Cannes 2024: Un disidente ruso poco atractivo y una sugerente propuesta gore sobre la dictadura de la imagen

Cannes 2024: Un disidente ruso poco atractivo y una sugerente propuesta gore sobre la dictadura de la imagen

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Querido Teo:

Un biopic con poco fuste y un cine con capacidad de estimular y desbarran ha formado parte de la quinta jornada de un Cannes que se acerca el ecuador sin estar ofreciendo un cine contundente pero sí siendo capaz de hacer emerger el grano de la paja, aquello que bien merece ser impulsado los próximos meses frente a apuestas que dejaron su expectativa en lo que podría haber sido.

“Limonov – The ballad” (Kirill Serebrennikov) // Sección Oficial

"Limonov - The ballad" de Kirill Serebrennikov es la cuarta participación en seis años del director ruso en la sección oficial del Festival de Cannes. Un retrato de la escandalosa historia de Eduard Limonov, el poeta radical soviético que se convirtió en un vagabundo en Nueva York, una sensación en Francia y un antihéroe político en Rusia. Un trabajo desordenado y caótico que pretende reinventar el biopic y que quizá por ello no ha convencido en una propuesta parca y descafeinada. Un personaje con muchas vidas en una que sirvió para que el escritor Emmanuel Carrère escribiera la novela que adapta la cinta que no parece haber sido capaz de interesar en su traslación cinematográfica.

El director exiliado en Francia hereda el proyecto del polaco Pawel Pawlikowski, que se queda en la labor de coguionista, volviendo a competir tras "Leto" (2018), "Petrov's flu" (2021) y "La mujer de Tchaikovsky" (2022) pero tampoco se aventura que con este título vaya a estrenarse en el palmarés de Cannes no sacando el partido al potencial del personaje en un proyecto rodado en inglés con Ben Whishaw abordando un personaje complejo con ademanes de estrella de rock.

“Limonov – The ballad” es una torpe sucesión de personajes que nos lleva al Nueva York de los 70 marcado por The Velvet Underground y a una vida desenfrenada en la que se muestra más el exceso de sustancias y sexo que el compromiso activista del artista mientras el mundo asiste al auge de políticas de derecha, la caída del Muro de Berlín o el desguace de la Unión Soviética.

Frente a ello el estilo visual y transgresor de un Serebrennikov que pretende ilustrar a trompicones el espíritu indómito del protagonista en una vida azarosa en la que sólo fue entendido en Francia donde se refugió tras los años de una aventura usamericana en la que comprobó que de joven promesa pasó a ser un extranjero más vagabundeando espoleado más por ínfulas que por futuro estando lejos de poder acceder al tren de vida que creía y tras la constatación de proceder de una Rusia dividida por la corrupción y el derrumbe del comunismo en la que incluso ni por sus familiares era bien recibido.

“Limonov – The ballad” es una picaresca mitificación que ofrece un conjunto tedioso con un personaje con el que no se puede empatizar y que se erige como un verso suelto e incomprendido incómodo para Occidente y repudiado por su propia Rusia. El esforzado y entregado trabajo de Ben Whishaw salva los muebles de una cinta mucho menos interesante que la vida de este agitador punk que irrita y aburre más que engancha.

“La sustancia” (Coralie Fargeat) // Sección Oficial

En un certamen que habla de que se encuentra en fase de transición acoger nuevas y sugerentes voces como la de Coralie Fargeat es una gran noticia para evitar cierto apolillamiento solemne. El cine también es disfrute y desquicie y a ello se suma “La sustancia”, una feroz crítica a una sociedad que tiende a esconder a las mujeres que no encajan en el rol ni por edad ni por aspecto físico. Es por ello simbólico que Demi Moore sea el mascarón de proa de una cinta en la que a través de una sustancia se muta en un alter-ego más bello y, sobre todo, más joven.

“La sustancia” se adentra en el cine de género con crítica social poniendo el dedo en la llaga en esa industria del entretenimiento (el cine por ejemplo) que condena y deriva en su mayoría a las mujeres a someterse a cualquier aberración con el fin de encajar dentro del canon. Una propuesta en la que nunca una serie Z estuvo tan cerca de tocar el cielo de Cannes por su rompedor y vibrante magnetismo.

La sombra de Stanley Kubrick, David Lynch, David Cronenberg, Brian De Palma, Paul Verhoeven, Nicolas Winding Refn (así como de un clásico como “Eva al desnudo” dando la mano a la simbología de "El retrato de Dorian Gray") está presente en una cinta en la que el mito de Fausto conecta con un mensaje feminista y posmoderno y que, sin renunciar al humor, ofrece un recital gore de violencia, sangre y vísceras de macabra creatividad en una de las propuestas más extremas que se han visto en la sección oficial desde que “Titane” sorprendiera a propios y extraños hace tres años.

