Cannes 2024: El origen de Donald Trump y David Cronenberg habla del dolor y del duelo a través de la descomposición del cuerpo
Querido Teo:
El origen de Donald Trump, y quizá de una manera de entender el mundo que nos ha llevado a la locura de hoy en día, es el foco del nuevo trabajo de uno de esos directores que deben su carrera al Festival de Cannes y que en pocos años ya se han convertido en uno de los habituales. Todo sin llegar al punto de David Cronenberg que compite por séptima vez (hasta ahora sin suerte) por la Palma de Oro.
“The apprentice. La historia de Trump” (Ali Abbasi) // Sección Oficial
El director Ali Abbasi es uno de los hijos predilectos de Cannes teniendo el orgullo el propio certamen de haberle puesto en el mapa. Primero fue con “Border” (triunfadora de la sección Una cierta mirada en 2018) y después fue el turno de “Holy spider (Araña sagrada)” (2022) que ganó el premio a la mejor actriz. Un nombre que no ha tardado en despertar interés no sólo en el circuito festivalero sino también siendo uno de los directores de la serie “The last of us” (2023). Ahora presenta una cinta en principio más convencional, al versar el terreno del biopic, pero también más accesible y en pleno año electoral en Estados Unidos adentrándose en la figura de un joven Donald Trump que lejos de la apariencia aspiracional de la forja de un líder ofrece una perspectiva combativa y lejana del blanqueamiento que muestra la banalidad mezquina de un tipo con escenas en las que se va a por todas como la de una violación o un gatillazo sexual.
Un retrato de poder, codicia y desenfreno en el Nueva York de los 70 y primeros 80 en el que los tiburones de turno bordean el oleaje con el fin de acrecentar su estatus y siempre quedar bien posicionado. Es el caso de un joven empresario llamado Donald Trump impulsado por el complejo abogado Roy Cohn. Una sátira de una época que muestra de que de esos polvos vienen estos lodos al captar el pulso de unos años y de una generación que asentó el modelo capitalista con el cielo como único límite y con la Casa Blanca como destino no tan inalcanzable previo paso por una torre de oro como distinción casi mesiánica.
No se esconde la mordacidad en un retrato sin concesiones sobre un tipo que se aprovecha de un país desorientado y temeroso de la inestabilidad y de la amenaza comunista con la premisa de que hay que remar para volver a hacerlo grande, codeándose con lo más granado de los sitios más lujosos de Manhattan y siguiendo el mantra de Roy Cohn, serpiente que se mueve como nadie tanto en los bajos fondos como a la hora de imponer su ley para dejar tanto a él como a los suyos impune. Una marca de fábrica absorbida por el propio Donald Trump que nunca ha creído tener a nadie que le parara los pies y que, incluso a pesar de sus continuas imputaciones, sigue siendo favorito para volver a la Casa Blanca a finales de este 2024.
Sebastian Stan lleva a cabo un trabajo milimétrico alejado de la parodia como un Trump idealista y convencido de sus posibilidades que deriva en el déspota y misógino que se sabe por encima del bien y del mal. Un trabajo orgánico que evoluciona y en el que poco a poco, de manera más sutil que forzando la imitación, surgen esos aspectos y tics tan reconocibles de Trump desde que saltó a la fama. Frente a él un estupendo Jeremy Strong que no cae en el arquetipo y muestra la vulnerabilidad de un ser tan siniestro y poliédrico como enigmático y maquiavélico, abogado de la Mafia, tótem del Studio 54 y afectado por el SIDA, que ya interpretaron previamente, entre otros, James Woods, Al Pacino y Nathan Lane y que se enfrenta al desmoronamiento moral de un país que de la inocencia convirtió el posterior desencanto en podredumbre.
“The apprentice. La historia de Trump” puede decepcionar a los que quieran encontrar un alegato en contra de Trump ya que la cinta se centra en esa época de auge previa a derivar en una de las figuras más peligrosas de la geopolítica mundial. Aquí no es la caricatura de cara naranja e inflada sino uno joven rubio que despierta aspiración como empresario de éxito y que se convirtió en determinado momento en todo un “role model” para el capitalismo a través de su programa “El aprendiz”. Un tipo que se aprovecha de las fisuras de una sociedad en crisis para concebirla a su antojo frente a una banal y fingida apariencia de triunfador.
Un tipo criado en un pasado de sobreprotección en el que los vástagos tienen que aportar al ego familiar para cimentar su orgullo y estatus y no ser unos fracasados frente a los demás y evolucionado en un mundo de competitividad en el que hasta la relación con los demás (especialmente las mujeres) es más una inversión o una posesión que algo sustentado en el afecto ya que gente así es incapaz de querer a otro que no sea él mismo.
“The apprentice. La historia de Trump” no sale de Cannes como uno de los títulos destacados de la temporada pero sí que muestra el origen de una de esas figuras megalómanas que con todo lo que representan son causantes del devenir de la sociedad de hoy en la que se ha confundido dinero y fama con éxito y reconocimiento. Unos valores sustentados por gente que incluso cuando más tenían han sido incapaces de ser felices pero que, a su vez, han arrastrado a los demás a una eterna sensación de frustración en un mundo cada vez más individualista, áspero y confrontado en el que sólo importa la verdad de uno y el interés de unos pocos.
"The shrouds" (David Cronenberg) // Sección Oficial
El cine de género que propone David Cronenberg, más tendente a fieles irredentos que a un público de consenso, no es bocado para festivales siendo hasta el momento “Crash” (Premio del Jurado en 1996) la ocasión con la que el director canadiense más cerca estuvo de la Palma de Oro.
A pesar de que no hacen más que irrumpir nombres (incluso en este Cannes) que tienen a Cronenberg como indudable referencia el director continúa siendo una figura que da la impresión de ser más tenida en cuenta por determinados herederos autonombrados y fans encendidos que por una industria que le ha tenido como un “outsider” que, aun así, tiene en su nombre el suficiente reclamo para poder formar parte de cualquier programación con lustre.
David Cronenberg propone una cinta sobre el duelo y la pérdida en la que purga su propio dolor por la muerte de su mujer, Carolyn Zeifman, hace siete años. Karsh, de 50 años, es un importante hombre de negocios. Inconsolable desde la muerte de su esposa, inventa GraveTech, una tecnología revolucionaria y controvertida que permite a los vivos vigilar a sus seres queridos difuntos en sus mortajas. Una noche, varias tumbas, incluida la de la esposa de Karsh, son profanadas. Karsh se propone localizar a los autores. Una mirada necrófila sobre el dolor y la añoranza que intenta agarrarse al recuerdo a pesar del ímprobo paso del tiempo que cuenta con Vincent Cassel como alter-ego del director y a Diane Kruger como hermana gemela del protagonista.
Un trabajo frío, extraño y polémico en el que el director vuelve a indagar en algunos de sus temas favoritos tal y como son la mente o el cuerpo en un thriller provocador con ecos conspirativos y más existencialista que narrativo en el que las obsesiones se fundamentan en cómo los que se quedan examinan por redes la descomposición de aquellos a los que quisieron como si fuera un último anclaje a la permanencia en este mundo. Una mirada descorazonadora con la tecnología al servicio del morbo y en la que el ojo que todo lo ve no entiende de despedidas sino de una eterna espiral condescendiente en la que la naturalidad y la aceptación de la muerte deriva en una muesca más de una sociedad caprichosa y pegada a la pantalla que sólo augura un futuro sombrío.
Juan Antonio Bayona fue el encargado de entregar la Palma de Oro honorífica a Studio Ghibli representado por Gorō Miyazaki.
Nacho Gonzalo