiciosa película de Martin Scorsese que ha rodado para Apple TV+ y que llegará a los cines a través de Paramount Pictures. 206 minutos de epopeya sobre uno de los hechos más ocultos de la historia USA y que más muestra sus vergüenzas en lo referente al colonialismo y a la expropiación de sus territorios con el fin de sustentar su imperialismo tanto étnico como económico y que supone la primera vez en la que Scorsese ha contado con los dos actores fetiche de su filmografía, Leonardo DiCaprio (por sexta vez) y Robert De Niro (décima colaboración). Además se han podido ver en competición los nuevos trabajos de Nuri Bilge Ceylan y Todd Haynes.
"Les herbes sèches (About dry grasses)" (Nuri Bilge Ceylan) // Sección Oficial
Nuri Bilge Ceylan compite por séptima vez por una Palma de Oro que ya ganó por "Winter sleep (Sueño de invierno)" en 2014 y lo hace siendo fiel a su estilo y forma sin abandonar un contenido filosófico de hondura existencialista. En este caso vuelve a pivotar sobre un personaje masculino desorientado y no precisamente empático residiendo en él esas complejidades humanas que convierte a los seres humanos en egoístas e insatisfechos que, en pro de sentirse algo mejor, no dudan en pasar por encima de los demás. Es lo que ocurre con un profesor sustituto en Anatolia que está esperando continuamente que llegue su esperado traslado a Estambul, el cual nunca termina de llegar cargando su frustración frente al grupo de personas que tiene a su alrededor; su amigo Nuray, la chica de la que éste enamorada y que tiene una minusvalía y una alumna con la que tiene una extraña fascinación. Personas que considera inferiores a él y a los que es capaz de hacer daño (aunque sea de manera sutil pero hiriente) con el fin de sentirse mejor aunque humillándoles sólo lleva a su propia mediocridad.
"Les herbes sèches (About dry grasses)" cuestiona a su protagonista pero no lo juzga ante el convencimiento de que, por muy buenas intenciones que se tenga, todos somos antihéroes de nuestra propia vida, con sus luces y sus sombras, tal es el caso de un personaje que en un determinado momento (y en un ejercicio de metaficción que va de Fellini a Kiarostami) abre una puerta y abandona el piso en el que está teniendo una de las escenas más potentes de la cinta para liberarse de sus cadenas en su viaje hacia los descensos o hacia la liberación entre los cables y focos de un rodaje en una puesta en escena que conecta lo alucinógeno con el realismo de que uno no es más que un personaje de su propia vida que reivindica, aunque sea en determinados momentos, abandonar la escena y las luces para conectar con uno mismo. Un ejercicio portentoso con un guión dialogado de manera quirúrgica y apabullante en el que la palabra y los actos que implican muestran las contradicciones de la condición humana, equivocándose y formando un conjunto portentoso de personajes auténticos precisamente por sus errores y nunca sin abandonar el poder de la imagen que convierte al director turco en uno de los imprescindibles del cine internacional.
Una propuesta que va de menos a más y que deriva en una última hora sencillamente portentosa en un ejercicio de tensión a través de la mirada y la palabra sostenido en el trabajo de Denis Celiloglu y Merve Dizdar brillando en su retrato de la negrura de las desilusiones en la película más existencialista, rica visualmente e intrigante de Nuri Bilge Ceylan. Enorme mérito que la cinta no decaiga y mantenga siempre el interés sea por la fuerza de sus diálogos o por la potencia de sus imágenes a través de unos escenarios cerrados, desvencijados y opresivos, en los que cala el frío del exterior por sus rendijas, que va revelándose como una historia que habla en definitiva sobre la necesidad de sentirse querido y apreciado refugiándose en una fachada de cinismo y de autosuficiencia que sólo es eso cuando uno no quiere dejar entrar la luz para evitar que le hagan daño y todo es soledad y desesperación. Una apuesta triste, densa y áspera pero también poética, fascinante y hermosa.
