In Memoriam: Concha Velasco, la reina del espectáculo

Querido primo Teo:

Recibes con honores en tu despensa a Concha Velasco, la gran dama del espectáculo en nuestra piel de toro que ha dejado el mundo terrenal a los 84 años pero no ese campo tan intangible como reparador que es el del cariño y el prestigio en un país tan dividido en el que conseguir ello de manera unánime es una verdadera proeza. La reina de la modernidad en la España que vivía en un régimen dictatorial y que gracias a su coraje no se vio devorada por el olvido cuando el país transicionó a la democracia y dejó a un lado a las estrellas que representaban al espectáculo del pasado. Concha Velasco lo fue todo pero quizá la clave de su éxito fue no dejar de ser esa chica de Valladolid en busca de una oportunidad y con ganas de comerse el mundo mientras dignificaba en cada una de sus actuaciones lo que se conoce como cultura del entretenimiento.

La Velasco era una superdotada que demostró que no se le resistía nada. Triunfó en el cine, pero también en el teatro, la música y la televisión, medio en el que desarrolló buena parte de su carrera como presentadora a lo largo de las últimas décadas. Siempre superándose y siempre sobreviviendo. Alcanzó el estrellato gracias a las comedias ligeras de finales de la década de los cincuenta pero fue capaz de dar un golpe en la mesa y demostrar que poco tenía que ver con la frivolidad que proyectaba y que era una actriz dramática portentosa gracias a su unión con el director Pedro Olea y el dramaturgo Antonio Gala. 

Nacida en Valladolid el 29 de Noviembre de 1939 no tardó en demostrar que había venido al mundo para entretener a los demás. A la edad de 10 años ingresó en el Conservatorio Nacional y formó parte del cuerpo de baile de la Ópera de La Coruña y también en espectáculos de Manolo Caracol y en la compañía de la gran vedette Celia Gámez. Debutó en el cine con 15 años, interpretando pequeños papeles en películas como “La reina mora” (1955) y “La fierecilla domada” (1956) y cuatro años después alcanzaría el estrellato gracias a “Las chicas de la Cruz Roja” (1958).

Con apenas 20 años Conchita Velasco se convirtió en el rostro de la comedia popular gracias a una presencia muy fresca y un carisma que le hacía estar por encima de cualquier película. Formando pareja artística con Tony Leblanc y Manolo Escobar y bajo la dirección de Pedro Lazaga, José Luis Sáenz de Heredia y Mariano Ozores triunfó con películas como “Los tramposos” (1959), “El día de los enamorados” (1959), “La verbena de la paloma” (1963) e “Historias de la televisión” (1965), con la que pasó a ser un símbolo de la cultura pop gracias a la canción compuesta por Augusto Algueró, Chica ye ye, o "Me debes un muerto" (1971).

Adentrada la década de los setenta vio que necesitaba dar un cambio de imagen porque corría el riesgo de ser un producto pasajero que estaba a punto de pasar de moda estando muy asociadas a un cine ya caduco con personajes decorativos o anecdóticos eclipsados por su partenaire masculino. En la televisión pudo explayarse con los papeles serios en “Estudio 1”, participando en adaptaciones de "La dama del alba" (1965), “Don Juan Tenorio” (1966), "Una muchachita de Valladolid" (1973) o “Las bruja de Salem” (1973) pero se reveló como gran actriz dramática en el cine.

Fue en películas como "Tormento" (1974) o “Pim, pam, pum… ¡fuego!” (1975), ambas de Pedro Olea, "El love feroz o Cuando los hijos juegan al amor" (1975) José Luis García Sánchez o “Las largas vacaciones del 36” (1976) de Jaime Camino que nos mostró a una Concha Velasco en su madurez interpretativa, en la que no es exagerado decir que no tenía nada que envidiarle a las grandes intérpretes europeas o estadounidenses. Dio buena muestra de ello también en la satírica "Cinco tenedores" (1980) de Fernando Fernán Gómez, en el excelso reparto coral de "La colmena" (1982) de Mario Camus o en "La hora bruja" (1985) de Jaime de Armiñán pero pocos directores realmente apoyaron esa reinvención como si ya sólo fuera un vestigio de otra época.

Uno de sus trabajos más memorables lo hizo para la televisión en la miniserie “Teresa de Jesús” (1984), dirigida por Josefina Molina, que se considera una encarnación canónica de la mística fundadora de la orden de los Carmelitas Descalzos y que le reportó la Antena de Oro y el Fotogramas de Plata en el año 1985. 

Concha Velasco era un animal teatral. El teatro supuso el inicio de su carrera y jamás se desvinculó de los escenarios. Sobre las tablas protagonizó “Filumena Marturano”, “Buenas noches, madre” o “Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?”, exitoso montaje de Adolfo Marsillach junto a José Sacristán que éste dirigiría después para cine en 1992, y durante la década de los ochenta cosechó dos éxitos indiscutibles con los musicales “Mamá, quiero ser artista” de Juan José Arteche y “Carmen, Carmen” de Antonio Gala que la llevaron a convertirse en la reina indiscutible de la industria del entretenimiento en España.

