Cecil B. DeMille, 50 años en reserva especial

Cecil B. DeMille, 50 años en reserva especial

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Querido diario:
Para un necrófilo fílmico como yo, hay tres fiambres, sólo tres, que considero de reserva especial. Tres momias augustas por las que mataría un matasanos si estuviéramos en la Edad Media, o si el marketing se pusiera a ello con pasta e insistencia. Dos nombres son muy conocidos para los psicos del ala clásica: Samuel Goldwyn y Cecil B. DeMille.

Les acompañaba Jesse Lasky y en Diciembre de 1913 los tres cruzaban Usamerica en tren. Un director sin ninguna experiencia, un productor emprendedor y un agente comercial que se convertiría en dueño de un Estudio que sería el mayor de una industria inimaginable para los tres, aunque no les faltara el entusiasmo.
Querían rodar una historia que ocurría en el Oeste, y hacerlo en Nueva York en pleno invierno significaba esperar a un sol huidizo y frío. Por entonces la luz eléctrica era todavía muy cara y por tanto no se había usado aún para iluminar interiores. Llegaron a un pueblo de Arizona donde pensaban instalarse, pero caía un diluvio. Les aconsejaron que continuaran adelante hasta asegurarse un sol más fiel, hasta la parada de un pequeño pueblo al lado de la ciudad de Los Ángeles, se llamaba Hollywood.
Bonito, si, demasiado para ser cierto. Al fin y al cabo esto es cine y el cine miente tanto como habla. En realidad, ya desde 1906 se habían rodado películas en Glendale, al oeste de Los Ángeles, y en Santa Mónica, y en Hollywood propiamente dicho desde 1908, pero la publicidad fue más poderosa que los hechos y aunque con DeMille no nació Hollywood, si que ha quedado fijado como el nacimiento de la leyenda.
Por aquel entonces sólo había un cine en Los Ángeles, y su especialidad eran los documentales sobre viajes; un único local merecía el nombre de hotel: El Hotel Hollywood (en Hollywood y Highland, construido en 1905). Era una pensión pretenciosa de “teatreros”, mientras que Hollywood era en palabras de una guionista de entonces….«un pueblo... El calor era siniestro. El cielo, de un fuerte azul oscuro, y las montañas eran como recortables. Casi no podías creer que tuviesen cara posterior».
Fueron llegando más y más “teatreros”, crearon sus primeras comunidades y sus costumbres comenzaron a chocar de frente con la “nobleza local”, compuesta por granjeros o extranjeros enriquecidos con el petróleo, puritanos y clasistas, atemorizados con la llegada continua de inmigrantes. El escándalo de Fatty Arbuckle "Yo, Fatty" puso en peligro en 1921 la supervivencia de la joven capital del cine. Cecil B. DeMille acaudilló el “proceso de expiación” ante una sociedad escandalizada por la prensa sensacionalista que pedía la expulsión de toda aquella gente inmoral y promiscua.
“Los Diez mandamientos” se estrenó dos años después del escándalo y fue lo más espectacular que habían visto los espectadores en una pantalla. Con una inversión de casi millón y medio de dólares recaudó más de 14. Repitió la jugada con “Rey de reyes” cuatro años más tarde, en 1927, y con “El signo de la cruz” en 1932, y, para que nadie creyera que sus motivos eran sólo comerciales, todos los días mandaba decir misa en el plató antes de la jornada laboral. Era un creyente por educación familiar y convicción personal, un republicano conservador hasta el final. Al acabar de filmar la crucifixión de “Rey de reyes”, hizo que todos los intérpretes mantuvieran la cabeza gacha durante cinco minutos, mientras escuchaban música de órgano. DeMille fue el único que pasó con todo el éxito al cine sonoro, y continuó y continuó, sobreviviendo a todos y todo, como había sobrevivido al tiro de un matón sindical en su primer año en Hollywood, o a una fiebre reumática que estuvo cerca de matarle durante un viaje a París. En 1939, unos meses después de que su inmenso decorado de “Rey de reyes” fuera incendiado para simular la Atlanta en llamas de “Lo que el viento se llevó”, su salud lo hizo ingresar de nuevo en un hospital. En esos momentos la mafia importada de Chicago presionaba para hacerse con la otra gran industria del entretenimiento, ya que poseían el alcohol, las putas y el juego.
Se abrió la puerta de la habitación donde convalecía y entró uno de los capos mafiosos relacionados con la industria. Le informó que, a menos que pagara, podría sufrir un accidente. A pesar de sufrir un dolor enorme, DeMille se levantó de la cama con dificultades y se encaró con el visitante. «¿Sabe por qué seguía con vida? -le preguntó-, porque Dios está de mi lado», remató... Me dijeron que nunca podría ponerme en pie otra  vez. Pero como puedes ver, Dios ha hecho que me levante. ¿De verdad crees que vas a tener éxito donde otros han fracasado? Te desafío a que provoques un accidente. Dios te desafía. Ahora vete de aquí.»
Tras la II Guerra Mundial, cuando el anticomunismo alcanzó Hollywood y empezó a hablarse de una comunidad antipatriota infiltrada, DeMille usó el mismo método, con algunas variantes, es decir, recurrió de nuevo a la Biblia. Quería filmar la historia de Sansón y Dalila. Algunos ejecutivos creían que no era de interés para una generación tan mundana como la posbélica. DeMille ordenó a uno de sus artesanos que abocetara un cartel con «un atleta enorme y musculoso y una jovencita esbelta y endemoniadamente atractiva que le miraba con aire a la vez seductor y calculador». En una reunión con los escépticos enseñó el póster y dijo: «Esto, caballeros, es Sansón y Dalila». Todos quedaron impresionados. DeMille contrató para protagonizarla al fornido Víctor Mature y a la madurita Hedy Lamarr, porque no necesitaba interpretaciones del método precisamente. Volvió a dar dinero a espuertas, y apuntaló la idea de que en Hollywood no había nadie importante que pensara en cambiar la competitividad individual de beneficio y consumo, por algún tipo de sistema socialista.
Siguió y siguió, pasando por el Oscar, hasta este mismo mes de hace cincuenta años, el día 21, en que pasó a convertirse en un Gran Reserva de mi panteón refrigerado.

Aquí tienes para seguir sabiendo cosas de él a través de la oreja…

CecilBDeMille50.mp3

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