"Calor", en los mismísimos testículos
Querido diario:
Estaba con “El Venas” considerando la posibilidad de que estemos en “Matrix”, cuando ha pasado ante mi celda Jorge Fernandez León, uno de los mandarines de la cultura en Asturias. He dejado a mi amigo convencido de que esto no puede ser Matrix, porque si lo fuera, la comida sería mejor, y he seguido a Jorge hasta la zona donde se pasa la ITP (Inspección Técnica Psicopática). Nos hemos mirado brevemente en el instante en que le aplicaban el gel para los electrodos y he entendido su mensaje: “Mira en mi mochila en cuanto me ajusten el antifaz para la lectura del espasmo ocular”. Valoro mucho a los que se expresan bien con la mirada, y he hurgado en la mochila mientras la enfermera Elena se inclinaba sobre la pantalla de leds para anotar los resultados. Un teléfono de sobremesa, no; una pelota antiestrés de semillas, no; un pin de Asturias, que guapa ye, que me he quedado para mi ex Piercing; un ticket usado de AVE con restos de carmín, tampoco; y ¡un libro!. Ni lo dudé. Se refería a esto. El título era “Calor”, y lo terminé de flipar al leer el nombre del autor: William Goldman.
Goldman es todo un maestro por su capacidad para montar historias curiosas y tiene en casa dos oscar por los guiones de “Dos hombres y un destino” y “Todos los hombres del presidente”, es el que perpetró "La princesa prometida", “Misery” y “El último héroe de acción”. “Las aventuras de un guionista en Hollywood” me divirtieron mucho, y ni mi enfermedad justifica que no hubiera leído “Calor”. ¿Qué me había pasado?. Me he puesto muy muy nervioso. He vuelto a mi celda, colocado el muñeco, y descendido a las alcantarillas donde nadie me ha molestado y he podido esconder mi vergüenza. En su día, la decoración de su habitación le había representado un problema. El casero insistía en usar solamente pintura de color marrón mierda porque no se ensuciaba tan deprisa como otros colores, y no había modo alguno de que levantara ni un ápice la moral. Particularmente cuando regresaba a casa tarde tras largas horas invertidas en un trabajo no necesariamente digno de admiración. Pero al poco tiempo, Escalante descubrió la solución: los mapas.
Acabo de terminar, sin detenerme, y en “Calor” he conocido al Mex, un heredero moderno de Sam Spade, aunque no podría interpretarlo Bogart, demasiado escuchimizado. El Mex es latino, mejicano, pero cumple con todos los requisitos para entrar en el club de los mejores personajes de novela negra. Un ex combatiente del Vietnam convertido en héroe por las revistas de aspirantes a mercenarios. malvive en Las Vegas con la esperanza de ganar 100.000 dólares con los que pasar cinco años viajando por el mundo. El Mex, o Nicholas Escalante que es su nombre, vive en un apartamento forrado de mapas de todo el mundo, de lugares que quiere visitar.
Se trataba, básicamente, de una sola habitación. ¿Básicamente?. ¿Qué clase de chorradas estaba diciendo?. Su apartamento era una sola habitación, por mucho que el tipo que se la alquilaba insistiera en llamar «cenador» a la zona que rodeaba la pequeña cocina empotrada en la pared. Sólo había sido utilizada como espacio de almacenamiento. Escalante no consideraba que cocinar fuera una labor especialmente creativa. ¿Labor creativa?. Más chorradas. Odiaba cocinar. Además, cuando uno vivía donde él vivía, el mejor modo de conseguir que la colonia de insectos pasara de largo era simplemente no tener comida en casa. La nevera de Escalante servía, sobre todo, para la cerveza, y el congelador para el vodka Finlandia, el whisky escocés y el hielo. El hornillo servía de almacén: preciados libros de viajes, artículos de revistas que tuvieran algún interés particular. No había encendido el hornillo ni una sola vez en catorce años.
La característica más notable del apartamento era su minúscula terraza. Escalante vivía en un segundo piso, y la terraza daba cabida a que dos personas pudieran permanecer en pie o a que una pudiera sentarse y tomar una bebida refrescante al final del día. Era una ocupación agradable, al menos en teoría. La realidad, sin embargo, le restaba placer al asunto.
Ahora, cada retazo visible de marrón estaba recubierto por los mapas. Las cuatro paredes; y además varios mapas gigantes de Lake District cubrían casi todo el techo. Tardó semanas en finalizar su labor, pero una vez estuvo hecho jamás había querido cambiar nada. Aquí o allá, todos los continentes estaban incluidos, docenas de países, mares y lagos azules maravillosos, fantásticos marjales verde oscuro, todos los colores, todos los caminos recorriendo el techo, todas las montañas por escalar. Cuando tuviera los cien mil. Los cinco años de libertad. ¿Llegaría ese día?. Por descontado.
Su oficina es una cafetería, sus amigos jugadores y prostitutas. Junto a una estupenda venganza contra el hijo de un capo mafioso por la violación de una amiga del Mex y la vigilancia de un niño rico de los negocios informáticos que viaja a Las Vegas para jugar, hay otras tramas pero su fuerte es el retrato de las adicciones. Y, como adicto integrado, me gusta el Mex. Su secuencia con la rica ex que vive lujosamente en Los Ángeles es digna de “Chinatown”, y se ve que Nicky tiene sus propios códigos muy elaborados: “Escalante no había sabido nunca cómo le consideraban las mujeres; sabía que cuando más disfrutaba era cuando más quería, cuando podía ser cariñoso, pero si permanecía o no en la memoria de las chicas con las que había estado era algo de lo cual nunca estuvo seguro.
El príncipe Galo era el más experto en la materia, y algunas veces hablaba de ello, no tanto de la técnica como de las categorías. La mejor clase de relaciones sexuales era lo que él llamaba «sexo de plata», cuando dos están enamorados el uno del otro, eso era fabuloso, pero no sucedía nunca; el «sexo de rencor» estaba bien, siempre y cuando uno fuera suficientemente honesto como para admitirlo; duro era el «sexo vieja gloria», cuando te veías obligado a ello, por razones de negocios, no de placer. Sin embargo el más difícil de todos, la estocada mortal, era el «sexo-asignatura-pendiente», cuando dos pasados se reencuentran pero es demasiado tarde. Escalante estaba en eso ahora, era consciente de ello, en una situación que hubiera debido darse tiempo atrás, y cerró los ojos, borrando aquel esqueleto de cuero que tenía debajo, pensando exclusivamente en aquella gloria al otro lado de la piscina, frente a él; el bañador descendiendo lentamente, sus pechos blancos que se le ofrecían solamente a él, ocultos al resto del mundo; y contempló cómo daba un rodeo acercándosele lentamente, se arrodillaba, le retiraba su traje de baño, descubriendo su pene erecto y desnudo y ahora, al tomarla, rogaba para ser capaz de retener aquel pasado, para que su polla, que de momento funcionaba, no eligiera ese triste momento para traicionarle.
La adaptación cinematográfica se hizo en 1986, con un Burt Reynolds mediocre como el Mex. En la novela si se puede sentir cuando el Mex empieza a notar que sus testículos se calientan y entonces… calor.
Caramba, el venas! ahhh, qué ganas tenía de oir de nuevo hablar de él...