"La trampa"

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La web oficial.

El argumento: Un padre y su hija adolescente asisten a un concierto de música pop, donde se dan cuenta de que están en el centro de un oscuro y siniestro suceso. 

Conviene ver: "La trampa" es una apuesta de entretenimiento veraniego con el sello de M. Night Shyamalan en la que los gritos de la adrenalina de los fans de un concierto se funden con el habitual terror psicológico y atmosférico del director partiendo de la experiencia de un padre y su hija adolescente en el citado show. Él es un bombero que tiene que hacer de tripas corazón intentando no parecer un “boomer” junto a una hija a la que pretende animar tras sufrir "bullying" hasta que descubre que hay un operativo policial y del FBI para detener a esa noche al peligroso “El Carnicero” dispuesto, ante todo, a que la banalidad y la frivolidad escapista de nuestro tiempo no impida que su hija disfrute del evento. Un hombre perdido entre la multitud en una noche que se antoja impredecible entre música ensordecedora, coreografías vistosas, juegos de luces y chillidos de adolescentes. No se puede negar que Shyamalan ha recuperado el tono respecto a fiascos de hace más de una década, en una película de buen diseño visual y sonoro y sumamente entretenida, pero pierde fuelle en su tercio final por una serie de decisiones poco comprensibles como el ver a policías interrogando sin saber el rostro del sospechoso o dar demasiado protagonismo a la estrella musical derivada en heroína. Una apuesta tensa que pretende crear una experiencia en el espectador a través de sus cuantiosos giros, a través de golpes de suerte por un lado y estupidez de más de uno por otro, y que sorprende por sus buenas dosis de humor negro pivotando en el personaje de un recuperado Josh Hartnett, desde ya en uno de sus mejores trabajos aunando su aparente afabilidad de padre atolondrado con el motivo que lleva a que el cerco se estreche sobre él durante ese concierto al que asisten 30.000 personas y que no impide que se termine empatizando con este ambiguo personaje que lleva al eterno debate de si un criminal puede ser un buen padre o incluso un amigo cómplice para una hija. Las referencias de Hitchcock son habituales (en este caso “Sospecha”, “La sombra de una duda”, “La soga”, “Con las muerte en los talones” o “Cortina rasgada”) pero realmente Shyamalan sigue más los pasos del Brian De Palma de “En nombre de Caín” (1992) en un caótico juego del ratón y el gato desarrollado prácticamente en un solo escenario que se aprovecha tanto de las cámaras como de las pantallas tecnológicas, ya claramente un elemento que convertido más en inquietante señal de peligro que en valioso aliado, que desbarra en más de una ocasión pero cuyo balance es digno partiendo de un concierto propio de Taylor Swift (una diva del pop llamada Lady Rave y que es interpretada por su hija Saleka más convincente en el escenario que en su arco dramático) para derivar en una apuesta de asesino en serie (se le ha comparado con “El silencio de los corderos”), capaz de aunar el dolor enterrado de un trauma infantil y cierta parodia “kitsch”, y el poder e influencia que ejerce una celebridad (erigida como heroína frente al villano con sentimientos alejado del arquetipo) en la que lo mejor es dejarse llevar para no verle las costuras porque las piezas del puzzle sobrepasan lo inverosímil para este fabulador entre sombras, moldeador de miedos y escenarios, que todavía sigue siendo capaz de ser un reclamo para el espectador aunando melodrama familiar y solvente entretenimiento para un público amplio con una evasión tan apreciable y sugerente como torpe y alambicada. Shyamalan está lejos de hacer su mejor película (aunque sea la más resultona en tiempo) y tampoco le importa ya que se pone especialmente disfrutón a base de ritmo enérgico, atmósfera envolvente, humor negro y lagunas en el guión sin ningún tipo de ambición pero sí con una apabullante efectividad dando al público lo que quiere como reflejo de esta sociedad llena de pantallas e influencers en la que se promueve que todo tiene que ser una experiencia como también lo es una cinta orientada más al público veraniego agradecido a que a ese crítico que le busca vueltas a todo. Shyamalan demuestra que sabe llevar al espectador como quiere, haciendo trampas pero también aportando sorpresas y giros, de manera desvergonzada y rodando como muy pocos y con capacidad de entretener con una cinta puramente evasiva que no tonta ya que también es más compleja de lo que parece a pesar de sus tan absurdos como gozosos giros continuos.

Conviene saber: En el reparto encontramos a Hayley Mills, la protagonista de “Tú a Boston y yo a California” (1961), como criminóloga experta en perfiles de asesinos en serie.

La crítica le da un CINCO

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