El cine en las estrellas: Una Luna de cine
Querido Teo:
El 21 de Julio de 1969, hace 40 años, 600 millones de personas de todo el mundo permanecieron enganchadas a las pantallas de los televisores, atónitas ante unas figuras blancas que saltaban sobre la superficie lunar. No era la primera vez que el mundo se quedaba embobado ante una pantalla que proyectaba la cara de la Luna. 67 años antes, un mago y el padre del cine tal y como lo conocemos, George Méliès, dejaba con la boca abierta a los espectadores de su teatro-cine con la imagen de una bala de cañón impactando sobre la cara, literal, de la Luna, y de paso creó una fotograma que ha traspasado incluso la iconografía propia del cine. Se trataba de su versión cinematográfica de las novelas “De la tierra a la Luna” de Julio Verne y de “The first men on the moon” de H.G. Wells. En este caso se sustituía el regolito, o polvo lunar sobre el que pasearía Armstrong, por un modelo de yeso que se filmó en el mismo tramo de celuloide en la que previamente se había filmado la cara enojada de Bleinette Bernon, una cantante de Music Hall.
Un cohete en el ojo
Con esta película, “Viaje a la Luna” (1902) comenzaba una relación muy fructífera entre el recién nacido cine y nuestro único satélite. Evidentemente, en la época de Méliès, de Verne o de Wells, atravesar los 384.000 km de frío espacio que nos separan de la Luna no era más que un sueño, fruto de la magnífica imaginación de estos hombres. No existía ningún tipo de desarrollo aeroespacial, así que ¿qué mejor manera de llegar a la Luna que a bordo de una bala disparada por un cañón asistido por chicas ligeras de ropa?. Tampoco se conocía mucho sobre la superficie lunar, así que ¿por qué no imaginarse un paisaje en el que se puede respirar y pasear vestido con elegantes levitas, como los astrónomos de Méliès?, y ya de paso pelearse con algún que otro irritante selenita saltimbanqui.
La mujer conquista la Luna
Pero dejamos esta delicia del cine universal, y vayamos a nuestra siguiente etapa en este viaje lunar cinematográfico. Estamos en el 1929 y un director alemán, llamado Fritz Lang, se embarca en un proyecto con un título con el que parece adelantarse al movimiento de la lucha por la igualdad de genero: “La mujer en la Luna” (1929). Aun faltan 40 años para el paseo lunar, pero las cosas no están tan “verdes” como en la época de Méliès. Existe ya un importante avance en lo que luego sería la técnica aeroespacial, y esto se nota en la película: cohetes que se impulsan por etapas, órbitas, velocidad de escape, formulas de mecánica celeste, toda una serie de conceptos científico-técnicos con un excelente tratamiento. No por casualidad, el asesor científico era Hermann Oberth, uno de los padres de la astronaútica y maestro de Von Braun, diseñador de los cohetes que terminaron llevando a los americanos a la Luna. Dicen las malas lenguas que el ejercito nazi quemó todas las maquetas empleadas en el rodaje por miedo al espionaje.
Pero, claro, aun quedaban muchos años para que existieran astronautas de verdad, y de nuevo había que usar la imaginación, así que seguimos teniendo una Luna respirable (para comprobar que hay oxigeno uno de los protagonistas se cerciora previamente de que esto es así encendiendo una cerilla nada más alunizar), y el único traje espacial que llevan los astronautas durante el viaje es una chaquetita de punto para no coger frío.
Pero “La mujer en la Luna” sigue siendo peculiar por otra razón. En la escena del lanzamiento se produce la consabida cuenta atrás que debe tener todo despegue al espacio…pero, ¿cómo es posible?. Aún quedaban décadas para los primeros lanzamientos espaciales. La respuesta es que la famosa “cuenta atrás” fue inventada por el propio Lang como un recurso narrativo para crear suspense. En sus propias palabras: “Si empezamos a contar a partir de uno, no sabremos cuándo terminar. Pero si empezamos desde diez hacia atrás, todos sabrán que la cuenta acabará en cero. Eso da un dramatismo inusitado a la situación”.
Hoy en día es un protocolo básico a seguir en cualquier misión espacial, gracias al director de “M, el vampiro de Düsseldorf”. Un ejemplo de que en algunas ocasiones es el cine quien alimenta la realidad.
