Berlín 2023: "20.000 especies de abejas", normalización y entendimiento

Berlín 2023: "20.000 especies de abejas", normalización y entendimiento

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Querido Teo:

En los últimos años el cine español ha encontrado en éste una corriente de cine minimalista, naturalista, de historias cercanas, reales, la mayoría historias de "coming-of-age", contadas a nivel visual y formal de una manera simple, sin estructura aparente, sin pretensiones, y en su mayoría, dirigido por mujeres, generalmente debutantes. Pienso en películas como "La inocencia",  "Viaje al cuarto de una madre", "La hija de un ladrón", "Libertad", "Las niñas", "Verano 1993", "Ama", "Chavalas", etc...

Todo este grupo de películas es realmente potente, todo películas que emocionan, que calan en el espectador con una sensibilidad y una sencillez sorprendente, y, en mi opinión, es en el año pasado cuando llegamos a la cúspide, al menos por el momento y a nivel de consagración de público, premios y crítica, de este tipo de cine con "Alcarràs", "La maternal", "Cinco lobitos" y "El agua". Si esta cosecha será un punto de inflexión o no sólo el tiempo lo dirá, pero quizás la percepción del espectador cambie un mínimo al recibir "20.000 especies de abejas", la primera película de la cineasta vasca Estíbaliz Urresola, en el sentido de que quizás ya se haya tocado la cima de la montaña.

Esto, evidentemente, es una sensación personal, ya que la película ha sido seleccionada en la sección oficial de la Berlinale, convirtiéndose en la primera cineasta debutante en competir en dicha sección, y antes de entrar en detalle, podemos hablar de que es una película que consigue todo lo que pretende.

Estíbaliz Urresola ya ha triunfado en el mundo del cortometraje, siendo su tercer corto, "Polvo somos" (2020), preseleccionado en los Goya, y su último, "Cuerdas" (2022), seleccionado en el último Cannes y nominado a los Goya. Una cineasta con unas sensibilidades muy concretas, que explora en "20.000 especies de abejas" una temática poco abordada en el cine español como es el tema de las personas trans, llevándolo además a otro nivel siendo la protagonista de la película una niña trans.

En un ambiente de sociedad crispado, con debates inentendibles sobre la mera existencia de todo un colectivo de personas como son las personas trans, la película de Urresola no viene a debatir, ni a señalar; viene a normalizar, a educar, a naturalizar que estas personas existen y tienen sus problemas como cualquier otra persona, pero que son problemas que hasta ahora no se habían exteriorizado de esta manera, y que luchan contra la ignorancia de toda una sociedad que parece que sólo sabe educar de una única forma.

Urresola invita a reflexionar desde la naturalidad, lanzando que la incomprensión no debe lucharse con señalamiento, si no que debe ser una invitación al cuestionamiento. Creo que la película puede sentar las bases de una sociedad que debe de empezar a aceptar lo que no comprende desde la empatía y el respeto, y que el diálogo, sobre todo con las personas que más queremos, es indispensable de cara a un futuro mejor.

El filme, como ya mencionaba antes, utiliza esas formas naturalistas, sin música, sin un uso de la cámara que se sienta consciente, y que vuelve a invitar a lo documental con el objetivo de que, por momentos, no se sienta como una película, si no como esa familia de la que formas parte durante las algo más de 2 horas de duración. Todo este planteamiento se apoya exclusivamente en un guion muy medido y unas interpretaciones excelentes que, de no ser por ellas, la película sería insostenible.

La debutante Sofía Otero cumple con creces, y Patricia López Arnáiz está fantástica dentro de su conflicto interno que parece nunca exteriorizar, llevando prácticamente todo el peso dramático de la familia que intenta no poner en los hombros de sus hijos e hijas, y denostando una naturalidad en su actuación física que deja claro que es una actriz que tiene un futuro (y presente) más que prometedor.

La veterana Itziar Lazkano, en el papel de esa madre a veces tan cabezota que se niega a entender más allá de lo que quiere, es el contrapunto emocional de la película, pero creo que el punto álgido a nivel de interpretación está en Ane Gabarain. La coprotagonista de "Patria" interpreta el papel más conmovedor de la película, con una sencillez inspiradora a todo lo que comentaba antes sobre la reflexión y la invitación al cuestionamiento, desde un punto de vista liberador y empoderante, que se siente cercano y te llena el corazón.

Sólo queda comprobar si las sutilezas que Estíbaliz Urresola plantea para entender un tema con tanta ignorancia colectiva termina de tener cabida, aunque creo que la película tiene un par de golpes de efecto emocionantes suficientes para que el espectador tenga más que claro que las personas trans existen, y que uno es chico o chica si así lo siente. Punto y final.

Iker González Urresti

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