"Man on wire", desafiando al vacío
Querido primo Teo:
"Man on wire" se alzó hace dos meses con su merecido premio al Oscar de mejor documental. Una cinta dirigida por James Marsh que desde que iniciara su andanza allá por el festival de Sundance del pasado año, no ha dejado de cosechar premios y recibiendo entusiastas críticas. Con el Oscar en el bolsillo, el documental (género cada vez más en auge y más necesario) llega a nuestras pantallas esta semana.
El argumento del documental nos conduce por el complicado golpe del funambulista francés Philippe Petit, que suponía sobrepasar la seguridad del World Trade Center, tirar un cable que uniera las dos torres y caminar sobre el mismo sin despertar la atención de nadie. A más de 400 metros de altura, sobre las calles de Manhattan, la proeza de Petit tiene tintes épicos, y el propio protagonista narra con detalle toda la aventura.
Una actuación ilegal en la que el único que ponía en peligro su vida era el propio Petit que dio a este hecho aires metafísicos: "Este es probablemente el final de mi vida, caminar sobre ese cable. Y, por otra parte, algo a lo que no me podría resistir, ni haría ningún esfuerzo por resistirme, ese cable me llama. Y la muerte está muy cercana."
“Man on wire” en ningún momento se hace anodino. A pesar de encontrarnos ante lo que un mortal puede considerar “una soberana locura” presentando una aventura personal con poca más incidencia que el logro humano en si, el documental pasea todo el rato entre la emoción y la épica. El salpicar el documental con las propias declaraciones de Petit (percibiendo la satisfacción del que sabe haber cumplido en la vida su gran sueño a través de sus ojos vidriosos) hace que preparemos y sintamos con él el apasionamiento del reto.
Philippe Petit era un simple artista callejero que cuando acometió la aventura sólo contaba con 24 años. La idea se remonta a 1968 cuando en París acudía a una visita rutinaria al dentista. Hojeando las revistas que había en la sala de espera encontró un artículo sobre el proyecto arquitectónico de las Torres Gemelas en Nueva York. Petit volvió a casa con las muelas en el mismo estado, pero con emoción de tener un sueño que cumplir que le fascinaba, tender un alambre entre las dos torres y demostrar a todos y a si mismo su talento como funambulista.
Mientras las torres iban cobrando forma, Petit dedicó seis años de su vida a la preparación del plan. En el invierno de 1974 se trasladó a Nueva York e hizo pruebas, mediciones, estudió los accesos a las Torres, el personal que en él trabajaba, todo lo que ahora se interpretaría como la actitud propia de un terrorista, de alguien que preparaba un atentado. En este caso, Petit simplemente quería dar un golpe, el de su vida, el de la superación personal que se había impuesto.
La madrugada del 6 al 7 de Agosto, Petit lanzó el cable que unía uno y otro edificio revisando todos los anclajes. Al amanecer ese cálido día de verano, Petit cogió su pértiga desplegable e inició el camino por el alambre. Eran las 7 de la mañana, momento en que la ciudad despertaba y se quedaba atónita al ver a un tipo, la palabra loco era la más repetida, intentando cruzar por el alambre. Petit andó, caminó y también dio saltos ante la perplejidad de los viandantes. Fueron tres cuartos de hora en los que nadie pudo detener al francés funambulista. Los cuerpos de seguridad amenazaron con poner fin a la actuación con la aparición de un helicóptero, e incluso algunos policías le dijeron que iban a destensar el alambres. Un cruce entre indignación, asombro, perplejidad y admiración se dieron cita en las personas que contemplaron este fenómeno. Cuando Petit decidió terminar con la proeza fue detenido pero todos los cargos fueron retirados. Fue condenado a realizar su paseo a menor altura en Central Park.
La experiencia de Philippe Petit ha quedado reflejada en algunas obras escritas por él como “Tratado sobre funambulismo” y “To reach the clouds”.
Philippe Petit está actualmente al borde de la sesentena y aunque nunca ha vuelto a repetir ese logro no descarta llevar a cabo la misma operación en el Gran Cañón del Colorado. Uno no puede evitar tras ver el documental empatizar y encariñarse con ese joven artista callejero que un buen día paseó por la línea de los sueños, un cable que a pie de tierra parecía imperceptible con lo cual Petit parecía sostenerse en el vacío, elevándose frente a los demás como el realizador no de una maniobra artística, sino de algo más, de una cita con esos sueños que conforman una vida de la que sentirse satisfecho. Tal vez no tengamos que hacer un alarde del calado de Philippe Petit para tener la misma sensación, pero el camino por conseguir nuestros sueños y el intento de materializarlos es lo que nos hace grandes y un poco más felices.
Joder....andó....vaya tela...no saben ni escribir los periodistas....
¿Coronado es periodista?
No entiendo el afán de algunos por escribir gilipolleces, ¿nunca os equivocáis al escribir una palabra?. Mejor hariais en volver a vuestros sillones de la RAE para que no se queden fríos.
Alguien sabe si Alain Petit y este hombre tienen alguna relación?
Muchas gracias por anticipado!