El tecnosociópata: SMS, del servicio a la adicción
Morgan Dynda, ya lo habrás oído en el Telediario, es esa niña insolente que dice enviar 470 mensajes al día y que ha ganado no sé qué concurso para ver quien envía mensajes más deprisa. Como tú me conoces, sabes perfectamente que esta victoria tiene el valor añadido de la reivindicación. La tal Morgan dice tener 14 años. Yo digo tener bastantes más. Digamos, para resumir, que estamos en diferentes grupos estadísticos. Redondeando, ella está en "14 o menos" y yo en "40 o bastantes más". Te cuento esto porque en realidad de lo que quería hablar es de la relación entre la edad y la tecnología. Igual que mi abuela era reacia a la televisión en colores porque "la de verdad se ve mejor", decía ella, encuentro a diario estadísticas que pretenden certificar lo inadecuado que supone enviar SMS a mi edad. A veces tengo la impresión de que teclear un mensaje en el móvil por la calle, a mis años, es como llevar una camiseta sin mangas o ir a la piscina en un Speedo de tigre, es decir, cosas que sé que ya no debo hacer.
Según el Pew Reasearch Center todos los jóvenes con móvil envían mensajes de manera constante, pero a medida que avanza la edad de los encuestados esa cifra decrece de manera proporcional al incremento de la alopecia o la cercanía de la menopausia. Del informe me molesta particularmente la definición de "viejo". Para los encuestados entre 18 y 30 años, se es "viejo" a los 60, lo cual me hace pensar que, a los ojos de la tal Morgan, yo soy un carcamal.
Por eso quería hacerte varias preguntas: ¿Enviar SMS es una moda juvenil?. ¿Crees que los adolescentes que ahora envían 80 mensajes al día reducirán sensiblemente esa cifra cuando lleguen a la vejez, es decir, cuando cumplan 40 años?. Y, sobre todo, ¿cuál es la cifra diaria aceptable de SMS que marca la diferencia entre la utilidad del servicio y la pura adicción?.
Romualdo Washington