San Sebastián 2015: Efectividad del cine indie, soledad y rutina de Charlie Kaufman en stop motion y costumbrismo francés calentorro
Querido Teo:
Procedente de Perlas de otros Festivales han llegado dos de las películas más estimulantes de las que veremos en esta edición a buen seguro (si exceptuamos lo nuevo de Kore-eda de lo cual ya hablamos en Cannes). “Yo, él y Raquel” es el criticado título español (cuando es un debate un poco inane porque tampoco le hace demérito) de “Me and Earl and the dying girl”, triunfadora del Festival de Sundance de este año lo cual es lógico teniendo en cuenta lo efectiva que es sacando todo el jugo a la estética y al espíritu del llamado cine “indie” contemporáneo.
La cinta nos sumerge en el mundo “teen” de instituto de una manera honesta y tierna cuando un chico espigado y algo pardillo, que tiene su principal relación social en su amigo y vecino negro con el que comparte afición por crear versiones alternativas y caseras de grandes títulos del cine, se ve empujado por su madre a entrar en contacto con una chica de su instituto (con la que apenas tiene relación) y a la que le ha sido diagnosticada leucemia. Siguiendo la frescura en la réplica de “Juno”, la entrañable relación que se establece entre los personajes de “(500) días juntos” y el factor enfermedad de “Bajo la misma estrella”, Jesse Andrews adapta su propia novela con la dirección de Alfonso Gómez-Rejón que dedica la película a su padre médico. La cinta se presenta formalmente como un diario, con sus sucesivos capítulos, en el que vemos poco a poco la evolución de una relación que se inicia como impostada pero que termina siendo reparadora para ambos y fundamental en sus vidas en ese momento tan clave como es el de la adolescencia con ese instituto como caldo de cultivo de frustraciones, pandillas y proyectos de futuro. Impagables y bien definidos todos los personajes, desde los padres de cada uno de ellos que van desde el ermitaño cultureta cuya mayor relación social es con su gato hasta la "cougar" alcoholizada, como la fauna que puebla ese instituto en una cinta llena de referencias musicales y cinéfilas (aprovechando la pasión familiar que tienen los padres del chico protagonistas) y que incluso se extiende a la próxima “Star Wars” al ser los jóvenes Thomas Mann y RJ Cyler versiones adolescentes de Domhnall Gleeson y John Boyega. La Raquel del título no es otra que una luminosa Olivia Cooke que tiene el carisma y desparpajo de Chloë Grace Moretz y la madurez con la que afronta su destino (no resignándose a no ser lo suficientemente valiente para abrir su corazón no al amor pero sí a la amistad más desinteresada y sincera) del personaje de Shailene Woodley en la citada película que adaptaba la novela de John Green. En definitiva, toda una gozada que se ve con una sonrisa en todo momento, fresca, ingeniosa y muy auténtica aunque se guarde el as de la manga emocional en cierto momento jugando con el espectador para apretarle el corazón en su desenlace. Estupenda.
De Venecia y destinada a la misma sección viene directamente "Anomalisa", el curioso proyecto de Charlie Kaufman rodado en stop motion con unas marionetas que tienen más vida que algunos actores de carne y hueso. Y es que pocas veces se ha visto una escena sexual tan ardiente, natural y bien planteada como la que tienen en un hotel dos personajes. La cinta indaga de otra manera en las preocupaciones habituales del cine de Kaufman, y de paso de otros coetáneos como Michel Gondry o Spike Jonze, no siendo otras que la rutina, el aletargamiento, la alienación, la insatisfacción y la soledad. Todo representado por un tipo que va dando conferencias de gestión ante el cliente por distintos lugares conociendo a una chica más joven que él que le hará replantearse su vida hasta ese momento, una anomalía en su propia existencia. Algo sencillo pero bien tratado, con escenas desarrolladas con mesura y de manera nada atropellada, que tiene como curiosidad que sean David Thewlis y Jennifer Jason Leigh los que ponen voz a Michael y Lisa, la pareja de la que hablamos, mientras que Tom Noonan se encarga del resto de personajes, sean del sexo y la condición que sean. Como si fuera su Pigmalión, o bien la tabla a la que agarrarse, el canoso protagonista (hecho todos con una estética en la que parece que todos lleven gafas aunque no sea más que la grieta de su ensamblaje) se agarra a esa anomalía en su vida, ese torrente de emociones que le despierta una acomplejada chica llena de encanto y que tiene un gran momento entonando la canción más célebre de Cindy Lauper.
Nos vamos a la sección oficial en la que se ha podido ver “21 nuits avec Pattie”, comedia del dúo Jean-Marie y Arnaud Larrieu llena de gracia costumbrista cuando una cuarentona inocente con la vida hecha que hereda la casa en la que vivía su madre y una serie de personajes que estaban al cuidado de ella cuando ésta muere. Autodescubrimiento en forma de fábula ligera de misterio con la desaparición de un cadáver y el despertar calentorro que le supone a la protagonista estar en contacto con la Pattie del título, la expresiva y descarada asistente de su madre apasionada del sexo en el sentido más amplio del término. Eso provoca que la actriz Karin Viard ("Polisse", "Las chicas de la 6ª planta", "La familia Bélier") acabe erigiéndose como el alma de la película no teniendo reparos en hablar sin tapujos del sexo y de sus experiencias, por delante de la habitual meliflua Isabelle Carré, mezcla siempre de Amélie Poulain y Julie Delpy aportando una ingenuidad muy forzada a sus personajes. En el reparto un pueblerino salido (Denis Lavant), un escritor o no con tendencias necrófagas (André Dussollier) y el marido catalán de la protagonista (Sergi López) junto a una serie de personajes cada cual más pintoresco. Una cinta que empieza muy bien, que tiene momentos geniales, todos en los que está el personaje de Viard, pero que termina alargándose, patinando con ciertas pajas mentales de la protagonista y algún momento de ensoñación espectral realmente innecesario. Aun así, la cinta entretiene por su frescura, dinamismo y por como habla del sexo (una de las pasiones más básicas) sin tapujos y con claridad.
Nacho Gonzalo