Cannes 2023: Indiana Jones eclipsa a un documental sobre la explotación juvenil en China y a Sean Penn y Tye Sheridan como paramédicos

Cannes 2023: Indiana Jones eclipsa a un documental sobre la explotación juvenil en China y a Sean Penn y Tye Sheridan como paramédicos

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Querido Teo:

Cannes suele apostar por el factor mediático para atraer la atención de la prensa internacional y es que, por muy de cultureta que se vaya, un certamen de este tipo no puede vivir sin la concesión a las estrellas y al glamour. Tras Johnny Depp y Pedro Almodóvar ha sido el turno de un Harrison Ford que ha colgado las botas, el sombrero y el látigo definitivamente y que ha recibido el homenaje del Festival con una Palma de Oro por su carrera entre momentos de emoción que han llenado el rostro del habitualmente hierático Harrison que, aun así, ha tenido que soportar alguna pregunta en rueda de prensa sobre que todavía estaba muy "hot". La cuna de la intelectualidad permitiéndose todo aunque suponemos que si se hubieran invertido los roles y hubiera sido una actriz la destinataria de la pregunta ésta no se habría celebrado con tanta algarabía. "Indiana Jones y el dial del destino" se ha confirmado como un ejercicio de nostalgia aprovechándose del peso de la marca lo que ha supuesto una decepción ya que tenían puestas muchas esperanzas en la película.

"Youth (Spring)" (Wang Bing) // Sección Oficial 

"Youth (Spring)" representa al género documental cada vez más acogido en los festivales de cine e incluso coronándose en lo más alto del palmarés. La cinta de Wang Bing (de dos horas y media de duración) se adentra en Liming, barrio de trabajadores de la provincia de Shanghai al que se trasladan muchos jóvenes cuando son poco más que adolescentes en busca de su futuro. Estos chicos viven en su lugar de trabajo, en dormitorios y habitaciones insalubres o en pequeños estudios obligándose a jugar un papel de adultos, y su situación es inestable; las presiones económicas, la dispersión geográfica, queman su inocencia y su juventud. Wang Bing lleva a cabo el viaje de ida y vuelta, tanto en su día a día a través de sus relaciones profesionales y amistosas, habiendo también momentos de amistad y solidaridad, como cuando emprenden el camino a casa para celebrar con su familia el Año Nuevo Chino teniendo que dejar de lado la nostalgia y la añoranza con el fin de destilar cierto aire de triunfalismo y de progreso constructivo para que los suyos estén orgullosos de su paso a edad adulta a pesar de que no son más que víctimas de un sistema que les trata como rebaño por su juventud, inocencia y ser mano de obra barata.

En "Youth (Spring)" encontramos una mirada cotidiana, deshumanizada y sin aspavientos de la explotación laboral para unos jóvenes sin esperanza en una industria textil que se adentran en una rueda que está preparada para ellos y que no para de girar vendiéndose incluso como un logro poder formar parte de ella y contribuir a la maquinaria engrasada del país tanto real como metafóricamente. Una mirada pertinente y que hace levantar la alfombra a la hora de qué nos preguntemos en qué condiciones se ha fabricado esa ropa que tiene la etiqueta de "made in China" poniéndose al servicio de las grandes corporaciones de Estados Unidos y Europa. El acabado a un proceso que tiene lugar en fábricas lúgubres e inhóspitas de luces amarillentas en el que el ruido de las máquinas no deja de cesar en una letanía pesadillesca de trabajos en cadena en el que las condiciones laborales brillan por su ausencia y en el que se premia la rapidez y el no caer enfermo. Eso lleva a un conjunto hermoso dentro de lo terrible en su puesta en escena pero también acusado de repetitivo y lánguido lo que convierte en injustificable esa duración.

Este documental ha sido abordado con precisión y delicadeza preparándolo durante cinco años (entre 2014 y 2019) poniendo el director la cámara y haciendo fluir el poder de las imágenes como mejor elemento de reflejo social y denuncia y con el que pretende iniciar una trilogía sobre las condiciones de vida y de futuro de los jóvenes de la actualidad en China. Un tema que ya retrató en "Bitter money" (2016) pero ahora centrado en la gente más joven y en el que, a pesar de todo, se participa de manera activa y casi inconsciente de una realidad que allí se siente como propia y que no está exenta de otros momentos de esparcimiento de cumpleaños, pequeñas fiestas y complicidades en los pisos compartidos e incluso de esperanza por soñar con viajar a Estados Unidos aunque sepan que allí su suerte no será muy diferente dentro de un sistema que, incluso con su mejor sonrisa, lo que busca es la dedicación y la excelencia máxima por un sistema empresarial que vampiriza al que nutre. Un encomiable tramo que basa su fuerza en la temática y en el hecho de saber el punto exacto en el que la cámara tiene que mostrar para con aparente sencillez impactar.

"Black flies" (Jean-Stéphane Sauvaire) // Sección Oficial

No hay edición de Cannes sin Sean Penn que encuentra en este certamen uno de los lugares que con más fe por parte del equipo organizador. Ahora no como director pero sí como actor de "Black flies", un corriente viaje adrenalínico de dos paramédicos por las calles de Nueva York. Uno el veterano de vuelta de todo (Sean Penn) y otro el aprendiz enérgico que se encuentra de bruces con la realidad (Tye Sheridan) en un recorrido nocturno y ruidoso entre oscuridad, sirenas y la inmensidad incierta de la madrugada que arroja un conjunto predecible que ha contado con el guión que firma el novelista Shannon Burke adaptando su propia novela partiendo del viaje de un chico en ese recorrido del apasionamiento inicial por considerarse capaz de salvar a los demás a la resignación condescendiente en forma de coraza de los compañeros que ya han pasado por ahí y que no han encontrando las respuestas a un campo de batalla exento de retención.

