Alejandro Dumas, un autor atemporal para el cine

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Querido Teo:

El estreno de una nueva adaptación de "El conde de Montecristo" pone en valor una vez más la obra de un escritor como Alejandro Dumas que ha servido muchas veces de inspiración para un buen número de películas. Sólo de la mencionada se pueden contar una veintena de adaptaciones desde la primera en 1913 pero a ella se suman “Los tres mosqueteros”, “El hombre de la máscara de hierro” o “La reina Margot” como las obras de Dumas que más han sido versionadas.

A lo largo de su vida Alejando Dumas publicó aproximadamente 300 obras y numerosos artículos, convirtiéndose en uno de los autores más prolíficos y populares de Francia. Sus novelas van desde la aventura a la fantasía, pasando por la Historia.

El propio origen del escritor, nacido el 24 de julio de 1802, ya es muy aventurero y definitorio de una multiculturalidad cada vez más arraigada en un país como Francia. Conocido como “El hijo del Conde Negro”, lo cual podría haber sido el título de alguno de sus libros, el escritor era hijo del general Thomas-Alexandre Dumas, un mulato originario de la colonia francesa de Saint-Domingue, actual Haití, hijo del noble francés Alexandre Antoine Davy de la Pailleterie y de la esclava descendiente de subsaharianos Marie-Cessette Dumas.

A pesar de que el padre de Alejandro Dumas murió cuando éste tenía cuatro años buena parte de la trayectoria de éste como militar inspiró de manera notoria su obra, especialmente “Los tres mosqueteros” y “El conde de Montecristo”. La pensión económica de la que disponía su madre y el carácter indómito del joven, un mal estudiante interesado más en las mujeres, en la cultura y en prosperar socialmente, le hizo apoyarse en los contactos de su padre para definir su futuro.

En 1822 realizó su primer viaje a París, financiado con el producto de la caza. Quedó fascinado por la ciudad y el teatro. Por ello, unos meses después decidió volver con algunas cartas de recomendación para los antiguos amigos de su padre, afectos casi todos ellos a los Borbones.

En 1823 se instala en París y entra al servicio del Duque de Orleans como escribiente, gracias a su perfecta caligrafía y a la recomendación del General Foy. Continúa escribiendo y completando su formación de manera autodidacta alternando el trabajo y el estudio con escarceos amorosos. En 1824, y fruto de su relación con la costurera Marie-Catherine Lebay, llegaría al mundo el también escritor Alejandro Dumas hijo.

Su aspecto racializado no fue un problema para la época, con muchos padrinos en las altas esferas debido al buen recuerdo y el estatus dejado por su padre, lo cual le hizo no sólo conocer bien esos ambientes sino que Alejandro Dumas comenzara a trabajar para Luis Felipe I de Francia. Décadas después, con el ascenso de Luis Napoleón Bonaparte en 1851, Dumas cayó en desgracia y se marchó a Bélgica, donde vivió varios años, en un peregrinaje que también le llevaría a Italia y Rusia hasta su regreso a París en 1864.

En 1913 llega la primera adaptación al cine de Alejandro Dumas que también es la primera de “El conde de Montecristo”. La historia del marinero francés, encarcelado durante años por cargos falsos de complot contra el rey, que se escapa y cobra venganza contra sus acusadores.

Ese mismo año, Emile Chautard asumía la dirección del mediometraje “La dame de Monsoreau” (1913), intriga amorosa con nueva versión en 1923 en la que la acción se centra entre febrero y septiembre de 1578, seis años después de la matanza de San Bartolomé. Entre tratados, reconciliaciones y traiciones, los de la casa de Anjou y los de Guise se despedazaban con brutalidad para contar con los favores del rey, Enrique III.

El potencial aventurero de las historias de Alejandro Dumas, el género más rentable para un público en busca de evasión y disfrute, hizo que pronto estrellas de la época como Douglas Fairbanks o Max Linder protagonizaran versiones de “Los tres mosqueteros”, respectivamente, en 1921 y 1922. Lo mismo ocurrió en 1923 con John Gilbert como el Edmond Dantès de “El conde de Montecristo”.

Douglas Fairbanks volvería a repetir en el universo de Dumas con “La máscara de hierro” (1929) y Robert Donat sumó su propia versión de “El conde de Montecristo” (1934). Un universo que ha dado pie a versiones paródicas como “Los tres mos… quiteros” (1939), así como la película de Cantinflas de 1942, o que incluso un director como James Whale (tras definir para siempre en el cine la iconografía de Frankenstein) tuviera su propia “La máscara de hierro” (1939).