"Los asesinos de la luna" (Martin Scorsese) // Fuera de concurso
“Los asesinos de la luna” ha sido un proyecto largamente acariciado por Martin Scorsese, un thriller criminal ambientado en Fairfax, condado de Osage (Oklahoma), en la década de los 20 en plena ebullición, fervor y disputa por el petróleo lo que lleva a que se produzcan una serie de asesinatos de nativos (más de una treintena) que pondrán al FBI y a un prometedor J. Edgar Hoover en alerta ante lo que sería llamado "el reinado del terror" suponiendo además el surgimiento de la organización policial. Una adaptación de la novela de David Grann de 2017, que el director ha escrito junto a Eric Roth, en la que se revierte el enfoque de la historia ya que más que centrarse en la perspectiva de la creación de la organización policial, la pérdida de los derechos y la difuminación de la raigambre cultural de esta comunidad o la desaparición de la figura del sheriff, lo hace a través de la mirada y "modus operandi" de aquellos que en pro del poder y la corrupción no dudaron en borrar del mapa a una comunidad como la indígena que por fin encuentra la reivindicación de su identidad saliendo a la luz una de las mayores vergüenzas del colonialismo usamericano que ha tenido como protagonista a una comunidad silenciada, olvidada y maltratada.
Martin Scorsese se erige como gran narrador de la historia USA mostrando oficio, pulso y energía a unos 80 años en los que no tiene nada que demostrar no haciendo más que redondear una de las mejores filmografías atesoradas por un director en la Historia del cine. Un Estados Unidos que se forma a través de la miseria moral y la codicia en un western impoluto que deriva en drama criminal al narrar el exterminio de los indios nativos del condado de Osage. Un genocidio silencioso propio del racismo congénito del país que parte de como en 1870 los indios fueron desplazados de sus tierras a las Grandes Llanuras de Oklahoma, lugar que ya en el siglo XX (en la década de los 20) se convirtió en un importante yacimiento de petróleo, hecho que provocó que hasta allí se desplazaran hombres blancos y se casaran con sus mujeres convirtiéndose en sus tutores y movidos por el dinero y con el fin de quedarse sus tierras en un plan tan sutil como maquiavélico y efectivo que era que éstas fueran muriendo envenenadas, víctimas de convulsiones, para así sus maridos quedarse con las propiedades de esas tierras deseadas.
Uno de esos hombres es Ernest Burkhart, cocinero en la Infantería durante la I Guerra Mundial que se traslada a la zona para formar parte de los negocios de su tío, William Hale, uno de los terratenientes más influyentes de la zona, siendo ya uno de los trabajos ya más elogiados y complejos de un Leonardo DiCaprio brillante que se mueve continuamente en una ambigüedad moral entre la admiración por su tío y la sumisión que supone ser una pieza del entramado orquestado por los hombres blancos que representan el poder y la codicia en la comunidad o la relación de amor y angustia que mantiene con Molly (Lily Gladstone), la mujer india de la que se enamora (o solamente se siente atraído) y con la que se casa instado por su tío (apodado "El Rey" e interpretado por Robert De Niro) y forma una familia.
Un trío que se completa con un reparto que parece haber sufrido los recortes del metraje al estar más centrado todo en el trío mencionado y en el que encontramos nombres como Jesse Plemons como el investigador del FBI que intenta tirar de la madeja cuando saltan las alarmas de que lo que está ocurriendo allí no es normal, Scott Shepherd como el hermano de DiCaprio y Brendan Fraser y John Lithgow como abogados que se enfrentan en el juicio por las muertes del condado de Osage.
