Cine en serie: “Succession”, la magistral rúbrica a las miserias de la condición humana propias de la sed de poder
Querido Teo:
Con su triunfo en los Globos de Oro, los Critics'Choice, los Emmy y el Gremio de Actores (SAG) se pone la rubrica al recorrido triunfal de una de esas series que ha entrado en el olimpo sin necesidad de que pase más tiempo para ello. "Succession" ha sido una de las series de nuestro tiempo que desde luego ocupa un lugar de honor en el panorama televisivo de la llamada nueva edad de oro junto a “El ala oeste de la Casa Blanca”, “A dos metros bajo tierra”, “Mad Men”, “Breaking bad” o “Juego de tronos”. Tras hablar de sus dos primeras temporadas (con un uso del “cliffhanger” épico) es el momento de despedirla con todos los honores aunque sea un año después de su final. Sí, es que la seguimos echando de menos.
La familia Roy nos ha llevado por uno de los viajes más fascinantes sobre la condición humana a través de una tragedia contemporánea de tintes shakesperianos en el que las alianzas de poder, traiciones, ambiciones y frustraciones se dan la mano. “Succession” es, en definitiva, la historia de tres hijos que no son más que unos críos a nivel emocional (inseguros y frustrados) buscando el afecto y la aprobación de un padre iracundo que es el emblema de un gran conglomerado en empresarial dándose continuamente de bruces por no estar a la altura.
La declaración de guerra de Kendall Roy (Jeremy Strong) a su padre Logan (Brian Cox) al final de la segunda temporada hizo dinamitar toda la estructura familiar obligando a que se generaran bandos tanto de uno como de otro lado. El asalto a Waystar Royco no sale como se esperaba tanto por un Kendall que pone más corazón que cabeza, y no sabe medir las consecuencias de sus pasos en falso, como por unos hermanos, Shiv (Sarah Snook) y Roman (Kieran Culkin), que no son merecedores para su padre de la confianza que tanto ansían.
La primera por una fragilidad sobre una fachada de suficiencia y el segundo por una inmadurez perturbada lastrada en la tan cómica como extraña relación de tira y afloja que mantiene con Gerri (J. Smith-Cameron), una de las colaboradoras de su padre.
La tercera temporada presenta al personaje de Lukas Mattson (Alexander Skarsgård), un mesiánico excéntrico e inquietante empresario que lidera la empresa tecnológica, GoJo, y que es todo lo contrario de lo que defienden los medios tradicionales bajo el manto de Waystar Royco. Una compra inicial que acaba derivando en una posible fusión que dejaría a Mattson con el control de la empresa, plan que volverá a unir a los hermanos para evitar que su padre les deje fuera de la ecuación y del control del imperio.
Un movimiento que rebelará que no se puede ir en contra de Logan, del que su vejez y achaques hace que se le minusvalore, frente a unos hijos ansiosos que incluso encuentran traidores entre sus filas y que no son más que vistos como unos niños ricos pidiendo atención.
La cuarta temporada de “Succession” ha demostrado que se puede terminar con una serie en todo lo alto sin alargarla en exceso. El riesgo de estirar tramas y abonarse a una sucesión de golpes de efecto no se produce con una serie que termina donde tiene que hacerlo y llegando a ese momento que se barruntaba desde el principio de la serie.
La verdadera sucesión que, no obstante, dejó a todos los espectadores impactados por el modo en el que se produjo cuando la desaparición de Logan, tan orgánica como la propia fugacidad e imprevisibilidad de una vida que pone sus propias leyes más allá de intentar controlar nuestro destino, deja desorientado a unos hermanos que, tras intentar enrabietados seguir enfrentados a su padre haciendo una oposición en la sombra, no pueden más que exponer su dolor en un abrazo que muestra sobre todo desvalimiento.
El capítulo 04x03 es un prodigio de tensión en el que la sombra de lo sucedido en un avión acaba derivando en información confusa y en que la incertidumbre termine nublando la prevista celebración de boda del hijo mayor, Connor (Alan Ruck), el eterno arrinconado tanto en la vida familiar como en la empresa en la que no tiene ni voz ni voto y que le ha llevado a querer encontrar algo de reafirmación presentándose a las elecciones a la presidencia de Estados Unidos aunque sea sólo aspirando a un testimonial 1% de los votos.
Un clímax, que para algunos fue demasiado adelantado en la temporada, pero que lleva a explorar temas interesantes como el duelo o la reorganización de posicionamientos morales y empresariales cuando realmente esa figura tan temida y admirada como cruel y castradora ya no está de manera física.
