In Memoriam: David Lynch, un género en sí mismo

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Querido primo Teo:

El propio David Lynch anunció el pasado año que se le había diagnosticado un enfisema, fruto de su larga relación con el tabaco, y que eso le impedía seguir con su carrera como cineasta ya que el obligatorio reposo y el temor a contraer una infección viral respiratoria le tenían recluido. Hoy su familia ha comunicado el Facebook que el emblemático director de “Terciopelo azul”, “Mulholland Drive” y la serie “Twin Peaks” ha fallecido a la edad de 78 años. “Con profundo pesar, nosotros, su familia, anunciamos el fallecimiento del hombre y artista David Lynch. Agradeceríamos un poco de privacidad en este momento. Hay un gran agujero en el mundo ahora que ya no está con nosotros. Pero como él decía ‘Mantén la vista en la rosquilla y no en el agujero. Es un hermoso día con sol dorado y cielos azules todo el camino’”.

Un soñador revolucionario que fue el depositario de la llave que nos llevó a mundos oníricos, surrealistas y personales en los que la fascinación de lo raro se enarbolaba con dignidad, orgullo y creatividad. Una "rara avis" de las que surgen muy de vez en cuando y que a pesar de esa condición nunca vio afectado su estatus como uno de esos nombres que son a la vez referencia y reverencia. David Lynch no imita a nadie y la prueba es que cuando irrumpió en el panorama audiovisual nunca antes nadie había visto algo igual.

Creador de un estilo único, caracterizado por la combinación de lo cotidiano con lo surrealista y su habilidad para explorar en los rincones más oscuros de la mente humana, David Lynch logró convertirse en uno de los narradores más influyentes de las últimas cinco décadas. Director, fotógrafo, pintor, músico e incluso hombre del tiempo y descubridor de talentos como los de Laura Dern y Naomi Watts, su obra fue reconocida con la Palma de Oro del Festival de Cannes en 1990, el León de Oro honorífico en 2006 y el Oscar a su trayectoria en 2019 tras las candidaturas por “El hombre elefante” en 1981, “Terciopelo azul” en 1987 y “Mulholland Drive" en 2002. 

Este 20 de enero habría cumplido los 79 años. Nació en Missoula, Montana, y creció en el seno de una familia de clase media, su padre era científico y trabajaba para el Ministerio de Cultura de los Estados Unidos y su madre era profesora de lengua. Criado en la iglesia presbiteriana la huella de esa educación queda patente en su cine. El oficio de su padre le obligó a vivir en diferentes lugares del noroeste del país y a no salir de un entorno rural, lo que terminó influyendo profundamente en su estética. Interesado por el arte, estudió en la escuela de Pennsylvania, y durante esta etapa comenzó a experimentar con cortometrajes que mezclaban pintura, animación y cine. Uno de esos trabajos, “The grandmother”, le permitió ganar un premio del American Film Institute (AFI) dotado con 5.000 dólares. 

Tras estudiar Bellas Artes en Washington, Boston y Pensilvania, en 1971 se traslada a Los Ángeles para iniciar sus estudios en el conservatorio del American Film Institute (AFI) que le concedió una ayuda de 10.000 dólares para rodar la que sería su primera película, “Cabeza borradora” (1977), ya que no le alcanzaba el dinero y tuvo ponerse a vender periódicos y solicitar fondos a familia y amigos, entre los que se encontraba Jack Fisk, diseñador de producción que estaba casado con la actriz Sissy Spacek.

“Cabeza borradora” es una obra surrealista e inquietante que explora temas como la paternidad, la alienación y la ansiedad existencial, donde Lynch plasmaba todas sus inseguridades en forma de continuas y grotescas alucionaciones, y que se convirtió en un clásico de culto. Era una película fuera de lo común y eso generó el rechazo a la hora de ser estrenada, fue gracias al empeño del distribuidor Ben Barenholtz lo que le hizo convertirse en cinta venerada en las salas de arte y ensayo y sobre todo en las sesiones de medianoche. Fue aplaudida por los cazadores de tendencias cinematográficas y, lo más importante, Lynch recibió la bendición de uno de sus ídolos; Stanley Kubrick. 

Mel Brooks quedó impactado con “Cabeza borradora”, tras el pase en que la vio le declaró a Lynch su amor incondicional, y por ello le contrató para dirigir “El hombre elefante” (1980) que se inspiraba en la historia real de Joseph Merrick, un hombre de clase baja con terribles malformaciones físicas. La cinta, protagonizada por John Hurt y Anthony Hopkins, destaca por ser una de las películas más convencionales del director que logró de esta manera entrar en los Oscar, con las candidaturas al mejor guión adaptado y dirección, más otras seis para la cinta, y conseguir un gran éxito comercial y crítico. 

