Escalofríos de cine: “Un hombre lobo americano en Londres”, o ¡disculpe!... ¿Picadilly Circus?
Querido Teo:
El buen crítico cinematográfico suele serlo, además de por poseer el carné de cinéfilo consagrado, expedido por la Real Academia de la Crítica Cinematográfica Surrealista, lo es, como digo, por dejar su impronta a través del uso desmesurado de una serie de coletillas o dichos que nos suelen resultar tan rumbosos como impenetrables y con los que uno se acaba estrellando, más pronto que tarde, al abordar una crítica, libro o reseña cinematográfica. Cine de culto.
La pregunta es inmediata, ¿qué debe contener una peli para ser susceptible de culto? A riesgo de caer en el mismo error que al tratar de explicar aquella otra recurrente expresión de “terror psicológico”, al disertar sobre "La matanza de Texas" o "El resplandor", osaré a desenmarañar el misterio. Varios elementos deberán confluir, a saber: Una timorata acogida inicial de público y crítica; que la forma de plasmar algunas ideas, como pudieran ser el uso de la cámara subjetiva, con el paso de los años se vaya acrecentando hasta el punto de convertirse en referencia ineludible o patrón para cualquiera que intente hacer algo decente posteriormente. Si para el caso, le añadimos un maquillaje tan espectacular como casi imposible para 1981 y una sugerente y maravillosa banda sonora, obtendremos una obra maestra digna de ser encuadrada en aquella ilustre categoría, ya no sólo objeto de culto sino de admiración y devoción. Cine de culto. Bela dixit.
Sea como fuere, el caso es que el uso del cliché en cuestión funciona. Lo admito. Hace muy poco tiempo que descubrí “Un hombre lobo americano en Londres”, y lo fue al quedar atrapado bajo el embrujo que despedía aquel egregio crítico en su comentario acerca de la reposición en televisión de esta fascinante película aquella misma noche y el ímpetu que ponía en encuadrarla como obra de culto. ¿Cine de culto…? ”Habrá que verla”, me dije… Lejos de sentirme defraudado, descubrí una de las pelis más logradas, emocionantes, terroríficas y atractivas de cuantas recuerdo.
John Landis escribió y dirigió esta estupenda película en 1981, y aunque el asunto de la licantropía ya estaba más que manoseado cinematográficamente hablando, consiguió aportar alguna novedad, pues si algo caracteriza su versión fue la delgada línea sobre la que cabalgó gran parte de la misma, y que separaba el drama de la comedia. Tarea nada fácil, pues esta nueva puesta en escena del lobo fue, sin duda, una de las más plásticas visualmente, en cuanto a la forma de mostrar la violencia de la bestia. Conseguirlo aderezando la historia de cierto humor negro sin caer en la frivolidad, fue un logro mayúsculo que hizo que esta peli sea una de las más originales, desde el punto de vista licántropo, que se recuerdan. Sublimes son las escenas del zoo, en las que el hombre, ya desprovisto de enormes fauces y pelo a raudales, amanece desnudo, tras una noche salvaje… en todos los sentidos; o la del cine porno, en la que las víctimas del lobo, convertidas en muertos vivientes, le aconsejan a este sobre las diferentes formas de quitarse la vida para que aquellos pudieran alcanzar la paz eterna. Fabulosas. Landis, cual funambulista experimentado, anduvo sobre la afilada hoja de afeitar durante 97 minutos, logrando un resultado tan soberbio como impecable. Y es que, como reza el trailer original, “Un hombre lobo americano en Londres” es… algo diferente.
Dos estudiantes americanos inician un periplo como mochileros por Europa que les lleva al norte de Inglaterra. La primera parada será un pub en medio de la nada en la que no son muy bien recibidos. Ya el nombre del garito nos hace sospechar algo referente a la trama. "La oveja degollada", ni más ni menos. Tras descubrir una estrella de cinco puntas dibujada en la pared (en las pelis de la Universal aprendimos que el famoso pentagrama es el símbolo del lobo), y preguntar sobre su significado a los humildes bebedores de cerveza que allí pasaban las horas, son casi obligados a marcharse, no sin antes ser advertidos de tener especial cuidado con la luna. ¡Qué detalle! En efecto, serán atacados por un lobo que dejará para el arrastre a Jack y, cuando ya se disponía a hacer lo propio con David, la fiera es abatida por los lugareños, dejando ver que, en realidad, era un hombre lobo. Ya en Londres, David, mutado en lobo humano, seguirá el patrón clásico de transformaciones a la luz de la luna hasta dirigir la trama a un final tan sobrecogedor como fantástico.