A pesar de ser una cinta bien rodada nunca llega a apasionar ni a tener voz propia, tal como ocurre con muchas de las herederas que intentan seguir la senda de películas como "Taxi driver" (1976), desnortados sin esperanza que recorren un Nueva York de humareda, alcantarillas, mugre y desesperación que aquí está representado por minorías que son atendidas por este tándem de profesionales tal es el caso de mujeres maltratadas y en situación de exclusión social, latinos sin techo o gente con problemas mentales. Una muestra de lo que hay debajo de la alfombra de una gran ciudad potenciada hacia fuera por la postal turística pero que también se enfrenta a una guerra sin cuartel cada día, la de la pura supervivencia y tener un lugar en el que poder caerse muerto. "Black flies" muestra un mundo en el que un joven intenta superar un reto académico como es el preparar un examen de acceso universitario aunque lo que tendrá esa noche es la pura realidad práctica de un mundo marcado por la violencia y la precariedad en el que no se garantiza lo más básico, ni el acceso a la vivienda ni a la sanidad. Tampoco, por supuesto, el partir con las mismas oportunidades. Una película enérgica y realista llena de clichés y sin el apasionamiento o la contundencia que le haga destacar más de lo ya visto en infinidad de títulos similares pasándose incluso de frenada en lo explícito de esa crudeza y llegando a la parodia involuntaria por momentos.

"Indiana Jones y el dial del destino" (James Mangold) // Fuera de concurso

"Indiana Jones y el dial del destino" no ha logrado encontrar la tecla para conquistar tanto a nostálgicos como a nuevos espectadores. El peso de la saga ochentera impulsada por Steven Spielberg y Harrison Ford se evidenció con la fallida "Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal" (2008) pero el intento de dar un cierre digno al personaje no ha terminado de ser como se esperaba según la crítica. Quizá porque el personaje no necesita ningún cierre sino haberlo dejado en paz con el recuerdo de la trilogía original y no haber mancillado el nombre del mismo (la serie "South Park" no se andó con zarandajas al respecto). 

Un viaje en el tiempo espectacular en el que regresan los nazis, se rejuvenece (más que logradamente) a Harrison Ford y se mueve en el equilibrio entre los amantes del encanto aventurero de los 80 con el frenesí de una nueva generación saturada por el cine de Marvel. Vemos a Indiana Jones repartiendo a los nazis en un tren en 1939 y después 30 años después emprendiendo junto a su ahijada una última misión a punto de jubilarse y siempre con el fin de poder freno a la megalomanía nazi a la búsqueda de un código secreto para viajar en el tiempo y que llevará a la cinta por Grecia, Italia, Francia, Marruecos y Nueva York.

James Mangold coge el testigo cumpliendo el expediente pero sabiendo que no puede intentar jugar a emular a Spielberg por lo que hay oficio pero no capacidad de ir más allá de los mandatos de un Disney que no quiere dejar ningún icono de su catálogo sin seguir amortizando. Es por ello que la película no es más que un largo epílogo de grandes éxitos con guiños a la saga y a la esencia del personaje y puro entretenimiento veraniego y evasivo para el gran público. 

Lo mejor ha sido ver a un Harrison Ford emocionado ya que sin la sombra de Spielberg (sólo como productor pero no queriendo eclipsar con su presencia) y siendo la primera cinta de Indiana Jones sin guión de George Lucas el peso del tributo ha recaído en él ya que con esta película ha cerrado testamentariamente el recorrido de sus tres personajes icónicos; Han Solo en "Star Wars: El despertar de la fuerza" (2015), Rick Deckard en "Blade Runner 2049" (2017) y ahora Indiana Jones con este cierre que sabe a culminación de trayectoria tanto artística, popular y física a sus 80 años.

Una cinta que cuenta con el aliciente de contar con la frescura de Phoebe Waller-Bridge, el empaque como villano de Mads Mikkelsen y el breve pero enérgico papel de Antonio Banderas. Un broche pensado más para el músculo de la taquilla que para la consecución de cualquier fin artístico pero que llega a puerto con dignidad, sin brillantez, pero sí sabiendo dar cauce a la emoción de un viaje generacional a lo largo de cuatro décadas de cine, cultura popular y vida.

Otros títulos

* En Quincena de Realizadores ha tenido buena recepción "The sweet east" de Sean Price Williams. Una estudiante de instituto abandona su viaje de fin de curso y se embarca en otro viaje a través de las ciudades y bosques de los Estados Unidos con todas las oscuridades propias del país. Talia Ryder y Jacob Elordi protagonizan una locura estimulante y puramente "indie".

* En la Semana de la Crítica "Tiger stripes" de Amanda Nell Eu, película de Malasia que añade tintes de fantasía al difícil trance de la adolescencia en una meritoria ópera prima que a través del "body horror" habla de la amistad femenina.

* En Una cierta mirada "Los delincuentes" de Rodrigo Moreno o cómo afecta el golpe que planean dos empleados de banca a lo largo de las décadas en una cinta que se va a los 187 minutos y que destaca por su carácter enigmático, rompedor y perturbador.

Nacho Gonzalo

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