"Cuando cae el otoño"

"Cuando cae el otoño"

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El argumento: Michelle, una abuela en plena forma en todos los aspectos, vive una jubilación tranquila en un pueblecito de Borgoña, donde también reside Marie-Claude, su mejor amiga. El Día de Todos los Santos, su hija Valérie viene a verla con la idea de dejarle a su nieto Lucas durante la semana de vacaciones escolares. Pero nada ocurrirá como estaba previsto.

Conviene ver: “Cuando cae el otoño” propone una mezcla de géneros que condensa de manera efectiva y notable lo que supone la carrera de François Ozon. Un director capaz de moverse con comodidad en un buen número de géneros que aquí abraza un drama familiar tirando de suspense, dilemas éticos y traumas del pasado bañado de humor negro y costumbrismo social. Una película sencilla, eficaz y sorprendente que parte de una abuela, Michelle, que vive en un pueblo de la Borgoña, entre bosques y naturaleza, cerca de su mejor amiga, Marie-Claude, y que no ve a su nieto, Lucas, tanto como quisiera, lo cual todavía se agrava cuando por un accidente bien fortuito o bien predeterminado (relacionado con unas setas y partiendo de una anécdota familiar del propio director) la poco empática hija de ésta, Valérie, ya no quiere que pase tiempo con el pequeño. Todo ello coincidiendo con el regreso del hijo de la otra anciana, Vincent, tras un periodo en la cárcel. Una película de estética lánguida con colores pardos y espíritu ambiguo con personajes ricos que basan esa característica en unos grises morales que van de la ternura e ingenuidad a la turbiedad y el enigma a lo que contribuye ser un “noir” rural con altibajos pero con capacidad de intrigar por su carácter libre, juguetón y sin pretensiones siendo un dardo a la sociedad moralizante llena de bienquedismos dándole un tono personal pero recogiendo las semillas del mejor Claude Chabrol poniendo el foco en dos ancianas con mucho que decir y sentir en las relaciones con los suyos y a la hora de vivir su vida teniendo todo el derecho, aunque ya sea en la etapa final, a sentir, equivocarse y poder seguir hacia adelante. Es por ello que, al igual que el veneno de esas setas, la cinta explora las relaciones tóxicas de un árbol familiar que lleva a que la relación entre abuelos y nietos, tan fructífera y edificante, dependa de unos hijos que pueden actuar como chantajistas utilizando a los críos como arma arrojadiza para desesperación de unos ancianos que encuentran en esos pequeños una razón para seguir viviendo, dar amor y poder corregir errores del pasado.

“Cuando cae el otoño” sabe moverse con inteligencia y equilibrio a pesar de su tono poco políticamente correcto a la hora de abordar ciertos temas que se representa en el rostro de Michelle, el personaje protagonista. Una tensión permanente pero suave que va calando poco a poco sin efectismos y sí con mucha capacidad para la sugerencia en un retrato de soledad, perdón y segundas oportunidades incluso más allá de la muerte. Todo a partir de unos hijos que irrumpen en la burbuja idílica que han construido las dos ancianas, alejadas del mundanal ruido y de la paz que no les da recordar su pasado como trabajadoras sexuales, y que deriva en consecuencias inesperadas abrazando lo perverso pero nunca cayendo en lo obvio o en lo ridículo fomentando el debate sobre el peso de los convencionalismos y de una amabilidad aparente que puede encerrar secretos, misterios y verdades que, quizá, conviene que no salgan reveladas para lo que el director es capaz de sugerir más que mostrar sin enjuiciar pero no por ello abandonar el hecho de perturbar y desconcertar sobre si hubo algo detrás de ese episodio con las setas o de lo que pasó en el encuentro en un apartamento en París de los dos hijos de las ancianas. Una película rara y singular pero disfrutona y fascinante sobre sentimientos, mentiras, apariencias, venganzas y segundas oportunidades que no sólo luce por la puesta en escena y por un guión cincelado a la hora de dibujar las distintas capas que encierra la historia sino que tiene los estupendos trabajos de los actores Hélène Vincent, Josiane Balasco, Ludivine Sagnier, Pierre Lottin y Garlan Erlos. Ozon pocas veces falla, por su alma imprevisible y juguetona, y tampoco es en el caso de una fascinante película que propone un juego fascinante al espectador de manera reposada, sugerente, ambigua, oscura y libre.

Conviene saber: Mejor interpretación de reparto y mejor guión en el Festival de San Sebastián 2024.

La crítica le da un SIETE

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