Y es que, como digo, las pelis sobre el hombre lobo abundan. Desde las pioneras de la Universal, con la insuperable “El hombre lobo” de George Waggner de 1941, pasando por aquellas formidables pelis de terror gótico de la mítica Hammer y esas otras en las que Paul Naschy mutaba en Waldemar Daninsky, hasta en 13 ocasiones se dejó crecer el pelo el bueno de Jacinto (algún día habrá que hablar sobre este hombre y su indiscutible, a la vez que desconsiderado y nunca valorado, legado al cine de horror patrio). Le seguirían “Aullidos” y sus secuelas, y ya un poco más actualmente el “Teen wolf” de la megaestrella, por entonces, adolescente Michael J. Fox, bautizada como “De pelo en pecho” por estos lares (original siempre será el mundo de los títulos en castellano para las pelis extranjeras), o el lobo de Nicholson; o la ya más presente de Benicio del Toro, por citar algunas. Algo tiene el fenómeno de la metamorfosis hombre bestia que tantas y tantas veces se ha llevado a la gran pantalla. En esta ocasión haremos parada en Londres para disfrutar de esta versión, si bien no la más popular, si, para el que escribe, una de las más perdurables en la memoria.
Si algo destaca en esta estupenda película es el maquillaje. Grandioso. El mago del arte de la caracterización, Rick Baker, fue, sin duda, y en la sombra, el personaje principal de la cinta. Logró la perfección súbita e hizo gala de todo su arsenal para presentar a la fiera más salvaje, indómita y carente de toda sensibilidad de todas y cada una de las pelis de hombres lobo que jamás se han hecho o se harán. Como sería la cosa y el impacto que su obra causó que, tras ver esta peli, Michael Jackson, entusiasmado, llamó a John Landis para ofrecerle hacer el famosísimo vídeo musical Thriller en 1983, junto con Rick Baker por supuesto; en el que el malogrado Michael se transformaría en un zombi. El resultado, por todos conocido, fue la catapulta del desteñido cantante como fenómeno icónico socio cultural de los ochenta y hasta el fin de la humanidad, y la del video en cuestión como el más célebre de cuántos se han hecho y visto hasta la fecha.
Además, el gurú Baker, logró un hecho sin precedentes, pues si bien ya se habían entregado sendos Oscar especiales de la Academia de Hollywood en 1964 por “Las siete caras del doctor Lao”, y en 1968 por “El planeta de los simios”, que fue dejar estupefacta a toda la industria cinematográfica hollywoodiense, la cual no tuvo más remedio que instaurar como categoría fija en los Oscar el premio al mejor maquillaje para poder entregárselo sin contemplaciones, y en las mismas condiciones que para el resto de categorías a raíz de su impresionante labor en esta película. Llama la atención el cuidado trabajo en el paulatino demacre de Jack en sus continuas apariciones como muerto viviente, a su amigo David a lo largo de la peli, inquiriéndole a que se quite de en medio; o en el aspecto sanguinolento y visceral de las víctimas que la fiera iba dejando. Aunque si algo pasará a los anales de la Historia del cine con mayúsculas, será la escena de la primera transformación de David en hombre lobo. Sinceramente, uno ha visto pocas cosas como esta en tantísimos años de pasión por el cine, sea de terror o no. Espectacular, impresionante, espeluznante, asombroso, increíble… fascinante… y así hasta acabar este artículo. Recordemos que estamos en 1981. Hoy apenas tendría valor con el servicio de tanto ordenador y técnica informática. Por entonces es de un mérito incalculable, ya no sólo el resultado, sino simplemente imaginarlo y atreverse a plasmarlo de aquella forma tan realista. Aunque la interpretación de David Naughton no me parece de lo mejor de la peli, en esta escena borda la situación fotograma a fotograma, igual que el genio de Rick que tenía pensado hasta el milímetro de la mutación de hombre a lobo. Sin parangón.