Logan Roy no tomaba a sus hijos por gente seria, estrechando cada vez más su círculo de confianza con su colaboradora y amante Kerry y con su guardaespaldas al que confiesa que considera su único y mejor amigo, lo que le hizo aferrarse todavía más a un poder que prefería legar a alguien externo a la familia. Todo ello a pesar de que en el capítulo 04x04 uno de los temas clave es saber si en una documentación privada de Logan que se encontraba en la caja fuerte el nombre de Kendall como sucesor está subrayado o tachado.
Kendall y Roman terminan compartiendo una bicefalia de poder con dos objetivos. Rejuvenecer la estrategia de Waystar Royco y complementarse con el fin de cubrir de la mejor manera el vacío que deja todo un coloso empresarial como Logan. Shiv se queda en un segundo plano, como siempre, mientras tiene que lidiar no sólo con un embarazo que mantiene oculto sino también con el hecho de que su marido, Tom (Matthew Macfadyen), se acerque siempre al sol que más calienta aunque fuera el único de la familia que estuvo más cerca de Logan en los momentos finales.
Lukas Matsson hace viajar a las fuerzas vivas de Waystar Royco a un resort en la montaña en Noruega para intentar acercar posturas en una negociación en la que cambian las reglas ya que, ante la ausencia de Logan, Mattson quiere ofrecer más dinero en la compra pero entrando en el acuerdo el canal de noticias ATN, algo que siempre se ha querido dejar al margen como emblema de control para la familia teniendo en cuenta toda la influencia de ese cuarto poder.
Shiv, en cambio, sintiéndose arrinconada e infravalorada por sus hermanos, es la que mejor termina moviéndose entre las entretelas siendo una pieza fundamental para Mattson a la hora de mover las fichas en el tablero.
A pesar de que reciben el encargo de la junta de que se cierre el acuerdo con Gojo, Kendall y Roman se vienen arriba cuando tocan poder y presentan Living+, una experiencia para la tercera edad que pretende hacer revalorizar la compañía y que así la oferta de GoJo quede en papel mojado.
La atracción por llevar el mando y tomar las decisiones que se quedan llevan a que Kendall abrace por un momento la idea de ser el digno sucesor de su padre tras la buena recepción de la presentación mientras que Roman no duda en cumplir la máxima del “mal jefe”, despedir a aquellos con los que no está de acuerdo o no le bailan el agua tal es el caso de Joy Palmer, la directora de la división de cine, o de una Gerri que ya no tiene el predicamento de antaño.
Es aquí cuando vemos el principio de uno de los aspectos mejor tratados en el desenlace de “Succession”, el derrumbe emocional de ese Roman, habitualmente despreocupado, mordaz y cínico, arrollado por esa vida que ha ansiado pero que es más compleja de lo que pretendía y en la que echa de menos a la figura de un padre y sus fustigamientos, los cuales rememora poniéndose en bucle un video montado especialmente para él en el que Logan insulta a su hijo. Uno de esos detalles que muestra la grandeza de la serie desde el punto de vista psicológico.
La fiesta previa a las elecciones presidenciales del 04x07 y la jornada electoral del 04x08 arrojan dos capítulos portentosos que muestran las entretelas de poder y cómo se crean las famosas narrativas desde el salón de una casa o bien dando por ganador a alguien en concreto por interés para así que la inercia ya sea imparable.
Las alianzas se rompen con un Mattson que no tiene las cuentas tan claras como parece y con una discusión digna del cine de John Cassavetes en la que ya no parece haber punto de retorno para Shiv y para Tom, dos interesados que sólo han estado juntos por interés reprochándose su incapacidad para amar.
Desde las instalaciones de la ATN asistimos a una noche tensa que emula al mejor cine hecho nunca sobre el género periodístico. La demostración de que unas elecciones pueden quedar alteradas por los medios de comunicación a la hora de manejar la información. El juego de intereses se destapa cuando la desaparición de unas papeletas lleva a que Roman insista en dar como ganador al candidato neofascista Jeryd Mencken mientras que Shiv apoya al demócrata Daniel Jiménez.
Una tensión en la que el futuro del país depende de esos hermanos caprichosos que si accionan un determinado botón harán que ya no haya marcha atrás anteponiendo lo personal al ejercicio libre de la democracia ya que a los Roy nunca les ha interesado más que su verdad aunque fuera distinta a la de la realidad y el caer siempre de pie bajo cualquier circunstancia.
Un clima de tensión que llega incluso a las calles que rodean la iglesia en la que la plana mayor del país acude para rendir tributo a Logan Roy en su funeral. Un nuevo lugar para que se muevan fichas, se tejan alianzas y nos reencontremos con nuevas variables en el tablero como ese primer banco en el que se tienen que juntar todas las mujeres de Logan.
Una imprevista sororidad para un hombre de una generación en la que ser un triunfador también implicaba tener a una mujer al lado como trofeo y para perpetuar la especie, lo máximo posible para alguien incapaz de querer a algo que no fuera él mismo y el dinero.