El éxito de “El hombre elefante” le llevó a que George Lucas le ofreciera dirigir "El retorno del jedi", propuesta que rechazó, pero sí que se embarcó en “Dune” (1984), una mastodóntica producción de Dino De Laurentiis con la que se adaptó la novela homónima de Frank Herbert y que era un proyecto que estuvo en manos de Alejandro Jodorowsky y Ridley Scott. Fue un desafío para Lynch, completamente ajeno al mundo de Herbert, que tuvo que condensar un mundo vasto y detallado en una cinta de dos horas. El director renegó de la película debido a las tensiones constantes con los productores y el Estudio y al hecho de no haber participado en el montaje final del film.

Pese a la frustración el cineasta logró crear una estética única, retratando un mundo oscuro, opresivo con un diseño de producción barroco y elaborado, y sin renunciar a su interés por lo grotesco, visceral y su fascinación por la dualidad y la espiritualidad. Aunque “Dune” supuso un descalabro tanto a nivel crítico como comercial, costó 40 millones de dólares del año 1984 y no alcanzó a los 30 millones de recaudación, con el tiempo logró el estatus de obra de culto quedando su influencia patente en la exitosa adaptación más reciente de Denis Villeneuve. “Dune” supuso un punto de inflexión en la carrera de Lynch ya que decidió centrarse en los proyectos más personales que fueron los que lograron encumbrarle como cineasta. 

Dos años después de salir escaldado de la gran industria, David Lynch rodó una de las películas más emblemáticas de su carrera, “Terciopelo azul” (1986), en donde plasmó todas sus inquietudes existenciales. Un thriller psicológico, con claras referencias al cine negro, que combinaba misterio, surrealismo y una inquietante exploración de la oscuridad oculta bajo la fachada de la vida suburbana. Protagonizada por Kyle MacLachlan, Isabella Rossellini (con la que el director tuvo una relación entre 1986 y 1991), Dennis Hopper y Laura Dern, “Terciopelo azul” redefinió el cine de autor, influyendo por su narrativa, estética y música. Fue aclamada por su originalidad y consolidó al director, que fue nominado al Oscar, como un autor visionario. 

David Lynch dio el salto a la televisión creando junto a Mark Frost la serie “Twin Peaks” (1990-2017), una producción que mezclaba misterio, drama, surrealismo y humor oscuro que por ofrecer una experiencia única terminó redefiniendo el género de las series televisivas. La trama sigue al agente del FBI Dale Cooper, encarnado por Kyle MacLachlan, en su investigación del asesinato de Laura Palmer en un pequeño pueblo, donde descubre secretos oscuros y elementos sobrenaturales.

El éxito de su primera temporada llevó a una renovación inmediata pero una vez resuelto el misterio el interés tanto de la audiencia como de la cadena ABC fue cayendo y la serie no terminó en ser cancelada. Para su despedida, Lynch rodó el episodio final más una precuela, "Twin Peaks: Fuego camina conmigo", presentada en el Festival de Cannes 1992, y retomó el universo de la serie para Showtime en la continuación “Twin Peaks. El regreso” (2017) que fue ambrosía para su legión de fans a lo largo de unos 18 capítulos que diseccionaron al detalle No podemos entender series como “Expediente X”, “Perdidos” e incluso “Doctor en Alaska” sin la existencia de “Twin Peaks”.

Ganó la Palma de Oro con “Corazón salvaje” (1990), un premio que fue contestado por algunos críticos que no comulgaron con sus excesos. Esta adaptación de una novela de Barry Gifford, protagonizada por Nicolas Cage, Laura Dern, Diane Ladd y Willem Dafoe, combina cine negro, drama romántico y surrealismo, explorando temas de amor, violencia y libertad. Con el paso de los años la película se fue consolidando como una obra de culto por su originalidad y audaz enfoque narrativo.

Lynch volvería a dejar a la audiencia impactada con “Carretera perdida” (1997), coescrita con Barry Gifford, una cinta que explora los límites entre la realidad, los sueños y la identidad, con una narrativa no lineal y fragmentada. Protagonizada por Bill Pullman, Patricia Arquette y Balthazar Getty, la historia de un hombre acusado de asesinar a su mujer, se convierte en una excusa para que el director explore la fragmentación de la identidad, la culpa, el inconsciente y la violencia sexual.

Aunque en su momento no fue respaldada por la crítica, ahora está considerada como una de las obras más influyentes en el terreno del thriller psicológico debido a sus múltiples interpretaciones y su profunda carga psicológica y metafísica. 

