“¡Olvídate de mí!”, la mayor reivindicación del romanticismo del siglo XXI
Querido primo Teo:
Si los avances científicos nos permitieran la posibilidad de eliminar los recuerdos de un amor para evitar sumirnos en el dolor que conlleva una ruptura, ¿lo haríamos?. Eso supondría distorsionar nuestra realidad, pero lo vivido no lo podemos cambiar y ese proceso tampoco va a garantizar el borrado de la conexión con quien ya no queremos tener en nuestra vida, es más, puede que nos esté condenando a atarnos a esa persona. Esa es la premisa de “¡Olvídate de mí!” (2004), traducción ramplona que se hizo en España de “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos”, concebida por dos tipos cerebrales como el director Michel Gondry y el guionista Charlie Kaufman, que a través de la crónica de un desamor lograron hacer la mayor reivindicación del romanticismo de este siglo XXI.
“¡Olvídate de mí!” gira en torno a Joel y Clementine, ambos han quedado tan tocados tras su ruptura que se han puesto en manos de la ciencia para borrar los recuerdos de la historia que han vivido, de todos, incluidos los grandes momentos. Pero ese proyecto que promete ahorrarnos el duelo de un desamor, se convierte en una trampa porque el amor es una cuestión de química, que nos hará vibrar cada vez que veamos a ese desconocido que no es tal, y eso no lo puede alterar ni la tecnología más avanzada.
Fue a Pierre Bismuth a quien se le ocurrió la idea de hacer un experimento artístico consistente en enviar cartas a gente afirmando que un conocido los había borrado de su memoria, inspirado por el deseo de una amiga de querer erradicar el recuerdo de su novio. Al director Michel Gondry, cuya capacidad imaginativa le hizo destacar en el mundo de la publicidad y los videoclips, motivado por la iniciativa de su amigo, se le ocurrió contactar con su colaborador Charlie Kaufman, guionista con quien ya había colaborado en “Human nature” (2001).
No fue fácil para el que se consideraba uno de los escritores más vanguardistas de Hollywood a la hora de darle forma y convertirlo en película, debido al carácter inseguro del guionista, por ejemplo paralizó la escritura cuando Christopher Nolan habló de la memoria en “Memento” (2000), y tuvo como consecuencia la desesperación de los potenciales productores.
En “¡Olvídate de mí!” asistimos al encuentro entre Joel y Clementine en un vagón de tren. Ambos tienen muy poco que ver, él es un tipo reservado y ella es impulsiva y quien lleva la iniciativa. Lo único que comparten son las heridas causadas por el desamor y que podrían estar toda la vida hablando.
Esto último es determinante para comprender la naturaleza de esta pareja porque Joel y Clementine mantuvieron una relación en el pasado pero ninguno de los dos lo recuerda. Ambos han acudido a Lacuna Inc., una compañía que ofrece la posibilidad de eliminar cualquier experiencia dolorosa para poder continuar adelante como si nada traumático hubiera sucedido.
La historia está narrada desde el punto de vista de la mente de Joel que decide someterse a esta revolucionaria terapia después de descubrir que su ex novia ha rehecho su vida, borrándole literalmente de su cabeza. Asistimos a sus recuerdos, de los más dolorosos durante la ruptura a los más felices, esos que se resiste a perder para siempre, y vivimos una historia de amor que inevitablemente se ve devorada por la convivencia, cuando se desvanece la magia del enamoramiento y comienzan los problemas entre ambos que ven sus propios defectos e inseguridades reflejados en el otro.
Michel Gondry tuvo muy presentes a los clásicos de la Nouvelle Vague como Jean-Luc Godard y Alain Resnais y supo sorprendernos eligiendo a su pareja protagonista, Jim Carrey y Kate Winslet. Como el agua y el aceite, que tan solo un buen alquimista puede mezclar, Gondry consigue que ambos tengan una química tan extraordinaria y extraña como su propia historia de amor.
A inicios del siglo XXI, Jim Carrey se había propuesto dejar atrás su etapa como rey de la comedia más física de la década de los 90 y quería demostrarnos que podía funcionar a la perfección en terrenos más comprometidos. Lo logró de la mano de Peter Weir en “El show de Truman” (1998) y de Milos Forman en “Man on the moon” (1999), el biopic del cómico Andy Kaufman que supuso para Carrey un desafío a nivel artístico y le llevó a perder el control de su propia mente. En “¡Olvídate de mí!” nos encontramos su versión más contenida, la mejor, y está perfecto como alguien devorado por su propia memoria.
Kate Winslet llegó a “¡Olvídate de mí!” como una de las actrices más completas de su generación, alguien capaz de aunar el clasicismo de las grandes divas de Hollywood con la modernidad. Resulta perfecta como Clementine, una mujer que se deja llevar por sus sentimientos, realmente insegura y cuyo color de pelo cambia continuamente, cuando Joel y Clementine se conocen su cabello es verde, luego es rojo como el fuego, cuando la relación entre ambos es apasionada, luego va pasando a naranja, en el momento en el que la magia va quedando atrás, y termina siendo azul, cuando la situación entre los dos está en un momento crítico. Winslet obtuvo excelentes críticas por su actuación, probablemente una de las más aclamadas de su carrera, y fue nominada al Oscar.
Más allá de Joel y Clementine nos encontramos con los trabajadores de Lacuna Inc., Patrick, que quiere apropiarse de los recuerdos de Joel para seducir a Clementine, el trabajador que está enamorado de la recepcionista mientras ella se siente atraída por su jefe que está casado. Tom Wilkinson, Mark Ruffalo, Elijah Wood y Kirsten Dunst saben que son una pieza más del engranaje y funcionan.
“¡Olvídate de mí!” dos décadas después de su estreno sigue siendo lo más logrado que nos han dado Michel Gondry y Charlie Kaufman, este último se hizo con el Oscar al mejor guión original. También ha sido la mejor visión que nos ha dado del romanticismo este siglo XXI, sus imitadoras no han podido acercarse a ella, no es exagerado compararla con esa aproximación trágica que nos ofreció David Lean en “Breve encuentro” (1945), porque solamente comprendemos la dimensión de eso que llamamos amor cuando nos golpea y nos aniquila.
Mary Carmen Rodríguez