Demi Moore lleva a cabo uno de esos trabajos que generan un “comeback” para una carrera aunque el corte tan extremo de la cinta y el género del que se trata puede perjudicarla pero, desde luego, ya va a ser un hito esa famosa estrella de la televisión, Elisabeth Sparkle, que da clases de aerobic en directo pero a la que despiden porque los ejecutivos de la cadena consideran que ya ha dejado de ser atractiva y mantenerla sería por caridad pero no por patrones televisivos.

Eso le hará probar una sustancia que le rejuvenece durante siete días, y que hará alternar dos caras de la misma moneda, aunque eso sólo sea el comienzo de una espiral con la que la directora de la ya estimable “Revenge” (2017) se asienta en el panorama cinematográfico actual con su segunda película.

Un festival gore de terror corporal sobre la dictadura de la imagen y la lucha por la autoestima personal que gana enteros según los afortunados que han podido verla gracias a la entrega de dos actrices como Demi Moore y Margaret Qualley, sacando partido a la fisicidad de unas interpretaciones en las que el miedo, la inseguridad y la vulnerabilidad es el caldo de cultivo que sustenta la razón de ser de la historia y de la generación de mujeres sobre las que pone el foco. Todo en un montaje intenso en el que el sonido y los colores (con predominio del rojo y el azul) acuñan una estética que es también una declaración de intenciones.

Una cinta arriesgada y sin complejos que no tiene miedo a estrellarse, aunque por momentos pueda derivar hacia ello, dejando claro que aquí se ha venido para ofrecer algo distinto en un clarividente ejercicio sobre cómo la sociedad ha creado la imagen de que un cuerpo perfecto sea la vía para la validación bien sea a través de sesiones físicas, dietas u operaciones de estéticas. “La sustancia” ha espoleado una competición discreta y se suma a ese (de momento escaso) ramillete de películas que van a dar mucho que hablar durante la temporada, al menos de momento en el circuito festivalero.

“Horizon: An american saga” (Kevin Costner) // Fuera de concurso

"Horizon: An american saga" es el ambicioso western cinematográfico de Kevin Costner. Un proyecto acariciado por el director y actor durante años que impulsó tras el éxito de la serie "Yellowstone", la cual no hizo más que crecer en Estados Unidos desde su estreno en 2018 convirtiéndose en franquicia y dejando a Kevin Costner como uno de los actores mejor pagados de la televisión de todos los tiempos por las cinco temporadas de la misma.

“Horizon: An american saga” es un evento dividido en cuatro películas de 2h y 45 minutos cada una, con la intención de estrenarse cada tres meses, y que se desarrolla a lo largo de 15 años, en el asentamiento en la frontera occidental de Estados Unidos, en torno a los colonos que fueron allí y los indígenas que ocupaban esa zona antes que ellos. Kevin Costner, además de dirigir, también protagoniza y coescribe el guión junto a John Baird en su primera película detrás de las cámaras desde “Open Range” (2003). Otra vieja gloria con uno de esos proyectos que marcan una vida pero que ha llegado a Cannes más que por tributo a su figura que por resultado.

Una propuesta clásica que evoca a otra forma de hacer cine y que, quizá por ello, ha tenido tantas dificultades en su distribución en una industria que parece ya haber amortizado a este tipo de directores que son capaces de arrastrar a un Estudio a la bancarrota en su empeño, más cuando la dictadura del algoritmo y la pérdida de afluencia en salas hace tan complicado sacar cabeza. Un proyecto que con su primer capítulo parece haber quedado en tierra de nadie por dispersión y falta de ritmo a pesar de su empaque.

La Quincena de Realizadores ha acogido "Volveréis" de Jonás Trueba, el único largometraje español que este año se puede ver en Cannes. Un paso más en la carrera de un director que aquí presenta una comedia a partir de la fiesta de ruptura de una pareja que ha mantenido una relación durante 15 años y contando con la complicidad de dos colaboradores habituales como Vito Sanz e Itsaso Arana que protagonizan y coescriben.

El amor y el desamor en una cinta calificada de divertida y reparadora con esa forma de captar la esencia del Madrid de las calles, los anhelos de una generación desencantada que sólo puede entenderse entre ellos, y que se mueve entre la realidad y la ficción por sustentarse también en la relación profesional de ella como directora y él como actor en un momento de inflexión que supone un alegato de resistencia con el cine por bandera.

"Volveréis" es la película de Jonás Trueba considerada más accesible, fresca y auténtica en el que ese colectivo de "los ilusos" madura y se desengaña pero siempre sigue adelante con un director asentado cada vez más en un estilo propio sin dejar de homenajear a sus mayores (alabado el momento que cuenta con Fernando Trueba) o sus eternas referencias a Woody Allen, François Truffaut o Éric Rohmer.

Nacho Gonzalo

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