David Lynch sorprendió con “Una historia verdadera” (1999) con la que abrazaba una narrativa mucho más convencional. Basada en hechos reales, la película cuenta la historia de Alvin Straight, encarnado por Richard Farnsworth que fue nominado al Oscar, un hombre de 73 años que viaja en su cortadora de césped para reconciliarse con su hermano Lyle, con quien no ha hablado en años y que está gravemente enfermo. Una "road movie" introspectiva, con un ritmo pausado y contemplativo que explora temas universales como el perdón, la familia y la aceptación.

Presentada en el Festival de Cannes, “Una historia verdadera” recibió la aclamación unánime por su tono sincero y enfoque humanista. Hoy es vista como una profunda reflexión sobre la vida, la muerte y el perdón, alejándose del surrealismo para abordar el drama humano de una manera sencilla pero poderosa no haciendo más que confirmar la grandeza de un David Lynch que no sólo fue maestro dentro de su estilo sino que cuando abrazaba el clasicismo y el humanismo era capaz de tocar el cielo.

David Lynch recibió el siglo XXI con el premio a la mejor dirección del Festival de Cannes por “Mulholland Drive” (2001). Originalmente concebida como una serie de televisión, se convirtió en una obra cinematográfica que explora temas como la identidad, el deseo y la oscuridad de Los Ángeles. Lynch habla del reverso más tenebroso de Hollywood a través de una historia no lineal que tiene como principales protagonistas a una aspirante a actriz que se convierte en la protectora de una misteriosa mujer amnésica.

El film, que lanzó al estrellato a Naomi Watts, acompañada de la explosiva Laura Elena Harring, fue todo un éxito de crítica y público, siendo considerada una de las más influyentes y complejas de Lynch, que desafió las convenciones del cine narrativo llevando al espectador a nuevos terrenos y significados, dejando una huella duradera en el cine contemporáneo y que le ha hecho ser todo un clásico moderno formando parte continuamente de listas sobre las mejores películas de la historia.

Su último trabajo cinematográfico fue “Inland Empire” (2006), una obra desafiante que profundizaba en ese Hollywood presentado en “Mulholland Drive”. Rodada en vídeo digital y protagonizada por Laura Dern, encarnando a una actriz cuya existencia llega a desaparecer mientras está preparándose para un personaje. Gracias a su atmósfera hipnótica y su narrativa fragmentada, Lynch exploró temas como la identidad y la obsesión artística, creando una obra que invitaba al espectador a reflexionar sobre la naturaleza del cine, los sueños y la psicología humana. Además de ello nos regaló una de las campañas al Oscar más rompedoras y que sólo podría ser obra de alguien como él.

La trayectoria de David Lynch no solamente estuvo ligada al mundo del cine. Fue un destacado pintor y fotógrafo que llegó a ser expuesto en París y Los Ángeles, influenciado por Francis Bacon, Edward Hopper y los expresionistas alemanes. Fue escritor, compositor, músico, promovió la meditación trascendental entre veteranos de guerra y personas en riesgo de exclusión social.

Todo ello se suma a una figura que quedará para siempre no sólo por haber sido capaz de ser tanto un clásico como un renovador sino también por desapolillar el cine independiente usamericano quitándole complejos y ataduras, combinar géneros sin tantas alharacas como otros, saber incluso sacar luz desde la oscuridad de la condición humana y, eso nadie lo puede negar, marcar un antes y un después en eso que ahora llamamos conversación seriéfila.

David Lynch fue mucho más que un cineasta, era alguien único e irrepetible al que Spielberg le brindó en vida en "Los Fabelman" el mejor homenaje posible enseñándonos a ver más allá del horizonte al que él dio nueva redefinición llevando al máximo las posibilidades del lenguaje cinematográfico convirtiéndolo en algo tan extraño y fascinante como singular y arrebatador.

En lo personal fue mujeriego (se casó en cuatro ocasiones) y entre sus vicios ser un fumador incesante pero destacar estos aspectos sería algo demasiado superficial para alguien que logró fusionar la realidad y la ensoñación en una sola enarbolando su espíritu libre y su facilidad para proponer retos para la mente y los sentidos de un espectador que sabía que con David Lynch el riesgo y el estímulo primaría siempre sobre lo obvio y lo convencional, convirtiéndolo verdaderamente en una experiencia única. David Lynch nos permitió soñar junto a él y ahora esos sueños serán por siempre eternos.

“Silencio, silencio, silencio: no hay banda, no hay orquesta. Silencio, silencio, silencio: todo está grabado. Silencio”.

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Mary Carmen Rodríguez

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