También se asiste a la reaparición del hermano mayor de Logan que, a pesar de sus diferencias irreconciliables, no dudará en llevar a cabo un discurso que nos haga conocer algo más de la vertiente humana que desde la infancia construyó al hombre que había detrás de la admirada y temida figura empresarial. Un James Cromwell nominado tres veces al Emmy como actor invitado por su participación en la serie.
Es aquí cuando el habitual prodigio interpretativo de la serie alcanza alguna de las cotas más altas de la mano de Kieran Culkin, uno de esos actores intuitivo y versátil que no ha hecho más que crecer durante el recorrido de "Succession".
Un bufón de la corte que ha intentado ser Rey Midas y que ha visto como se ha estrellado en un mundo en el que no tiene ni aliados ni objetivos. Un derrumbe emocional que se acentúa cuando cae en la cuenta de que ese faro del que ha seguido su luz durante toda su vida, su padre, ya no va a volver nunca.
Memorable como el confiado ensayo del discurso mientras se prepara para el funeral en el momento inicial del capítulo deriva en una de las escenas de mayor fragilidad vistas en pantalla cuando los hermanos, aunque sea por última vez, vuelven a unirse frente al dolor de la pérdida amparándose entre ellos porque la figura de Logan es lo único que les ha unido en la vida tanto para bien como para mal. El faro ha dejado de iluminar y ahora se está a merced del oleaje inclemente.
La deriva de Roman llega hasta las calles creando una sensación de angustia que recuerda al final de “Joker” (2019) de Todd Phillips entre manifestaciones reflejo de la crispación reinante con continuos incidentes propios de un país cada vez más polarizado. Un Estados Unidos con más miserias de las que está dispuesta a admitir y que estirpes como los Roman han contribuido a cimentar.
Sobre ellas deambula un Roman que es el juguete roto que por fin se da cuenta de que la guerra en la que han entrado sus hermanos no es la suya y que esa no es la vida que quiere para él. Una inercia en la que no tuvo opción de cambiar el rumbo porque era lo que tocaba en ese momento, por apellido y por condición, y por ser lo que quería su padre; enfangándose con sus hermanos por ocupar el trono aunque él haya sido el primero (aunque sea tarde) en darse cuenta de que el camino no valía la pena para ello.
El 04x10 no escatima en apostar por la traca final en un capítulo de 88 minutos sobre la última y decisiva votación de los miembros de la junta que tendrán que aprobar el acuerdo con GoJo, algo que pretende bloquear un Kendall que sigue empeñado en poder estar al frente de la compañía. Toda la intriga y juegos de alianzas y traiciones de las que ha hecho gala la serie desembocan en un portentoso capítulo en el que hasta el último momento la ruleta sigue girando.
Una votación en empate hará que un voto decisivo por parte de Shiv sea el que definitivamente marque el destino de todos ellos; especialmente el de ella cuando sabe que su marido Tom es el elegido por GoJo para ser el consejero delegado en Estados Unidos. Es ahí, en esa simbólica escena dentro del vehículo, cuando "Succession" reafirma su herencia de drama shakesperiano.
Desesperación en una última gran discusión en el que primero la inseguridad que hizo brotar en ellos su padre al no confiarles el bastión de mando en vida, y después la incapacidad para moverse en la liga de los grandes sin arrollar todo a su paso, les lleva a que sean los números los que finalmente marquen sentencia tras una lucha por el poder que, sobre todo, les ha destrozado y en la que sólo queda ya la aceptación y la resignación de tener que construir desde cero una vida al margen de todo ello.
“Succession” ha alcanzado la perfección en una sinfonía ejecutada de manera magistral en la que a través de la deriva de una familia sedienta de poder hemos asistido no sólo a temas tan propios en la sociedad contemporánea de hoy como la eterna frustración de la condición humana, la necesidad de sentirse continuamente aceptado y admirado en una era de redes sociales, la perversión deshumanizada del capitalismo empresarial o la influencia de unos medios de comunicación que manejan al público como quieren, sino a un prodigio narrativo con un trabajo exquisito en dirección, guión, interpretación y música conformando una experiencia audiovisual imperecedera.
“Succession” ya estaba en el olimpo pero su intachable final no ha hecho más que corroborarlo dejando un vacío tan grande al espectador como el que sienten esos hijos que sólo supieron ser alguien cuando estuvieron a la sombra de su padre de la cual intentaron desprenderse para volar por sí mismos hasta que recibieron la bofetada de realidad que siempre se negaron a asumir.
Los Roy siendo víctimas de la red y del sistema que ellos mismos contribuyeron a construir y mantener pretendiendo controlarlo todo a su paso pero quedando fuera de su alcance aquello tan definitorio como es el destino.
Nacho Gonzalo