"A fuego lento"
La web oficial.
El argumento: Ambientada en el mundo de la gastronomía francesa en 1885. La relación entre Eugenie, cocinera de prestigio, y Dodin, el gastrónomo para el que trabaja desde hace 20 años. Cada vez más enamorados el uno del otro, su vínculo se convierte en un romance y da lugar a deliciosos platos que impresionan incluso a los chefs más ilustres del mundo.
Conviene ver: “A fuego lento” es lo nuevo de Tran Anh Hùng, uno de esos realizadores que parecían destinados a grandes cotas pero que terminaron cayendo en el olvido. Hace tres décadas ganó en el Festival de Cannes la Cámara de Oro a la mejor ópera prima con “El olor de la papaya verde”. No se quedaría ahí ya que con “Cyclo” (1995) ganó el León de Oro a la mejor película en el Festival de Venecia. El director vietnamita ofrece ahora una tierna historia de amor entre dos cocineros, con todo el carisma, encanto y química que pueden destilar Benoît Magimel y Juliette Binoche en una relación de dos décadas en la que de la admiración y la amistad han pasado al amor y a la mejor declaración posible, la de que él se decida por fin a cocinar para ella utilizándolo como sello de su compromiso sin necesidad de ninguna atadura ya que ambos se respetan y se quieren pero agradecen la libertad de su relación y todos los grandes momentos que les el placer de poder elaborar esos platos que son tanto un arma de negociación como de seducción, así como la mejor carta de presentación, en la Francia de 1885 elevando como arte coreográfico al placer culinario.
Un deleite de suculentos platos que llegan al placer visual y erótico siendo para ambos personajes el desarrollo de su excitación creadora encontrando el mayor de los gozos en ver comer al otro el menú que le ha preparado. Eso y que una pera hervida tenga una elipsis que derive en el cuerpo de Juliette Binoche en la cama desnuda y recostada de espaldas jugando con la fina línea entre la pasión culinaria y la amorosa de esa relación personal y profesional avivada a fuego lento a lo largo de los años con mucho de respeto, confianza, comprensión e incondicionalidad. 145 minutos de festín culinario (con un estupendo plano secuencia inicial de 40 minutos) que, no obstante, no logra alcanzar la categoría de “crowd pleaser” ni tampoco sorprender en su argumento en una historia ambientada a finales del siglo XIX yendo de más a menos durante el metraje. Eso sí, hay clasicismo, exquisitez en la puesta en escena y pulso detrás de la cámara siendo capaz de hacer babear al espectador ante el uso de imágenes y sonidos que subrayan la faceta sensorial que puede tener el cine y, lo que es más difícil, tener al espectador pegado a la pantalla manteniendo el interés en todo momento.
Una película que contribuye a que cada detalle se paladee haciendo de la comida un placer regodeándose en preparativos, condimentos y la dedicación que le imprimen a ello unos personajes que se quieren pero que más todavía a esa pasión común que les une y les hace ser mejores tanto como personas como profesionales compartiendo la misma con amigos con los que, después del afanoso trabajo que más que dejarles exhausto les mantiene vivos, disfrutan comiendo y hablando de platos, vinos y las sensaciones que les evocan anteponiendo siempre a su relación la pasión común que la nutre y una sensación de libertad que no quieren perder y que es la que nutre su química y amor con esa disciplina creativa como instrumento. Una singular relación que no se enjuicia envolviéndola de una armoniosa y precisa exquisitez aspiracional al alcance sólo de dos almas verdaderamente compenetradas en vida y profesión.
“A fuego lento” no es sorprendente ni rompedora pero logra conmover con sencillez gracias al poderío de unas imágenes que le hacen estar en la zona alta del subgénero culinario del que siempre se mencionan cintas como “El festín de Babette” (1987) y “Ratatouille” (2007) entre pequeñas píldoras de ese tierno y devoto amor en esa casa rural en la que, junto a la ayuda de una asistente, y el descubrimiento satisfactorio de una niña prometedora con gran dote degustativa, son cómplices y aliados entre fogones con imágenes exquisitas en cada encuadre, halo de luz y cadencia reivindicando la pureza artesanal de la cocina con aromas e ingredientes. Quizá hayan construido un mundo demasiado pequeño pero es en el que ellos son felices y, entre vahídos preocupantes y jornadas maratonianas en la cocina, Dodin y Eugénie, mantienen una relación que fluye al ritmo que ellos han considerado y en la que no se necesitan más que a ellos, sus platos y la capacidad de generar en los demás el sentir con el placer del buen comer la sencillez y fascinación gastronómica bañada de belleza, clasicismo y sensualidad. Un ejercicio sensorial de imágenes y sonidos en el que la belleza y la alegría intentan poner una barrera a la tristeza y la desolación de una vida mucho menos interesante, rica e inspiradora que la enriquecedora burbuja que estos personajes han creado (que trascenderá incluso cuando ellos ya no estén ante el buen recuerdo dejado y las enseñanzas perpetuadas a través de la dedicación en la cocina) y que Tran Anh Hùng sabe transmitir de manera fascinante con unos estupendos actores que recuperan las brasas, al menos a nivel cinematográfico, de un amor que vivieron en la vida real siendo pareja entre 1999 y 2003 y teniendo una hija en común, bañado aquí de ternura, pureza y la conexión de una pasión en común en la que se da más valor entre ellos a ser la cocinera de uno que la mujer de éste.
Conviene saber: Mejor dirección en el Festival de Cannes 2023 y representante de Francia para el Oscar 2024 a la mejor película internacional.
La crítica le da un SEIS