"Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore"
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El argumento: El profesor Albus Dumbledore sabe que el poderoso mago oscuro Gellert Grindelwald está haciendo planes para apoderarse del mundo mágico. Incapaz de detenerlo él solo, confía en el Magizoólogo Newt Scamander para dirigir un intrépido equipo de magos, brujas y un valiente panadero Muggle en una misión peligrosa, donde se encuentran con antiguos y nuevos animales y se enfrentan a una legión cada vez más numerosa de seguidores de Grindelwald. Hay mucho en juego así que nos preguntamos hasta cuándo podrá permanecer Dumbledore al margen.
Conviene ver: “Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore” es la muestra de que hay momentos en los que hay que dejar a las sagas en paz y eso es lo que ocurre con una cinta funcional en la que (tras tomarse un respiro) parece que todos los artífices están de manera funcionarial para cubrir el expediente y cobrar el cheque. Newt Scamander nunca ha tenido el interés de Harry Potter y, aunque la primera entrega podría tener su interés como precuela, la misma ha derivado en un culebrón que no encuentra el tono en una mezcolanza de géneros que no convence ni a críos ni a adultos por un prólogo alargado, hasta que verdaderamente arranca la película, en la que esta combinación de magos jugando al espionaje entre conspiraciones, pacos y viajes no interesa. Pretende mejorar en parte el rumbo de la segunda pero está llena de subramas innecesarias y se hacen cuesta arriba esos 142 minutos que en verdad lo que arrojan es una cinta centrada en Dumbledore, su pasado y ese cacareado secreto que no es tal y que permite que Jude Law se luzca y deje en segundo plano a un Eddie Redmayne engullido por los tics de su personaje. Una grandilocuencia con mucho empaque pero poca consistencia en el que un reparto coral ameniza la función con Mads Mikkelsen siendo el mejor Grindelwald (de los tres que llevamos hasta ahora) en una lucha de poder y un pacto de sangre entre él y Dumbledore que es lo que vertebra emocionalmente a la película revelando lo que ya se intuía sobre este último que va desde una conversación inicial nada velada hasta un imaginativo enfrentamiento final con el latido de sus corazones como efecto sonoro. Tras esa revelación más allá de lo sugerido de anteriores películas, poco más tiene una cinta que tiene como telón de fondo el auge de los supremacismos y vuelve a tener una de sus mejores bazas en la música de James Newton Howard y en cierta sensación de fin de ciclo ya que, tal como acaba la cinta, y teniendo en cuenta los complejos problemas que ha habido entre la segunda y la tercera, habrá que ver hasta que punto Warner Bros. sigue con el plan previsto (dos películas más) o cierra esta historia que ya sólo puede virar hacia el melodrama y alguna batalla épica de las que ya se han visto más de una vez en este tipo de películas. Un batiburrillo aburrido, sin sustancia e incoherente que muestra que no tiene sentido estirar más algo que si finaliza pocos ya van a echar de menos después de esta prórroga que le ha dado el cine al universo de J.K. Rowling. Mucho ruido para tan poca épica.
Conviene saber: David Yates vuelve a ponerse por séptima vez detrás de las cámaras de una cinta relacionada con el universo de Harry Potter. Continúa la saga de “Animales fantásticos y dónde encontrarlos” (2016) y “Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald” (2018).
La crítica le da un SEIS