Parada obligada y definitoria con “Los tres mosqueteros” (1948) de George Sidney, superproducción para la Metro-Goldwyn-Mayer sacando lustre al technicolor de la época en un disfrute visual encabezado por Gene Kelly y Lana Turner. Por otra parte en “Cagliostro” (1949) Orson Welles y una intriga con una doble de María Antonieta sustentan la adaptación de otra de las obras de Dumas.

La década de los 50 potencia el lado más optimista y de hermandad de las historias de Dumas sin abandonar la épica de la aventura lo que permite que géneros como la comedia o el musical puedan encontrar un filón en estas historias con un público que, por lo general, siempre respondía. Jeanne Moreau protagonizó una de las primeras versiones de “La reina Margot” (1954), símbolo de la lucha entre protestantes y católicos en la revuelta Francia del siglo XVI.

Francia, Italia y México son las cinematografías que más se interesan por la obra de Dumas destacando las películas sobre los mosqueteros y Milady de Winter realizadas por Bernard Borderie en 1961 o la de Claude Autant-Lara sobre “El conde de Montecristo” de ese mismo año. Alain Delon protagoniza “El tulipán negro” (1964) y España pone de su parte en dos series dirigidas por Pedro Amalio López; “El conde de Montecristo” (1969) con Pepe Martín y “Los tres mosqueteros” (1971) con Sancho Gracia.

España sería también el lugar en el que se rodaría buena parte de “Los tres mosqueteros: Los diamantes de la reina” (1973) de Richard Lester, superproducción con reparto estelar que le valdría un Globo de Oro a Rachel Welch y que cosecharía 5 nominaciones en los Bafta. Con el mismo equipo llegaría “Los cuatro mosqueteros” (1974) y, jugando con la nostalgia, los achaques y el paso del tiempo, una tercera película llamada “El regreso de los mosqueteros” (1989).

En los siguientes años nos encontramos producciones televisivas británicas con Richard Chamberlain (“El conde de Montecristo” en 1975 y “La máscara de hierro” en 1977), el clásico animado para televisión de Claudio Biern Boyd o incluso “La loca historia de los tres mosqueteros” (1983) dirigida por Mariano Ozores para el lucimiento del entonces trío cómico Martes y Trece.

En la década de los 90 está el intento de hacer una nueva versión que conectara con el público juvenil de la época con las hormonas revolucionadas daría luz a “Los tres mosqueteros” (1993) con Chris O’Donnell, Charlie Sheen y Kiefer Sutherland a la cabeza.

En “La reina Margot” (1994) de Patrice Chéreau se lleva a cabo una de las adaptaciones más icónicas con el rostro y presencia de Isabelle Adjani. Un éxito del cine europeo potenciando el lado más ardiente de la historia frente a la represión del la época ganando el premio del Jurado en el Festival de Cannes donde también fue premiada Virna Lisi por su papel de Catalina de Médici.

La década se redondea con “El hombre de la máscara de hierro” (1998) con un estupendo reparto y aprovechándose del tirón de un joven Leonardo DiCaprio asumiendo doble papel y comenzando a demostrar todo un potencial desdeñado por el escepticismo general al margen de las carpeteras.

El cine francés ha sumado recientemente un éxito importante con el díptico dirigido por Martin Bourboulon de “Los tres mosqueteros: D’Artagnan” y “Los tres mosqueteros: Milady”. Un estupendo y carismático reparto lleno de rostros conocidos del cine galo y la industria del país sacando músculo para rendir tributo a la inmortalidad de una de las grandes obras de su cultura.

Un ejercicio a todas luces modélico, fascinante y sumamente entretenido que gana frente a anteriores versiones por su modernidad y pertinencia siendo fiel a la esencia pero sabiendo dar dimensión a los personajes aportando un halo de realismo que conecta con el espectador.

“El conde de Montecristo” llega ahora a los cines con la misma fórmula y con el apoyo de la taquilla y de unas críticas excelentes para un clásico que todavía tiene mucho que decir. Pierre Niney es Edmond Dantès en la versión dirigida por Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière que de guionistas en el anterior díptico de los mosqueteros ahora asumen también con éxito las funciones de dirección.

Alejandro Dumas sigue vivo generación tras generación demostrando que el cine es capaz de propagar el legado de esas historias que quedaron impresas en las páginas de lo que han demostrado ser obras imperecederas y que adoptando la perspectiva de un género u otro, más o menos fieles al clásico, han demostrado nunca pasar de moda.

Nacho Gonzalo

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