Cannes 2024: El viaje colonial de huida y liberación de Miguel Gomes y la desesperanza de la juventud brasileña
Querido Teo:
Cine muy de autor y hablado en portugués es el que ha marcado una novena jornada del Festival de Cannes 2024 que ya mira al palmarés del próximo sábado con la sensación de que la Palma de Oro ya está vendida y estrechada en unos nombres muy concretos que suenan en todas las apuestas como son los de Sean Baker y Jacques Audiard a la cabeza. A la espera de lo que pueda pasar este fin de semana Cannes sigue respirando cine.
“Grand Tour” (Miguel Gomes) // Sección Oficial
Miguel Gomes es uno de esos directores con aureola de culto gracias a una senda festivalera que culmina ahora con su primera participación en la sección oficial del Festival de Cannes. Rangún, Birmania, 1917. Edward Abbot, funcionario del Imperio Británico, huye de su prometida Molly Singleton el día que ésta llega para casarse. Durante su viaje, sin embargo, el pánico da paso a la melancolía. Contemplando el vacío de su existencia, el cobarde Edward se pregunta qué habrá sido de Molly... Decidida a casarse y divertida por la jugada de Edward, Molly le sigue la pista a través de Asia. Un viaje de amor a través del tiempo con la fascinación de unos sentimientos que son difíciles de expresar.
Un viaje a través de lugares y épocas que potencia la pasión por vivir sin olvidar su carácter tan elegante y excéntrico como árido y enigmático. Una odisea asiática en la que hay mucho de los universos de Joseph Conrad, Graham Greene y W. Somerset Maugham en esta fábula en forma de díptico en la que un funcionario británico no se sabe si huye del convencionalismo o va en búsqueda de una libertad plena pasando por Myanmar, Tailandia, Vietnam, Filipinas, Japón y China.
Una película de calado literario, heredera de "Tabú" (2012), que tiene mucho de revelador entre descarrilamientos, aventuras en la selva, enfermedades, bailes y reflexiones existenciales en un proyecto azaroso que se sustenta de imágenes documentales, recreaciones, formatos y colores entre la crítica al colonialismo y la catarsis turística. Una de esas cinta más para gafapastas que para público y que nunca hay que desestimar para un palmarés festivalero más cuando se desborda el frenesí creativo de un Miguel Gomes revitalizado y sugerente que entrelaza pasado y presente, ficción y documental, blanco y negro y color, dando el protagonismo a la capacidad que tiene de sentir la propia imagen y situándola siempre como protagonista a través de su belleza y significado.
"Motel Destino" (Karim Aïnouz) // Sección Oficial
Otro de los hijos de Cannes que ya compitió el año pasado con el drama histórico “Firebrand” y que en 2019 conquistó la sección Una cierta mirada con “La vida invisible de Eurídice Gusmão”. “Motel Destino” trata sobre el amor entre un joven que vive contra un sistema que lo quiere muerto y una mujer que resiste los ataques del patriarcado contra su propia vida. Una cinta claustrofóbica que en una estética pretendidamente rompedora, entre tonos rojos y amarillos en forma de flash, habla de la desesperanza de una juventud brasileña abocada a una desesperada y baldía huida hacia adelante.
Un trabajo sórdido que va perdiendo fuelle y rumbo pero que genera su atractivo en su tono sexy, perturbador y árido que acaba enganchando con unos personajes que se lanzan a la pasión para combatir la miseria y el punto de no retorno en el que viven. Un lugar extraño y asfixiante pero por otro lado también una burbuja frente a un destino con las cartas marcadas.
Tensión a través de lo que se intuye y de la desesperación de unos cuerpos que se lanzan de cabeza al deseo frente a lo que pueda venir. Una de esas cintas que parecen destinadas a ser fondo de armario de esta edición, con una difícil distribución, pero que para muchos, a pesar de sus defectos, ha logrado interesar por una sugerente mezcla de fascinación malsana.
“Maria” (Jessica Palud) // Cannes Première
Una revisión de la figura de Maria Schneider a ojos del #MeToo. La película sigue en parte la controvertida producción y las desgarradoras consecuencias de la obra maestra de Bernardo Bertolucci de 1972, “El último tango en París”, un hito que convirtió a Schneider en un icono al tiempo que la encerraba en una imagen sexualizada de la que nunca pudo escapar.
Una denuncia errática sobre una joven atormentada por las expectativas y moldeable por una sociedad que la etiquetó y no fue capaz de respaldarla tras el comentado episodio de la mantequilla durante el rodaje de la película que protagonizó junto a Marlon Brando y que más que una lanzadera para su carrera fue una condena que le llevó a los infiernos. Una retrospectiva a la sumisión sexual precisamente en un año en el que Francia se ha decidido a mover el avispero al respecto a partir de un acto de verdadera vejación y humillación amparándose en la pretensión artística y en una lascivia desde el punto de vista masculino.
Anamaria Vartolomei, Matt Dillon y Giuseppe Maggio protagonizan una cinta que recrea unos hechos que, a pesar de que no sustentan una cinta especialmente alabada, es todo una muestra de cómo ha cambiado la perspectiva de algo que sólo se reconoció y se puso en valor una vez que Schreider ya había fallecido y con Bertolucci reconociendo la violenta forma de encarar este episodio con engaños y aprovechándose de una personalidad voluble. Un tema pertinente para un film poco atractivo y recordable según todas las opiniones.
Fuera de concurso se ha visto “El conde de Montecristo”, alabada adaptación del clásico literario a manos de los artífices del reciente díptico de “Los tres mosqueteros”. Los directores Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière dan nueva vida a la eterna historia sobre la venganza y la justicia. Una superproducción a todo lujo de tres horas de duración con empaque, calidad, ritmo y accesibilidad que rindo tributo a la obra de Alejandro Dumas oliendo ya a un buen taquillazo para el cine francés.
Nacho Gonzalo