Querido primo Teo:
En la primavera del 2020, cuando el mundo trataba de sobrevivir en lo peor de la crisis sanitaria, un grupo de urbanitas enganchados a las redes sociales huyeron de la bomba epidemiológica de la capital del reino y recalaron en el entorno rural. Muchos de ellos se sintieron como Diane Lane en “Bajo el sol de la Toscana”, conociendo el exotismo de lo que es la vida en un pueblo de no menos de 60 habitantes, o como esos reporteros de los programas de televisión que se dirigen a los pueblerinos de manera paternalista, dando por hecho que a nivel intelectual están muy por debajo, pero vivieron la peor de sus pesadillas debido a la falta de conexión con la que poder narrar su proceso de reconversión a la vida campestre que por su postureo no se diferencia en absoluto de las misiones al tercer mundo de los famosos que de vez en cuando tienen su hueco en la prensa del corazón. Un viaje a la España profunda, aprovechando el estreno de “As bestas” de Rodrigo Sorogoyen, ocupa nuestro espacio semanal de clásicos y joyas. Por otro lado destacamos “El prodigio” y la terapia de Johan Hill.