Junto a su marido, Paco Marsó, a quien conoció en la obra “Don Juan Tenorio”, fundó su compañía de teatro que le permitió desarrollar la carrera que quería tener sobre el escenario pero que también le hizo perder mucho dinero, si la Velasco de los últimos años se vio obligada a trabajar en cosas que no estaban a su altura, o hacerlo cuando no estaba en condiciones físicas, era para ponerse al día con las deudas generadas por su empresa que en el 2001 asumió una nueva versión del musical “Hello, Dolly!”, algo demasiado arriesgado y nada rentable. 

A finales de la década de los ochenta y principios de los noventa Concha Velasco estaba en la cúspide de su popularidad y a ello contribuyó su aparición semanal en la televisión, primero con “Viva el espectáculo”, emitido en TVE y posteriormente su llegada a las televisiones privadas, Telecinco y Antena 3, que fueron unos fichajes multimillonarios. 

En los 90 nos encontramos también a la gran actriz tanto en el teatro como en el cine pudiendo haber sido la protagonista de "Amantes" (1991). En el marco de la Exposición Universal de Sevilla en 1992 estrenó “La truhana”, escrita por Antonio Gala, también protagonizó “La rosa tatuada” de Tennessee Williams, y nuevamente Gala escribió para ella “Las manzanas del viernes”. Curiosamente Antonio Gala se negó a que su actriz fetiche protagonizara la adaptación de “Más allá del jardín” (1996), le parecía que una vallisoletana de clase trabajadora tenía muy poco que ver con una aristócrata sevillana.

La Velasco a base de insistencia, y en ello se incluye compartir su disgusto con los medios de comunicación, se hizo con el papel de Palmira Gadea y su interpretación de gran heroína del melodrama no evitó el naufragio de una película que recibió críticas terribles, pese a ello la Velasco era la indiscutible favorita al Goya pero no ganó, algo que sí lograron sus compañeras de reparto Mary Carrillo e Ingrid Rubio. Una sensación de deuda con la Academia que se mantuvo durante años, y que ella magnífico y añadió de gracia y más de una licencia ficcionada en monólogos y charlas, teniendo en cuenta que ya había sido candidata al premio por "Esquilache" como mejor actriz de reparto en 1990.

Concha Velasco trabajó con Luis García Berlanga en su último trabajo, “París Tombuctú” (1999), siendo depositaria de los fetichismos del director, y con David Trueba en “Bienvenido a casa” (2006) pero también estuvo en "Km. 0" (2000), "Los pasos perdidos" (2001), "El oro de Moscú" (2003) o "Chuecatown" (2006). Su última participación en el cine la realizó en “Malasaña 32” (2020).

En la pequeña pantalla dio en la diana con las series poniendo al servicio todo su oficio, veteranía, talento, prestigio y carisma para crear tres personajes icónicos como la maquiavélica Aurora Acosta de "Motivos personales" (2005), la Carmen Orozco de “Herederos” (2007-2009) y la gobernanta Doña Ángela de “Gran Hotel” (2011-2013). También intervino en "Compañeros" (1998-1999), "Velvet" (2016) o "Las chicas del cable" (2017-2020). Además cogió el testigo de Carmen Sevilla y presentó el emblemático espacio de TVE “Cine de barrio” entre 2011 y 2020.

Pese a que su salud se había deteriorado, en el 2012 se le detectó un linfoma y una hernia dificultó su movilidad, la actriz no quiso dejar los escenarios, a pesar de la pérdida de su habitual energía pletórica, y por petición familiar se retiró de las tablas en 2021 tras protagonizar “La habitación de María” escrita por su hijo Manuel Martínez Velasco y dirigida por José Carlos Plaza. 

Pocas personalidades del mundo del espectáculo han dignificado tanto a la profesión y tenido tanta unanimidad. La Velasco no era de ningún bando, era patrimonio nacional y su pérdida es irreparable, más en estos tiempos de confrontación.

Recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 1987, la Medalla de Oro al Mérito en el trabajo en 2009 y la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X El Sabio en 2016. En 2013 Concha Velasco se llevó el Goya honorífico de la Academia española de cine y en el 2016 recibió el Premio Nacional de Teatro. 

Gran profesional, pionera en muchas facetas como mujer y como artista y de una desbordante vitalidad, no exento de un carácter que Antonio Gala definía en ocasiones como "insobrellevable", pero siempre inteligente, humilde, creativo y elegante, Concha Velasco queda no sólo como una de las presencias más reconocidas y queridas de la cultura popular a lo largo de casi siete décadas sino también como una trabajadora incansable y una artista moderna y luminosa que dio al público todo su talento y arte para que éste no sólo se entretuviera o emocionara sino que también pudiera pensar por sí mismo.

Una presencia reconocible, cercana y enérgica bien fuera en los años de pizpireta juventud o en los de reconocimiento y tributo así como si se enfrentaba a un gran reto teatral o a un proyecto alimenticio. Una figura que siempre será recordada con una sonrisa por un público que siempre la consideró como una más de su familia.

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Mary Carmen Rodríguez