San Sebastián 2023: La necesidad de afrontar la pérdida y los estragos de la memoria

San Sebastián 2023: La necesidad de afrontar la pérdida y los estragos de la memoria

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Querido Teo:

La competición del Festival de San Sebastián quedó cerrada con una película taiwanesa y otra japonesa. Sensibilidad y drama oriental para poner fin a una edición que ha dejado una sección oficial discreta por no decir que cuestionable ante lo complicado que es el hacer un apartado a concurso atrayente y de calidad teniendo en cuenta que San Sebastián tiene que navegar entre el oleaje de los grandes festivales que absorben para sí algunos de los títulos más apetecibles del año. Aun así nos encontramos ante dos película más que estimables que hablan sobre familia, soledad y la necesidad de asumir la realidad que se cierne sobre nosotros.

"Un viaje en primavera" (Tzu-Hui Peng y Ping-Wen Wang) // Sección Oficial

Con suma sutilidad y precisión “Un viaje en primavera” es una película sencilla y pequeña que prepara a un hombre para asumir la pérdida, un duelo por el que tendrá que pasar aunque uno se ponga una fachada de suficiencia. Una cinta que nos presenta a un anciano con cojera, Khim-Hok, dependiente de su esposa a lo largo de los años a la que, a pesar de todo, no la trata como debería debido a su carácter avinagrado y caprichoso. Viven en una vieja casa en la periferia urbana de Taipei llevando a cabo su rutina diaria pero, tras la repentina muerte de su mujer, Khim-Hok la coloca en un viejo congelador y continúa con sus ritos cotidianos aunque, más tarde o más temprano, tendrá que aceptar que verdaderamente ahora se ha quedado solo.

Una apuesta concisa y reposada que destaca por su planificación lo que nos lleva a encuadres bellos y con significado como aquel en el que marido y mujer emprenden cada día cuesta arriba hacia su casa. Seguramente un día más pero sin saber que la vida se les está yendo entre las manos y que no se han dicho lo suficiente lo que se querían encapsulados en una procesión vital sin grandes alegrías pero que se echará mucho de menos cuando ya no pueda tener lugar. La llegada del hijo y de su pareja no hace más que provocar que el anciano se dé de bruces con la realidad pero que también tenga una oportunidad para darse cuenta de sus errores del pasado.

El amor y la muerte a lo largo de una primavera que refleja el espejo de lo que somos y de lo que no hemos podido ser cuando se ha tenido ocasión como víctima de una sociedad machista que tradicionalmente ha definido a las mujeres como esposas devotas y criadas atentas, aprovechándose muchos hombres de ello y que les ha llevado a ser unos inoperantes cuando toca lidiar la vida por uno mismo. Un hombre que se ha obcecado en el resquemor y en el odio sin saber el tesoro que ha tenido a su lado y que no ha querido ver más preocupado por ver satisfechas sus necesidades sin ponerse en la piel de la otra persona.

Rodada en 16mm, y con una proyección en la que por expreso de las directoras se ha potenciado esa imagen de celuloide quedando al descubierto en la parte inferior y superior de la pantalla los enganches entre fotograma y fotograma, “Un viaje en primavera” es una película preciosa entre su fotografía brumosa y corazón palpitante que, a pesar de su ritmo cadencioso y cierta previsibilidad, termina llegando al alma ante el dibujo que se hace de ese hombre que se convierte en un sinfín de remordimientos cuando se da cuenta que la vida que tenía, y que se escapa sobre las manos, nunca más volverá. Un momento en el que sólo queda intentar quedar en paz con uno mismo mientras lamenta lo que ya se ve desde el retrovisor y no supo valorar.

“Great absence" (Kei Chika-ura) // Sección Oficial

En “Great absence” un hijo, dedicado al mundo de la interpretación, ha estado separado durante 20 años de su familia tras el traumático divorcio de sus padres reencontrándose con su progenitor, profesor jubilado, cuando éste padece una situación de demencia que provoca que el hijo sea llamado y se encuentre a su padre perdido y desorientado echando de menos a su segunda esposa, Naomi, la cual dice que se ha suicidado. A partir de ahí se genera una intriga en la que el joven tendrá que averiguar que hay de cierto en las palabras de su padre.

“Great absence” se alarga demasiado (llegando a los 150 minutos) pero hay en ella algunas de las escenas más poderosas de las vistas en esta edición del Festival de San Sebastián a la hora de hablar sobre la complejidad de las relaciones humanas y de lidiar con una enfermedad como la que te hace ser presa del olvido y los vagos recuerdos en los que la realidad y la ensoñación son un todo y una realidad profundamente incierta que llena de rabia, frustración y dolor al entorno que asiste como testigo al declive de una persona que ya no es quien era.

Una cinta demasiado reiterativa pero con el suficiente fuste y lirismo para terminar cautivando, aunque sea a fogonazos intermitentes y concretos. Imposible no emocionarse en el clímax final de la película sostenido en el poder de la elipsis, la evocación de la música y en la estupenda interpretación de un Tatsuya Fuji que es capaz de emocionar y estremecer pero también navegar en cierta ambigüedad que vertebra buena parte del leitmotiv de la película. Un hilo narrativo que fomenta ese espíritu caótico, asemejado al interior de su cabeza, en el que la figura de Naomi no se sabe si es una realidad o una entelequia cuando se grita su nombre al vacío y va fluyendo como presencia entre los distintos saltos en el tiempo.

Sin necesidad de tremendismos o efectismos la cinta fluye con bravura y ofrece sus mejores momentos como retrato del dolor y de lo efímero ante un caudal narrativo denso y alargado pero que cautiva por su poso emocional y por mostrar el sufrimiento de un declive que convierte una identidad en algo disperso y evaporable en el que se dejará de ser uno mismo quedando sólo el recuerdo que deje en los demás. Un viaje tan agotador como tenebroso, tan cálido como bello.

Aunque no termine de ser rotunda la cinta por su falta de concreción a la hora de narrar emociones sí que encierra una belleza y una melancolía que hace que valga la pena un viaje errático que salta entre espacios temporales y personajes pero que en su conjunto deja buenas impresiones por su carácter conmovedor y cautivador a pesar de la dureza de lo que cuenta y el sufrimiento que exhuman sus personajes a la hora de superar toda barrera cultural para conmocionarnos con algo tan universal y cotidiano como el Alzheimer que nubla recuerdos, desmonta los conceptos del tiempo y erosiona familias.

Nacho Gonzalo

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