”…Fui asesinado en las páramos por un hombre lobo y ahora tengo que pasearme por el mundo hasta que la maldición del hombre lobo cese. La estirpe sanguínea del lobo debe ser extinguida. El último hombre lobo debe ser destruido. Y ese eres tú David…”.
Geniales las apariciones de Jack, no se sabe muy bien si en sueños, pesadillas o realmente como zombi Pepito Grillo… Apoteósico. Y es que, como ya hemos comentado, Jack se irá apareciendo a su amigo David a lo largo de la historia, cada vez más decrepito, aconsejándole que se autoinmole para acabar con tanta muerte y para que finalice con su deambular de muerto en vida o de no muerto, puesto que todas la victimas del lobo vagarían como zombis hasta que se extinga la estirpe del lobo. He aquí uno de los elementos que Landis introdujo en los relatos de hombres lobo y que hacen de él una obra tan inconfundible. Amén de aquel fino humor negro y de aquella música tan lograda y atinada.
Y es que Elmer Bernstein ideó una maravillosa banda sonora. Acertadísima en todos los sentidos; repleta de menciones, en cada uno de los temas que la componen, a nuestro querido e indispensable, para estas ocasiones, satélite. Desde la Blue moon inicial, pasando por el Moondance de Van Morrison, o el Bad moon rising de Creedence Learwater Revival, hasta completar el círculo con aquella otra estupenda versión, al final de la peli, del mismo Blue moon interpretado por The Marcels.
Como suele pasar en estos casos, el lobo continuó periplo, en esta ocasión hacia París, en una secuela que, si bien se deja ver, se queda muy lejos de su antecesora. Y es que como ya se ha dicho tantas y tantas veces, segundas partes nunca fueron buenas (salvo para la excepción que confirma la regla en el caso de "La novia de Frankenstein"), y sólo denotan una alarmante escasez de ideas y recursos. Ya sabes que servidor es partidario de una máxima: Los grandes clásicos ni se remakean, ni se estiran en secuelas delirantes y muchas veces, con perdón, sonrojantes.
Muy pocas veces uno teme la llegada del final de la película, ya no tanto por el desenlace, sino porque irremediablemente se acaba algo tan onírico y placentero. Aunque en este caso, se darán lo uno y lo otro. La violencia con la que el lobo mata, en medio del caos que ha provocado en Picadilly Circus, convirtiendo a aquellos pobres Bobbies en peleles indefensos, supuso una resolución para nuestra película totalmente distinta a las versiones anteriores. Aunque por otro lado, nos asalten las dudas, pues la soledad final del lobo nos emociona, nos hace sentir que, como en la mayoría de las ocasiones, los monstruos no quieren serlo. Se ven obligados por el azar, o por el guión. Tienen sentimientos y, cuando vemos un atisbo de ello, nos conmovemos, decidimos ser indulgentes, pues no son merecedores de tanto desprecio y acoso… Sin embargo, y muy a nuestro pesar, el final debe ser grandilocuente y hacer honor a nuestro querido monstruo, ¡Qué menos! Así, al son de The Marcels y su inolvidable, y peculiar, Blue moon, la bestia se vuelve a sentir solitaria, carente de un sueño en su corazón, sin un amor… por lo que, en esas condiciones, lo mejor es morir con las botas puestas, con dignidad, dejando un legado con el que perpetuarse forever and ever, y en ese preciso instante nos damos cuenta de que lo que acabamos de contemplar no era tan sólo una historia más de horror, únicamente se trataba de supervivencia, de indefensión ante un destino no elegido… Se mire como se mire, por tanto, acabamos de ver, sólo eso, una maravillosa, y a la vez monstruosa, ¿fábula de amor…?
César Bela
Fantástico artículo para una peli buenísima.
Poco añadiré. Sólo que la vi en su momento o poco despues (años que tiene uno) y varias veces posteriormente, siempre con mucho interés y subsiguiente satisfacción.
Y es que sí que es así de buena.
Genial que haya quien se entusiasme pese al paso del tiempo. Esta muy bien valorar logros de otros tiempos.
Genial e ilustrativo en todos los sentidos... es apasionante poder tener tanta información en un artículo donde se exponen tantos detalles. Realmente es una buena película y otra vez gracias por sumergirnos en otra fantástica obra de arte.
Espectacular, impresionante, espeluznante, asombroso, increíble… fascinante. Cine de culto.
Aqua dixit.