Cine en serie: Series infantiles aptas para adultos
Querido Teo:
Se acerca la fecha temida por padres y abuelos a lo largo de la geografía española, el fin de las clases. Esto quiere decir tener en casa a unos niños con mucho tiempo libre y aún más energía, un cóctel explosivo donde los haya. Por supuesto, no te recomiendo plantarles delante de la tele todo el día, es mejor que salgan y se cansen para que luego la hora del baño y la cama sean un poco menos dramáticas. Pero para esos momentos en los que la caja tonta es la mejor opción, aquí tienes dos series infantiles que puedes disfrutar desde la perspectiva de un adulto.
“Historias corrientes”
Esta creación de J.G. Quintel tiene una premisa lo suficientemente absurda como para no tener que molestarse en buscarle pegas. Mordecai y Rigby son una urraca azul y un mapache que trabajan como ayudantes de mantenimiento en un parque dirigido por una máquina expendedora de chicles antropomórfica y un yeti. ¿Qué te parece? Pues la cosa no termina ahí, en el universo creado por Quintel todo puede suceder, por ridículo que parezca sobre el papel. ¿Un torneo a muerte de hockey de mesa? Presente. ¿Un juego de piedra, papel, tijera que amenaza la continuidad del espacio-tiempo? Presente. ¿Una apuesta de comer pimientos picantes que acaba en un viaje psicodélico? Presente también.
El hecho de que Mordecai y Rigby sean unos vagos de cuidado y lo extremo de sus aventuras es lo que puede gustar a los más jóvenes, pero Quintel deja muchas referencias dirigidas hacia los adultos, muchas de las cuales pasarán completamente desapercibidas para los más jóvenes. Algunas son sutiles, como el hecho de que Mordecai y Rigby se pasan buena parte del día jugando a la consola, que en su caso tiene un parecido sospechoso con la Sega Master System (los jugadores más talluditos sabréis de qué hablo). Otras son más directas, como el torneo a muerte de hockey de mesa en el que acaban participando, con una estética y unos protagonistas claramente homenaje a “Contacto sangriento”, una de esas "masterpiece" de Jean-Claude Van Damme en sus buenos años. Quintel siempre ha dicho que basa buena parte de la serie en sus propias experiencias, así que no soprenden las constantes referencias a la década de los 80.
Y por si fuera poco, la serie tiene su reconocimiento por parte de la crítica, habiendo sido nominada en varias ocasiones a los Emmy, los Annie (los que otorga la asociación internacional de películas animadas) y los Bafta, y con un premio Emmy a uno de sus episodios en 2012. Si esto aún no te ha terminado de convencer para echarle un vistazo, a lo mejor lo hace el hecho de que cuenta en algunos de sus episodios con las voces de Linda Cardellini (a la que hemos visto en la tristemente finalizada “Mad Men”) y Mark Hamill (que no necesita referencias). Son seis temporadas de episodios muy cortos y sin un hilo argumental que te obligue a verlos en un orden determinado, y además los emite Boing en España para que tengas una excusa menos.
“El asombroso mundo de Gumball”
En la misma Boing tenemos otra serie que merece la pena ver con la excusa de “es que le gusta a los niños y no voy a cambiar de canal”. De esta destaca su estilo de animación, que mezcla estilos tan diversos como la animación tradicional, la generada por ordenador y el stop-motion, con muchos escenarios tomados de la realidad. Aquí la premisa es igualmente rocambolesca, con una familia “multirracial” formada por gatos y conejos. El colofón lo pone la mascota de Gumball, el hijo mayor de la pareja gata-conejo y evidente protagonista, un pez de colores que sufre una mutación tras verse expuesto a la radiación de una bomba nuclear, y desarrolla brazos, piernas y un cerebro lo suficientemente grande como para pasar por cualquier crío de diez años. Lo que pasa en cualquier familia, vamos. Ah, se me olvidaba, que los padres de Gumball deciden adoptarlo y pasa a ser un miembro más de la familia, convirtiéndose en el mejor amigo de Gumball, compañero del colegio y de sus aventuras. Su nombre, muy adecuado, Darwin.
El mundo de Gumball está un poco más anclado en la realidad que el de “Historias corrientes”, pero sólo un poco. Mientras que en un episodio la historia discurre alrededor de una película que no han devuelto a tiempo en el videoclub del barrio, en otros el padre (que es un inútil de cuidado) consigue un trabajo, lo que altera las leyes del universo y amenaza la continuidad del espacio-tiempo, que al parecer es una preocupación recurrente en las series infantiles de hoy en día.
Aquí lo interesante para los adultos no es tanto el buscar referencias, que las hay, sino el estilo de humor en muchas ocasiones físico pero muy efectivo. Gumball también es un gran aficionado a los videojuegos, y en su caso la consola guarda un parecido razonable con la Super Nintendo, aunque ahí se acaba el guiño. Algo más elaborada es la referencia a “Serpientes a bordo”, cuando intentan rodar su propia versión y colársela al dependiente del videoclub tras perder el original.
En sus dos temporadas ha sido nominada para varios premios Annie y ha ganado algunos galardones de la British Academy Children’s Awards. Aunque desde el punto de vista más adulto yo me quedo con “Historias corrientes” (también es cierto que su público objetivo es algo más crecidito), Gumball y Darwin son capaces de arrancarme una sonrisa de vez en cuando.
Así que ya sabes, la próxima vez que los niños quieran ver la tele aprovecha para elegir algo que te pueda gustar a ti también.
Atentamente.
Profesor Falken