Querido primo Teo:
“Dicen que la Historia se repite, lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan”. Esta frase del político francés Camille Sée es perfecta para ilustrar una realidad que nos afecta en diferentes ámbitos. El excesivo proteccionismo nos ha llevado a la dictadura de lo políticamente correcto o, para ser más exactos, a la intolerancia nacida desde la bondad. Por un lado se defienden las libertades pero no se toleran las opiniones que están en las antípodas e, incluso, se es incapaz de comprender una obra en su contexto histórico, algo que nos está llevando a un clima de odio que es realmente insostenible. Indignados por una obra del siglo XVI expuesta en el Museo del Prado porque cosifica el cuerpo de la mujer, ofendidos por la reposición de “Lo que el viento se llevó” (estrenada en 1939) por su falta de sensibilidad a la hora de abordar la esclavitud, se mete en el cajón la última película de Woody Allen porque ahora se está recordando que hace un cuarto de siglo fue acusado de abusar sexualmente de su hija y no fue llevado a juicio. Con motivo del estreno de “Dolor y gloria”, Pedro Almodóvar comentó a diversos medios que él jamás se llegó a imaginar que hoy en día la libertad de expresión estaría más en peligro que en la década de los 80, y que si él rodase en la actualidad una película como “Kika”, en donde hay una escena cómica centrada en una violación, o “¡Átame!”, en la que una mujer se enamora de su secuestrador, distribuidores, exhibidores y medios de comunicación le iban a poner en más de un aprieto. La intolerancia nacida desde la bondad nos está llevando al establecimiento de manera no oficial de un nuevo Código Hays para erradicar cualquier expresión artística (incluso las pasadas) o a todo elemento que se salga de lo bueno establecido.