Centenario Wilder: "Irma la dulce", la escena
Querido diario:
En 1963, Wilder hizo su película más francesa adaptando la obra teatral de Alexandre Breffort. De ahí salió "Irma la dulce" que contaba la historia de amor entre un policía y una prostituta parisina. Harta de su chulo, este policía pasa a ser una especie de protector para ella, además de adoptar la personalidad de Monsieur X que pasará a ser su único cliente.
La película estaba concebida como un musical, pero Wilder detestaba el género debido a que según él los números interrumpían la acción y quedaban ridículos. No podía concebir como una serie de personas se ponían a cantar de repente sin venir a cuento. Por ello, esta película fue el trabajo en el que Wilder más se acercó al mundo de los musicales que tanto éxito habían tenido décadas antes, pero el realizador no dudó en prescindir de todo atisbo de números musicales.
A pesar de ello, paradojas de la vida, la película ganó el Oscar a la mejor adaptación musical que corría a cargo de André Previn. Un año después, resurgía el musical en plena década de los 60 con "My fair lady" y "Mary Poppins".
Wilder contó de nuevo con la pareja que tan buenos frutos dio en "El apartamento". Jack Lemmon y Shirley MacLaine acabaron en el proyecto más por amistad con el director que por ser los idóneos para esos papeles, ya que el austriaco no estaba muy convencido de que la candorosa MacLaine pudiera interpretar a una prostituta y que Lemmon, acostumbrado a papeles de hombre corriente, diera vida al guapo de la función.
Wilder homenajeó a la capital de Francia, que en sus primeros años tan bien le había acogido creando una colorista ciudad, con sus hoteles, sus restaurantes y con cierto toque de lugar paradisiaco.
Una vez más, Wilder se arriesgó ya que la relación entre policía y prostituta se tachaba de inmoral, y como es tan habitual en nuestro tiempo, al alimentarse la polémica la película se convirtió en un éxito de taquilla.
En relación con la moralidad o no de la película, existe una anécdota curiosa relacionada con esto y que cuenta el propio Wilder: "Mandaron a un sacerdote al estudio porque en la película aparecía una boda católica, y debía velar para que en esa escena no sucediera nada blasfemo. Me sorprendí cuando el cura cada vez se sentía más y más a gusto mientras las actrices disfrazadas de putas daban vueltas voluptuosas a su alrededor".
En definitiva, una de las películas más criticadas de Wilder debido al trato que dio al tema de la prostitución, ya que como coincidieron muchos críticos, Jack Lemmon fue por su interpretación el flotador al que pudo agarrarse Wilder para no ver como su película era unánimemente masacrada. Como dijo el Morning Telegraph, medio que nunca fue muy partidario de Wilder: "Estamos ante el espectáculo más vulgar, vergonzoso y repugnante del año, un ejercicio impúdico y ridículo de pornografía más adecuado para un prostíbulo que para su exhibición en las salas de comerciales".