La Luna para los empresarios
Paramos ahora este cohete cinematográfico en 1950, año en que se estrena “Con destino a la Luna” (1950) probablemente una de las películas más trabajadas desde el punto de vista científico de la historia, y también de las más aburridas. Aunque esto no le resta merito al trabajo de todo el equipo, y en especial de sus guionistas, entre los que destaca Robert Heinlen, uno de los escritos de ciencia ficción más reputados de la historia, y su productor, George Pal, uno de los promotores de la edad dorada del cine de ciencia-ficción. Quedan aún casi 20 años para el alunizaje real, pero comienza haber cierta efervescencia espacial en el ambiente (estamos en los prolegómenos de los que luego sería la carrera espacial), de hecho, ese mismo año se inaugura el famoso Cabo Cañaveral y, tan solo siete años después, en 1957, los rusos colocarían el primer satélite artificial de la historia, el legendario Sputnik. Todo esto se nota en la película donde ya aparece una clara competencia entre rusos y americanos, que por cierto, defienden que todo el desarrollo espacial debe provenir de iniciativas privadas (muy capitalistas ellos), y donde por fin, los astronautas necesitan cascos especiales para poder respirar en la superficie lunar.
Al margen de todo, “Con destino a la Luna” debe verse como una de las primeras películas donde el espacio no aparece como un continente más de la Tierra por explorar, o como una fuente de aventuras, sino como un objetivo científico. Además y para los que nos dedicamos a esto de la divulgación, incluye unos fantásticos minutos de cómo explicar los viajes espaciales, nada más y nada menos que por el Pájaro Loco (esto lo imitaría más adelante Spielberg en “Parque Jurásico”)
Su majestad la Luna
Arrancamos los motores hasta 1964, ahora si en plena carrera espacial, y en el que se estrena otra película con la Luna como protagonista: “The first men on the moon” (1964) basada en la novela del mismo nombre de H. G. Wells, y que aquí se tradujo como “La gran sorpresa”, y es que menuda sorpresa se llevan los componentes de la primera misión lunar cuando en su primer paseo se encuentran con una bandera inglesa y una carta fechada en 1899, donde se reclama la Luna para su ¡majestad la reina Victoria de Inglaterra!. Al margen de las delirantes aventuras que este descubrimiento produce, una de las cosas más interesantes de esta película es que se adelanta incluso a los tiempos de la carrera espacial, al plantear la misión lunar como una cooperación internacional en la que participan astronautas americanos, rusos, ingleses, pertenecientes a una “Agencia Espacial UN”, algo impensable en aquella época pero que nos recuerda a las imágenes actuales de la Estación Espacial Internacional con astronautas de todas las nacionalidades. Por lo demás, seguimos con selenitas ocultos en el subsuelo lunar.
Un monolito en la Luna
Y ya tan solo un año antes de la fecha histórica, se estrena “2001: Una odisea del espacio”, en la que uno de sus capítulos transcurre en una futura estación lunar. Al margen de algunos detalles como que, al contrario de lo que se dice, la Luna no presenta apenas campo magnético, la obsesión realista de Clarke y sobre todo Kubrick hace que, incluso hoy en día, estas escenas lunares sean de un gran realismo, con un cielo negro y con fuertes contrastes lumínicos, propios de un lugar sin atmósfera. Una imagen de lo que podría llegar a ser una futura base lunar.
Tras el alunizaje del Apolo XI, la fiebre lunar decreció, algo que también se tradujo a la gran pantalla, que se lanzó al espacio más profundo. Pero la Luna nunca ha abandonado nuestra retina cinéfila. En 2000, el gran Clint Eastwood la hace protagonista de su poético final de “Space cowboys” (2000), o como olvidar el “Houston, tenemos un problema” de un Tom Hanks en apuros en “Apolo 13”, o la aún por estrenar en España, “Moon” (2009), con Sam Rockwell como protagonista
Por sólo 8.000 pesetas
Y para finalizar este lunático viaje, dos recomendaciones. Dos películas que reflejan muy bien los que supusieron aquellos años de propergoles, módulos espaciales, grandes pasos para la humanidad, etc. “La Luna en directo” (2000), una delicia para comprobar las aventuras del pueblo australiano de Parkes, donde se encuentra la radioantena que retransmitió para todo el mundo el alunizaje de Armstrong, y “El astronauta” (1970) donde nuestro gran Tony Leblanc y toda la prole de la época nos demuestran como hacer una misión espacial con solo 8.000 pesetas, y lo mucho que se parece la Luna al desierto de Tabernas.
Emilio J. García Gómez-Caro (Astrónomo)
Escelente paseo por el cine lunar, me ha encantado lo de la chaquetita de punto. que poca cosa somos!
No sabía que la cuenta atrás había nacido en el cine y siempre me pregunté el porqué. Mira por donde Emilio, has despejado una de esas dudas eternas que nunca te acuerdas de preguntar ni de mirar, ya que te parecen muy poco significativas, por lo que gracias.