Violencia, corrupción y exterminio en el regreso de Martin Scorsese a Cannes (donde ganó la Palma de Oro por "Taxi driver" en 1976 y el premio a mejor dirección por "Jo, ¡qué noche" en 1985) en un ejercicio magistral, por momentos íntimo y por momentos apabullante, de memoria histórica en un drama en forma de western mostrando precisamente esa animalidad del ser humano que ha sustentado las bases del país de barras y estrellas al que el director no duda en sacar a relucir sus vergüenzas mientras acompaña y reconforta a una comunidad que siempre se ha considerado que ha estado de más desde las clásicas historias popularizadas por el cine entre indios y vaqueros. Un testamento fílmico con el clasicismo y el talento sólo destinado a los grandes maestros y que sólo unos elegidos pueden alcanzar combinándolo incluso con radicalidad no de boquilla sino con la capacidad para espolear e interpelar.
“Los asesinos de la luna” es impecable en lo técnico y en lo interpretativo con Scorsese mostrando todo su poderío al que no se puede sacar peros más allá de demasiado tiempo en situar el contexto temático y geográfico de la historia hasta que se posiciona la fuerza de la trama derivando en una intriga criminal, un drama humano y una vertiente judicial. Sin renunciar a la personalidad del cine de Scorsese (las corruptelas y clanes mafiosos y codiciosos están presentes) es una película que bien recuerda al cine de renovadores de su época y grandes narradores de la etapa fundacional de Estados Unidos como Erich Von Stroheim ("Avaricia"), Francis Ford Coppola ("El padrino"), Michael Cimino ("La puerta del cielo") o Paul Thomas Anderson ("Pozos de ambición") a la hora de mostrar a esa USA en construcción con sus luces y sus sombras, profundamente competitiva y que no duda en cumplir una máxima que ha hecho patente a lo largo de la historia, tanto en los negocios como en la guerra, la de cumplir el objetivo aunque ello suponga daños colaterales.
"Los asesinos de la luna" es una película que sigue la senda de la rotundidad de "El irlandés", no alcanzando sus momentos excelsos, pero bien armada a nivel global brillando tanto en lo técnico como en lo interpretativo con solemnidad pero sin abandonar el pulso que lleva a que la cinta se abra con un falso documental en blanco y negro que nos introduce en la historia, retratar el baile sobre el petróleo que se convertirá en condena para la comunidad india, esa escena en la que explota una casa o la negrura de la habitación en la que los que imponen la ley, sin impunidad y sin escrúpulos, presionan al personaje de DiCaprio para que dé en el juicio la versión de los hechos que más les interesa. A ello contribuyen como grandes aliados de Scorsese la fotografía de Rodrigo Prieto y el montaje de Thelma Schoonmaker.
Y es que aquí, además del elogiado Leonardo DiCaprio, por fin encontramos a un Robert De Niro en el mejor papel de los últimos 30 años y al cual puede sacar todo el partido a su altura. Es una gozada ver a ambos a su mejor nivel dando riqueza a unos personajes en los que se intuye también cierta improvisación para redondear el humor negro y el patetismo de esa relación. Lo mismo que una Lily Gladstone (revelación en "Certain women" en 2016) que a punto de abandonar el cine se encontró con la llamada de Scorsese que le ha brindado un papel con humanidad, integridad, carácter y emotividad sin caer en obviedades y que le convierte en el alma de la historia y que a buen seguro le hará ser una de las favoritas para la próxima temporada de premios como esa mujer que parece resignada a su destino cuando ve que todas las mujeres de su familia van cayendo en el camino.
Es verdad que se le puede achacar cierta dispersión por momentos, el hecho de que sea innecesariamente larga ante una exposición de la historia que se toma demasiado tiempo y que la cinta no termine de arrebatar emocionalmente pero el ejercicio de cine es memorable y antológico desembocando en un tributo al radioteatro con el que se pone el broche de oro a la historia huyendo de las clásicas cartelas finales para explicar como terminaron los hechos con un cameo final que suena a despedida, a deber cumplido y sobre todo a necesaria reivindicación para una de las películas más comprometidas, pertinentes, desoladoras, valientes, épicas y redondas de un director legendario que no necesita hacer obras maestras porque su obra y su talento ya está por encima de todo eso.
