Asesinos en serie: El monstruo del bosque

Asesinos en serie: El monstruo del bosque

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Querido diario:

Después de hablar de los inspiradores, los interpretados, el irresistible, el caníbal y el buen doctor sumo otro a este repaso que me sirve para acompañar al serial sobre Asesinos en serie que han preparado los psicos de LoQueYoTeDiga en la radio para este primer semestre del año.

En el otoño de 1990 la policía soviética desplegó a seiscientos detectives a lo largo de una vía ferrea. Buscaban a un asesino que estaba sembrando de cadáveres medio país, y que ya había burlado las investigaciones de 100 agentes rusos.

Cuando apareció el cadáver número treinta, los periódicos empezaron a escribir sobre un posible asesino en serie, un retrasado mental según las versiones oficiales que consideraban a estos asesinos un "producto capitalista". La policía no estaba de acuerdo porque las pistas indicaban que la manera de moverse del asesino por el país era de una persona con acceso a un coche, y en Rusia eso era algo teoricamente controlable
Uno de aquellos 600 detectives vio surgir del bosque un hombre con traje y corbata mientras cumplía su turno de vigilancia cerca de una estación. Se lavaba las manos en una fuente, y vió que tenía un dedo vendado y una mejilla manchada de sangre. Le pidió los documentos y redactó un informe rutinario.
Era la tercera vez que Andrei Chikatilo se zafaba, y aún pasarían casi dos años hasta la acusación formal en 1992, por cometer más de medio centenar de crímenes.

El rostro y la mirada alucinada de aquel hombre, de cráneo rasurado, que observaba desde la jaula de hierro donde estuvo encerrado durante el juicio dio la vuelta al mundo, y la imagen quedó impresa en la memoria de mucha gente.
Era un hombre de 56 años, miembro respetable del Partido, con títulos universitarios en lengua y literatura rusa, en ingeniería y en marxismo-leninismo.

La fiscalía logró ir reconstruyendo la vida del ucraniano nacido en una pequeña aldea en 1936, tiempos de hambruna, cuando morían millones de personas cuyos cadáveres se amontonaban en las calles y campos. El pequeño Andrei y su hermana escucharon muchas veces en el regazo de su madre, cómo su hermano mayor había sido raptado y devorado. No existe ningún documento sobre el nacimiento o muerte de aquel hermano, pero la manera en como su madre se lo contaba hacía que la historia pareciera verídica.
Se convirtió en un niño retraido, que se orinó en la cama hasta los doce años. En la escuela fue una victima de los chicos mas agresivos. A medida que iba creciendo, se hacía más tímido con las mujeres. En su primer intento sexual, eyaculó en pocos segundos mientras abrazaba a una chica, y ahí surgieron los primeros indicios de su impotencia.
Se dio cuenta de que no conseguía tener una erección como las de los demás. Su flacidez provocó burlas en las chicas con las que lo intentó pero, a pesar de su problema, pudo encontrar una esposa, y aunque era incapaz de mantener una erección, sí podía eyacular. Logró alcanzar en contadísimas ocasiones la suficiente erección para dejar embarazada a su esposa, pero no dejaba de pensar, que la naturaleza lo había castigado castrándolo al nacer. Era un marido de carácter tan soso como estable, trabajador, que obedecía a su esposa en casi todo, un padre que nunca levantaba la voz ante los hijos, un miembro del partido comunista respetado, que leía los periódicos y se mantenía al corriente de la actualidad. Discreto, vivía con la austeridad que corresponde a un soviético riguroso y marxista dogmático.

En 1971, con 35 años, un diploma universitario le dio el grado de maestro. Se colaba en los dormitorios para ver a las niñas de doce años en ropa interior, mientras se masturbaba con la mano dentro del bolsillo. Sus alumnos se reían de él, le apodaban "el ganso" porque los hombros caídos hacían que su cuello pareciese alargado, y lo tenían por tonto. Él no se defendía y llegaron a golpearle, mientras le llamaban maricón, y a echarle a patadas de una clase. Tuvo tanto miedo a los chicos que empezó a llevar un cuchillo al trabajo. Fue expulsado cuando le acusaron de ser un obseso sexual, pero encontró trabajo en una fábrica donde tenía que viajar constantemente.

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El 22 de diciembre de 1978, Chikatilo abordó en la calle a una niña de nueve años, y la convenció para que se fuera con él a una cabaña que poseía en un bosquecillo de las afueras. Allí, al desnudarla violentamente, le hizo un corte accidental del que brotó sangre, hecho que le produjo una erección inmediata, estableciendo el vínculo fatal entre sangre y sexo. Luego, sacó un cuchillo y se lo clavó a la niña en el estómago. Con cada puñalada notaba que se acercaba más al orgasmo, por lo que no cesó de hacerlo hasta la eyaculación. Se dio cuenta de que su placer no consistía en acariciar los genitales ajenos, sino en maltratarlos.
Tres años pasarían antes de que Chikatilo asesinara por segunda vez, el 3 de septiembre de 1981. Su segunda víctima fue una joven de 17 años de edad, la convenció de ir con él al bosque para tener relaciones sexuales, pero falló en el intento y la chica se rió de él, perdió el control, la estranguló y eyaculó sobre el cadáver, mordisqueo su garganta, le cortó los senos y en su frenesí se comió los pezones. Luego, comenzó a lanzar aullidos mientras bailaba una danza de guerra alrededor del cuerpo. En esos momentos supo que volvería a matar.

Los gritos de terror le excitaban, pero era el asesinato en sí lo que presentaba para él el acto sexual supremo.
Varios días después del informe rutinario del detective apareció un nuevo cadáver en aquella misma zona. Cumplía con el modus operando, el crimen se había producido con la protección de un bosque, fragmentos de carne o vísceras arrancados para ser comidos o conservados, extracción de los ojos y otros abusos que habían ido en aumento desde la primera víctima. El fiscal general de la provincia de Rostov emitiría una orden de detención contra Chikatilo, y el mismo día fue detenido por la KGB, mientras con paso lento y senil se lamentaba: "¿Cómo pueden hacerle esto a una persona de mi edad?". Aguantó muy poco tiempo los interrogatorios, se derrumbó ante un psicólogo a quién acabó confesando 53 asesinatos. Posteriormente guió a la policía a los distintos lugares con la esperanza de que el número de muertes lo convirtiera en un "espécimen de estudio científico".
El primer día del juicio, desde su cubículo de metal, deleitó a los fotógrafos esgrimiendo una revista porno, pero más tarde, abatido, se quitó la ropa y meneó el pene gritando: "Fijaos que inutilidad, ¿Qué os pensáis que iba a hacer con esto?". Los jueces no dudaron en sentenciarle a la pena capital y fue ejecutado de un tiro en la nuca en una prisión de Moscú, el 16 de febrero de 1994.

La productora HBO había decidido hacer una película desde que la prensa empezó a contar la historia, y se convirtió en un libro, "The Killer Department". El mismo año de la ejecución estaba lista "Ciudadano X" (Citizen X), emitida como telefilm en Estados Unidos y en el cine en España. Stephen Rea, Donald Sutherland, Jeffrey DeMunn, John Wood, y Max Von Sydow, hicieron un buen trabajo.

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