"Secretos de un escándalo" (Todd Haynes) // Sección Oficial
"Secretos de un escándalo" es el nuevo intento de Palma de Oro de Todd Haynes contando con el reclamo de dos actrices como Julianne Moore y Natalie Portman partiendo del caso real de Mary Kay Letourneau, profesora que estaba casada y que era madre de familia y que mantuvo una relación con uno de sus alumnos. Portman interpreta a una actriz de 36 años que se traslada a Savannah (Georgia) para preparar el personaje de esa mujer de 50 años que tiempo atrás tuvo una relación polémica con un menor de edad (y que ahora tiene 36) tras un encuentro tórrido en una tienda de animales y con el que terminaría formando una familia.
Un juego de espejos (que ha sido calificado en su mayoría como "camp") por una crítica que por lo general ha entrado en el fondo de una propuesta de perfil bajo que le hace entroncar con el culebrón de sobremesa debido a una realización desganada y poco inspirada, un guión mucho menos ingenioso y relevante de lo que pretende y sustentado todo al trabajo actoral de sus dos estrellas emergiendo también Charles Melton (salido de la serie "Riverdale") que, indudablemente, acaba entrando en el triángulo de esa relación que termina bordeando lo obsesivo y lo enfermizo con la excusa de que esta actriz tiene que meterse concienzudamente en el papel lo que por momentos lleva a que se crucen ciertas líneas.
"Secretos de un escándalo" es cursi y "kitsch" quitándole toda la solemnidad al "Persona" (1966) de Ingmar Bergman y añadiéndole insatisfacción reinante en una familia más disfuncional de lo que se cree cuyos cimientos parten de una transgresión y que ha estado en permanente huida hacia adelante con los sentimientos dispersándose y que ahora se encuentran en un momento de vacío no sólo por cómo la irrupción de esa actriz en sus vidas les hace quitarse sus máscaras sino también por la inminente marcha de los hijos de la pareja a punto de graduarse. Una apariencia idealizada que no lo es tal como demuestran ataques de ira, llanto y sobre todo muchos sentimientos de verdad que se guardan bajo la alfombra.
Eso lleva a que afloren traumas infantiles, incomprensiones y soledades perennes, crisis de madurez y el idealismo de un amor romántico ilusorio e inalcanzable. Una pena que de la película sólo se recuerden unas pocas escenas, especialmente la de Natalie Portman intentando imitar a su compañera de reparto o aquella en la que tiene que leer la carta que le ha escrito el marido del personaje de Moore, y que se deje por el camino la mala leche por la que tendría que haberse volcado decididamente y que sólo se intuye en la primera escena cuando Moore descubre que en la nevera no hay suficientes perritos calientes sobre una música tenebrosa. Precisamente descoloca el uso machacón y teatralizado que Carter Burwell hace de la música de Michel Legrand para "El mensajero" más paródico y estruendoso que justificado. Es verdad que Todd Haynes tiene todo el derecho a hacer un cine más ligero y pretendidamente juguetón pero este juego psicológico y perturbador peca de esquemático y de poco inspirado para un director de su talla.
Otros títulos
* En Proyecciones especiales "Robot dreams" de Pablo Berger. La amistad entre un androide y un perro en el Nueva York de 1980 abordándose con ternura y encanto en una película sin diálogos que ha sido adquirida por NEON para su distribución en USA.
* En la Quincena de Realizadores el trato que da Elena Martín en su segunda película a la feminidad y al cuerpo a lo largo de diferentes etapas de la vida de una mujer en "Creatura".
* En Proyecciones especiales "Retratos fantasmas" de Kleber Mendonça Filho. Un ensayo fílmico sobre las ruinas de un país como Brasil en un viaje a través del tiempo, el sonido, la arquitectura y el cine.
Nacho Gonzalo